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sábado, 8 de octubre de 2022

MUY ANTIGUA Y REAL HERMANDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD Y DESCENDIMIENTO DEL SEÑOR

  SOLEDAD Y DESCENDIMIENTO

                                     (1548?-2022)

                           VIERNES SANTO

                             (Monasterio de San Jerónimo)







Antonio Padial Bailón



PRIMERA PARTE

1. Fundación

Con los conocimientos que hoy poseemos, será esta Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad la tercera hermandad de penitencia que se fundó en la ciudad de Granada, tras las de la Santa Vera Cruz, fundada antes de 1539, pues en ese año participó con habito en el entierro de la esposa de Carlos V, Isabel de Portugal (1), y la de Nuestra Señora de las Angustias (antes de 1545). Con estas hermandades Granada, reincorporada unas décadas antes (1492) a la fe cristiana, comenzaba la celebración de la Pasión de Jesucristo mediante cofradías que realizaban penitencia pública por sus calles en los días de la Semana Santa.

Por lo general, las hermandades solían fundarse de hecho unos años antes de que la autoridad eclesiástica diera su aprobación a las reglas por las que se habrían de regir y esto parece que ocurrió en la fundación de las tres hermandades citadas. 

Esta de Nuestra Señora de la Soledad se encontraba asociada a la Hermandad de Nuestra Señora de la Cabeza, que se había fundado en 1548 en el convento de la Santísima Trinidad por orfebres de la plata. Unos años después se trasladan al convento de los frailes Carmelitas Calzados en su primitivo emplazamiento en la Cuesta de Gomérez, junto a la Puerta de las Granadas, en el que el Padre Sigler había establecido el primer cenobio carmelita calzado de esta ciudad en el año 1552 (2). Es de suponer que este traslado fuera debido a que en dicha cuesta, acceso al recinto de la Alhambra, tenían establecida su actividad numerosos talleres de platería, oficio al que se dedicaban algunos de sus fundadores.

Dicha unión de las advocaciones de la Cabeza y Soledad parece que se produjo ya de forma temprana en el convento trinitario entre 1548 y 1551, año éste último en el que el Papa Julio III concede la bula de aprobación a la hermandad de la Soledad y Entierro de Cristo (3). Quizá esta fecha fuera la confirmación del carácter pasionista de aquella rama de la Hermandad de Ntra. Sra. de la Cabeza, que daba culto a la Soledad de María. 

Es evidente, que el traslado de la cofradía de Nuestra Señora de la Cabeza y Soledad llegaría al convento carmelita recién fundado en los años siguientes a 1552 y antes de 1561, año en el que ya se encontraba en dicho convento y se le añaden en ese año a la hermandad prácticas penitenciales como "(...cofradía de Sangre todos los Viernes Santos, por la tarde, desde nuestro Convento, colocado en su segundo sitio, la que iba hasta la ermita de los Mártyres", según el cronista de la Orden, Miguel Rodríguez Carretero (4). La ermita de los Mártires Cosme y Damián, fundada por los Reyes Católicos al final del valle y colina de la Sabika, por el que se accede a la Alhambra, fue después convento carmelita descalzo, continuando con estos frailes siendo un lugar de prácticas devocionales pasionistas y penitenciales, como final de una vía sacra frecuentada por varias hermandades y su iglesia sede de la hermandad de penitencia de Jesús Nazareno, que salía en la madrugada del Viernes Santo, para bajar ha hacer su estación a la Catedral.

Cuesta de Gomérez, donde estuvo el primer convento carmelita y la Hermandad de la Soledad


Allí, en la misma Cuesta de Gomérez, se produce otro traslado del convento carmelita calzado, y con él esta cofradía, a unas casas situadas algo más cerca de la Plaza Nueva, tras las que se extiende el intrincado Barrio de La Churra o Yûrra, en cuyo nuevo cenobio, como se ha dicho, ya estaba en 1561 la Hermandad  de la Cabeza y Soledad. Sobre la casa-convento que dejaban junto a la Puerta de las Granadas, se levantaría a finales de aquel siglo el palacete renacentista de los Pérez de Herrasti, conquistadores de Granada y, más tarde, Marqueses de Cartagena. 

También la cofradía obtuvo vinculación con algunas archicofradías de Roma, como la de Oración y Muerte y la de la Sagrada Resurrección, con lo que adquiría participación en la indulgencias y gracias papales y le proporcionaba cierta independencia del arzobispado de Granada. La primera de ellas, situada en la vía Giulia, se dedicaba a dar sepultura a cadáveres anónimos, encontrados en la calle o en el río Tíber, sin familia que los reclamara; la segunda.


2. La Hermandad de la Soledad en el nuevo convento del Carmen

En aquella segunda ubicación de la Cuesta de Gomérez, lo intrincado y la falta de espacio que los frailes carmelitas calzados padecían para construir un convento e iglesia de dimensiones aceptables determinó su siguiente traslado. En 1572 encuentran otra zona más llana, céntrica y espaciosa donde construirlos, decidiendo adquirir para ello unas casas que estaban situadas entre los puentes del río Darro, llamados del Carbón y de Al-Dabbayin o del Álamo o de Curtidores. Dicho lugar se corresponde hoy con el que ocupa el Ayuntamiento de Granada más la Plaza del Carmen, donde se ubicaba el claustro de novicios, que se destruyó tras la supresión del convento en el siglo XIX para construir dicha plaza. El nuevo convento e iglesia tenían su entrada por la hoy calle de Mariana Pineda, limitando con la calle de Lepanto y la de Escudo del Carmen por su parte trasera. 

Tercer y último establecimiento del convento del Carmen, junto al Darro.
Al fondo, Puente del Carbón. Lit. de D. Roberts, hacia 1832

En ese nuevo lugar se decía que había una ermita dedicada a Ntra. Sra. de la Cabeza, cosa que, al parecer, no tenía fundamento, según el citado cronista de la Orden, porque lo que se compraron fueron las dichas casas. Veamos lo manifestado por dicho cronista Rodríguez Carretero:     

"Algunos dicen con poca autoridad que nuestro convento tomó el nombre de Ntra. Sra. de la Cabeza, porque en la traslación fue tomada una ermita de una cofradía de la Sra. con la condición de que la casa conservase el referido título y pusiesen la imagen de la Soberana Reina en el altar mayor y la cofradía perseverase en el convento.

Preguntado el referido Fray Benito Salvador sobre esta tradición contestó que hasta ahora no lo había oído con ser el segundo hijo de aquella casa y tan a los principios de aquella fundación cuando yo fui a Granada en el año 1573 y vi la casa donde estuvo el convento primitivo por dos años hasta el de 1575 que tomé el hábito, no sé qué misterio tendría el decir que había sido ermita, porque el Dr. D. Gerónimo de Valencia vecino nuestro, me dijo compró las casas de otro doctor en medicina llamado Salamanca, que estaba a la esquina donde se tomó terreno para fundar el convento y así no se cómo pudieran ser la ermita las primeras casas que ocuparon los Carmelitas en su primer establecimiento fueron siempre suyas y se las vendieron a Juan Martínez Monedero por escritura ante Diego de Ribera escribano público. La segunda casa que tuvimos en la calle de Gomérez fue del Hospital de San Juan de Dios, donde curó muchos enfermos, algunos años después nos la vendió el Padre Prior de San Jerónimo (...)". 

A mi juicio, lo más probable que pudo ocurrir fue, que dado que la principal devoción popular mariana (y en principio la única) que tenía el convento en los tiempos de la fundación era la de Ntra. Sra. de la Cabeza, por haber acogido en el mismo a la cofradía de esa advocación (Cabeza y Soledad), los fieles y los propios hermanos difundieran este título de Ntra. Sra. de la Cabeza como propio del convento y así lo conservó posteriormente, hasta que se fue imponiendo el título del Carmen propio de la orden y de la devoción principal de la misma. Esto último ocurriría cuando se fundó la hermandad de la Virgen del Carmen, dando culto a su excepcional y devota imagen, atribuida a José de Mora, que hoy se conserva en la Catedral con capilla propia (la Catedral recogió la imagen después de la exclaustración del convento carmelita en 1836).


Torre e iglesia del Carmen. Patronato Alhambra y Generalife

Entre la hermandad de la Soledad de Granada y la de Sevilla, que hoy está en San Lorenzo, existe un paralelismo en cuanto a la ubicación histórica de ambas en un convento carmelita calzado, aunque la granadina le precede en dicha ubicación, ya que la hermandad sevillana se trasladó al convento del Carmen calzado en 1575, aunque antes estuvo en Santo Domingo de Silos, Santiago de la Espada y el Hospital de San Juan de Dios. Pero también lo hay dicho paralelismo fundacional de Soledad-Entierro y convento carmelita en la hermandad de Jaén, la de Alcalá de Guadaira y en muchas otras localidades.

Después de la hermandad de la Soledad y ya cuando ésta estaba en el nuevo convento del centro de la ciudad, se van a producir en las décadas de los años setenta y ochenta del siglo XVI el resto de las fundaciones de cofradías de penitencia de ese siglo: Inspiración en el convento de San Agustín; Paciencia de Jesucristo, en la parroquial de Santos Justo y Pastor; Sangre de Jesucristo, en el convento de la Merced; Humildad de Jesucristo, en el convento de frailes mínimos de la Victoria, de la que es la única que tenemos el documento que refiere su fundación, el 2 de marzo de 1582, que encontré en el Archivo Histórico Diocesano (5); Oración en el Huerto, en el convento de San Antón; la Pasión de Jesucristo en el convento de la Santísima Trinidad; la de Jesús Nazareno del con convento de los Mártires y la del Santo Crucifijo de la Sangre y Ánimas, en el convento dominico de Santa Cruz la Real, de la que también encontré un documento que refería su fundación en 1581. En total once hermandades de penitencia fueron fundadas en el siglo XVI y todas ellas lo habían hecho en conventos, a excepción de la de Nuestra Señora de las Angustias y la Vera Cruz, ésta en su hospital, aunque pronto pasó también (1568) al convento de San Francisco "Casa Grande". 

Tal vez, el ingreso de la de Granada en el convento carmelita, pudo influenciar en los frailes de Sevilla para atraer también a su convento a la hermandad sevillana, a la que le cedieron una capilla. También la fundación de la hermandad granadina parece paralela a la de Sevilla, pues de ésta se tiene la primera constancia documental en el año 1549 y, asimismo, ambas llevaban el título de Hermandad de la Soledad y Entierro de Cristo.

Una vez ocupadas por los frailes casas del nuevo establecimiento comenzaron sobre ellas las obras de la construcción del nuevo convento, construyéndose al principio el primer claustro (el que aún se conserva) de los dos con los que contaría y una iglesia de modestas proporciones, que estuvo finalizada antes de que finalizara el siglo XVI. De este templo pequeño realizaría la cofradía cada Viernes Santo sus estaciones de penitencia durante el último cuarto de ese siglo y primero del siglo XVII. Pero las aspiraciones de los frailes de contar con un templo de mayor entidad que empezó a construirse hacia 1600, pero que acusó bastante lentitud en su finalización, siendo bendecida en 1627 por el cardenal-arzobispo de Granada don Agustín Spínola (1626-1630), según nos relata Henríquez de Jorquera en sus Anales de Granada
 
No obstante, la nueva iglesia ya venía utilizándose bastante antes de su terminación, pues el 20 de septiembre 1620 el Marqués de Chinchilla, don Juan Álvarez de San Martín, compró una capilla junto al presbiterio en su lado del Evangelio, dedicada a San Alberto por 30.000 reales de vellón, en la que se habían de celebrar 9 misas anuales en las vísperas de las festividades de la Virgen. La adquisición se extendía a bóveda de enterramiento para sí y sus herederos y en ella poner un retablo y la imagen de bulto de San Alberto, que hasta ese momento se veneraba en un altar con privilegio de ánimas (6).    


En aquel último y definitivo traslado del convento a la ribera del río Darro la hermandad de la Soledad,  con una independencia progresiva con respecto a la de Ntra. Sra. de la Cabeza, obtuvo una capilla propia, que seguramente utilizó antes de la completa terminación de la iglesia, y que era  la segunda, entrando en el templo a la derecha, situada entre la de la Sancta Scala y la de la Natividad. A través de la capilla de la hermandad se accedía también al primer claustro del convento, aún conservado como patio del Ayuntamiento. En su retablo se colocó la imagen de Ntra. Sra. de la Soledad en el nicho superior y la imagen del Cristo Yacente a sus pies, dentro de un nicho longitudinal. A una imagen de la Virgen de la Cabeza la situaron en un altar en el brazo del crucero del lado del Evangelio, a la entrada de la capilla de la Virgen del Carmen, pero existía otra imagen de la Virgen de la Cabeza, tal vez la titular del convento, en el salón que daba al claustro de profesos, que hoy constituye el zaguán de entrada del Ayuntamiento. Esta lejanía de situación con respecto a la capilla de la Soledad puede ser también exponente de la independencia de ambas hermandades en esa época.

En aquel recinto del nuevo convento, aparte de la capilla cedida a la hermandad dentro del templo carmelita, consiguieron los vecinos darle culto externo a la Virgen de la Soledad en otra capilla adosada a la parte posterior del convento que daba a la calle Escudo del Carmen en su entronque con la de Navas y que había sido construida antes de 1620. A esta capilla se accedía a través de un pequeño callejón sin salida, que hasta entonces servía de refugio de rateros y de comportamientos indecentes.

Era algo común en la Granada cristianizada la proliferación de hornacinas, altares y capillas callejeras ofrecidas a la piedad popular para acercar a los fieles que transitaban determinadas devociones a imágenes de bulto o en pintura. En el caso de esta capilla exterior, en ella se veneraba un cuadro de la Virgen de la Soledad de escaso valor artístico, que fue sustituido por otro en el siglo XVIII pintado por Domingo Echevarría (1662-1751), conocido como Chavarito. También se realizó el adorno de la capilla con pintura al fresco y la reparación de otras imágenes que tenía la capilla en 1749 (7)

El siglo XVII comenzaba con las hermandades de penitencia granadinas sometidas a una drástica merma por parte del arzobispo don Pedro de Castro y Quiñones, que las había reducido a solo las tres más antiguas (Vera Cruz, Angustias y Soledad). En la culpa de esta reducción, que se decretó su comienzo en la Semana Santa de 1597, no fueron ajenas las propias hermandades con sus comportamientos emulatorios en gastos superfluos y otros excesos escandalosos, a juicio de la autoridad eclesiástica. Sin embargo, en el fondo, latía en estas prohibiciones una apreciación negativa hacia las hermandades por parte de clero secular, que veía en ellas y en los conventos que las acogían una competencia económica con respecto a las parroquias por las limosnas, legados, memorias y otras dádivas que ofrecían los fieles a conventos y cofradías y que no recalaban en las parroquias. Un testimonio más de este trasfondo económico que palpitaba en esta reducción y otras que se produjeron posteriormente, fue que el arzobispo sucesor de don Pedro de Castro, don Pedro González de Mendoza, fue autorizando la salida penitencial del resto de las cofradías a cambio de que estas dieran una limosna de 100 ducados para el dorado de la capilla mayor de la Catedral, que entonces se estaba realizando (también a alguna le exigió la aportación de peonadas).

Flagelantes en estación de penitencia. Pintura de Francisco de Goya y Lucientes

Paulatinamente, fueron autorizándose las estaciones de penitencia de las hermandades que las tenían prohibidas e, incluso, en 1616 se autorizó la fundación de una nueva hermandad, la del Santo Sepulcro y Ntra. Sra. de las Tres Necesidades, que curiosamente, se fundó en una parroquial, la de Santiago, y vino impulsada y avalada por el Provisor de la diócesis, don Diego de Molina. Con esta hermandad Granada contó con dos cofradías de Entierro de Cristo, éste último y el de la Soledad. Esta dualidad, que también se producía en Sevilla y otras localidades, pronto comenzaría a causar rivalidades y pleitos entre ambas hermandades, que también tenían sus estaciones de penitencia el mismo día, Viernes Santo. 

3. La Procesión

No obstante, había una diferencia importante en la naturaleza de ambas, ya que la hermandad de la Soledad era cofradía de disciplinantes o de "sangre", practicando sus cofrades la flagelación en la estación de penitencia, que según Henríquez de Jorquera "solían pasar de seiscientos y llegar a ochocientos", más los cofrades de luz, que salían otros tantos, y la del Sepulcro era hermandad propiamente de entierro, que comenzaba con la ceremonia del descendimiento de Jesús de la cruz, ceremonia que se hacía en la iglesia, para después introducirlo en la urna sepulcral, aunque esto se hizo a partir de 1675. Estas ceremonias de descendimiento y entierro que esta nueva hermandad practicaba, junto con la de Resurrección, llegado este día, así como, su mecenazgo por parte de la autoridad eclesiástica propició que se fuera percibiendo su procesión con un cierto carácter de oficialidad.   

Será esta nueva hermandad de las Tres Necesidades, como vulgarmente se la conocía, la que claramente empezó a barroquizar, ya desde 1616, las estaciones de penitencia de la Semana Santa de Granada, barroquización que se fue extendiendo paulatinamente a otras hermandades. Aparte de las ceremonias antes expresadas, comenzó a sacar en su procesión diversas alegorías, entre ellas, el paso de la Muerte atada o vencida y otras alegorías que iría añadiendo con el tiempo, como chías, "armaos romanos", sibilas, emperatriz Santa Elena, pecados capitales y virtudes teologales...etc. Todo ello, también fue impregnando a la estación de penitencia de la hermandad de la Soledad, que incluso la superó en elementos barroquizantes, en aquella rivalidad que mostraron ambas cofradías durante los siglos XVII y XVIII.

Hasta el momento de comenzar a barroquizarse la procesión de la Soledad la comitiva procesional sería muy sencillas, llevando, como era usual en estas cofradías, el paso del estandarte de la Hermandad, que abría la procesión con la Santa Cruz con el sudario, seguido de los hermanos de luz con hábito, seguramente negro, que alumbraban a los hermanos flagelantes con la espalda descubierta en su penitencia pública. Después, el Cristo Yacente con velo, que iba tendido en unas angarillas, a modo semejante de cómo hasta hoy se procesiona. Por último, iba la Virgen de la Soledad vestida de luto, en unas sencillas andas portadas por cofrades horquilleros y, seguramente, acompañados los pasos por bocineros con largas bocinas de sonido destemplado (a veces, se necesitaba para portarlas un carrito pequeño donde reposaba la boca de la bocina). Después las bocinas las llevarían unos personajes vestidos de chías. 




4. Las imágenes del Cristo Yacente y de la Soledad

Posiblemente, la imagen actual del Cristo Yacente la adquiriría la cofradía tempranamente, tal vez a finales de la década de los años sesenta del siglo XVI, cuando aún estaba la hermandad en lo que había sido el Hospital de San Juan de Dios en la Cuesta de Gomérez. Atribuido tradicionalmente por la historiografía a Pablo de Rojas, sin embargo, los grafismos escultóricos que presenta la imagen, son claramente anteriores al maestro alcalaíno, para acercarse a los de alguno de los discípulos o seguidores del arte de Diego de Siloé (Baltasar de Arce, Diego de Aranda o Diego de Pesquera). 

Ya en el año 2007 manifestaba en un artículo de la revista Gólgota que esa atribución de la imagen a Pablo de Rojas era difícil de sostener "su paño de pureza, breve y ajustado al cuerpo, de paños rectos, sin muestras de barroquismo; la postura un tanto forzada, con gran estilización de sus miembros, es claramente más cercana al estilo de los discípulos de Siloé, como los Arandas (especialmente Diego), Baltasar de Arce o otro discípulo de Siloé". Por ello, también, abogaba a que la imagen se hubiera encargado en tiempo cercano a la fundación, que entonces se creía en 1561, cuando aún los modos renacentistas tardíos o de tránsito renacentista  al manierismo naturalista imperaban en la escultura religiosa (8). Después, este criterio ha sido corroborado por algunos expertos en esa materia artística. Otro escultor con rango de maestro, Rodrigo Moreno (parece que lo fue de Pablo de Rojas), trabajaba en Granada en ese tiempo, pero del que apenas tenemos conocimiento de sus obras, tampoco podría descartarse.

Desde entonces, de estos discípulos de Siloé me he decantado por Diego de Aranda, autor que presenta más obras conocidas atribuibles, que los otros mencionados, y, por lo tanto, con más posibilidades de apreciar sus características para una comparativa, que no pretende ahondar en otros detalles de tipología artística, más propia de peritos en esta materia, que, por otra parte, ha sido patente su definición históricamente poco acertada con respecto a esta imagen. De las imágenes de Cristo atribuibles a Diego de Aranda encontramos cierta cercanía con el Cristo del Calvario, llamado de la Expiración, por su antigua hermandad, que radicaba en la desaparecida iglesia de San Gil, de donde procedente, aunque hoy está la imagen en la de Santa Ana. 



Si complicado es hasta el momento definir la autoría de esta imagen de Jesús Yacente, más difícil es de aceptar la última aportación a este respecto, manifestada con motivo de su reciente restauración, que aboga por distanciar la antigüedad de su autoría hasta Jerónimo Quijano (aprox.1500-1563). Este escultor, aunque está documentada su presencia en Granada como colaborador de Felipe Bigarny hacia 1521, su actividad hasta su fallecimiento en 1563 la realizó en el reino de Murcia, donde se trasladó para trabajar en la Catedral de esa ciudad en 1526, como maestro mayor. Desde entonces en aquellas tierras desarrolló primordialmente su actividad conocida hasta su muerte en 1563, sin que esté documentada su presencia en Granada en esa última etapa de su vida, cuando en esta ciudad estaban en actividad los discípulos de Siloé e incluso él mismo, pues también falleció en 1563 y estuvo trabajando en la Catedral prácticamente hasta su muerte. Aunque nos acerquemos a la posible autoría de la imagen, dentro del ámbito de los discípulos de Siloé, y especialmente al de Diego de Aranda, la cuestión está aún pendiente de resolver.  

En aquel primer siglo de existencia de la hermandad (mediados del XVI a mediados del XVII) no sabemos qué imagen de Ntra. Sra. de la Soledad era a la que daba culto y procesionaba la cofradía, que pudo tratarse de una imagen de Dolor de talla completa, pues la hermandad se funda antes de que se impusiera el gusto prebarroco por la vestimenta de las imágenes. Es más, algunas cofradías de penitencia granadinas de época posteriormente cercana a la fundación de la hermandad, como la de los negros y mulatos, vestían a la titular mariana, Ntra. Sra. de la Encarnación, imagen de bulto redondo atribuida a Rojas, con manto negro y túnica para la procesión de Semana Santa.

Las cofradías, como ocurre en la actualidad, solían cambiar de imágenes para adaptarse a los gustos estilísticos que imperaban en cada época o para mejorar la calidad artística de sus efigies sagradas, cosa que resolvían más facilmente si las imágenes eran de su propiedad, como parece que era el caso de la hermandad de la Soledad en la que lo más probable sería que trajera consigo las imágenes Ntra. Sra. de la Cabeza y de la Soledad cuando se trasladó desde la Trinidad al convento de los carmelitas calzados a principio de los años cincuenta del siglo XVI, época en la que se le añaden las prácticas pasionistas y penitenciales. 

Eran numerosas las intervenciones en las imágenes de talla completa para adaptarlas a las necesidades que demandaba la corriente de realismo que imperaba en el periodo barroco, especialmente en sus principios, pues más adelante la mayor parte de los escultores se sometieron a este imperativo y consintieron, no sin resistencia, a realizar imágenes de vestir. Un ejemplo de dichas transformaciones en aquella época de mediados del siglo XVI ocurrió con la imagen de la sevillana Soledad de San Lorenzo, que originalmente era una imagen de bulto redondo policromada y no de candelero, en la que aparecen restos de ello en el torso de la imagen, llegándose a mutilar la escultura para ponerle un candelero y unos brazos articulados para facilitar la acción de vestirla. No descartemos, por lo tanto, en el caso de la primitiva imagen de la Soledad granadina que siguiera un proceso  semejante a la de Sevilla, para adaptarla al sentir popular de aquellos tiempos. 


Virgen de los Dolores S. XVI, Alhendín

Dolorosa de San Gil, atribuida a Diego de Aranda, S. XVI.

   
Era usual que las cofradías estuvieran abiertas al cambio de imágenes según los imperativos artísticos de cada momento o por el deterioro provocado en las mismas por el tiempo, aunque también hubiera casos de resistencia al cambio por la devoción adquirida por las imágenes, no exento de traumatismo en los cofrades y devotos, que, a veces, solo llevaba a adaptarlas a las exigencias del uso imperante. Así, en el caso de Ntra. Sra. de las Angustias, la actual patrona de la ciudad, su hermandad comenzó dando culto a un cuadro que representa el momento pasionista, relatado en el Evangelio de San Mateo, en el que Jesús, descendido de la cruz es entregado a su madre y reposa en su regazo. Este cuadro, objeto de la devoción inicial, no era lo más idóneo para cumplir las exigencias procesionales de representación de la escena pasionista en la calle y parece que se decidió realizar una imagen de bulto, representando a la Virgen doliente con el corazón traspasado por las siete espadas o Dolores de María, imagen genuflexa y con los brazos cruzados sobre el pecho, hoy desaparecida, aunque aún existía en el siglo XVIII, según el pintor y escultor Sánchez Saravia, y cuyo aspecto nos lo ofrece una vitela del libro de reglas de la hermandad.


Primera imagen  de bulto de Ntra. Sra. de las Angustias. Libro de Reglas

Tampoco esta imagen satisfacía las exigencias del misterio a representar y pronto fue sustituida por la actual, resultado de la composición de una Dolorosa erguida con una mesa delante de ella, representando el regazo de la Virgen sobre el que descansa la imagen yacente de Cristo y una cruz trasera exenta con los paños del descendimiento. Esta composición granadina y personalísima de las Angustias de María tuvo un notable éxito devocional, cuya iconografía fue imitada, no solo en los territorios del antiguo Reino de Granada, sino que se excedió, tanto por España como por los territorios de ultramar.

Con respecto a la imagen de la Soledad, desechando la posibilidad de que entre la primitiva con la que se fundara la cofradía y la que ha llegado hasta nuestro tiempo hubiera habido alguna otra, lo cierto es que en el último tercio del siglo XVII se encargaría la hechura de ésta última, que aparece en pleno barroco, cuando se había generalizado por los escultores la práctica de realizar imágenes de vestir o de candelero, aunque nunca dejaron de realizar las de bulto redondo, forma más completa e ineludible de expresión de las ideas artísticas.

Se trata de una imagen de vestir que sigue fielmente los cánones de la escuela granadina del arte barroco, que ya marcara Alonso Cano y otros señeros escultores de dicha escuela y que, al menos, desde los años veinte del pasado siglo XX se viene atribuyendo al insigne Pedro de Mena. No existe documento que confirme dicha atribución, ni se conoce estudio crítico de esa época ni anterior a ella que avale tal atribución, que probablemente parta de los tiempos de la reorganización de la hermandad en los mencionados años veinte del pasado siglo. Ni las guías artísticas de la ciudad, como la de Gómez Moreno o la de Gallego y Burín, mencionan tal atribución, ni hacen referencia a la imagen cuando se refieren al monasterio de Santa Paula, donde entonces residía la imagen. 



Se trata de una Dolorosa que se realizaría en del último tercio del siglo XVII, época en la que la hermandad gozaba de cierto esplendor y en cuya capilla se fundaron algunas capellanías especialmente las de un rico mercader de telas, llamado Tomás López de Rojas, que en 1673 fundó cuatro de ellas por importe de 4.000 ducados con garantía de censos sobre varios inmuebles de su propiedad. Del importe de esta operación se habían de destinar 200 ducados al adorno y ornamentación de la capilla de la Soledad. La contrapartida de todo ello era la celebración en su capilla de ciento cincuenta misas anuales por su alma. Pasado el tiempo, parece que el adorno de la capilla no presentó el resultado esperado, que ordenaba la última voluntad del fundador, denunciándose el hecho ante la justicia episcopal en 1683. Como resultado de este litigio se dicta sentencia al año siguiente en la que no se llega a aclarar cómo se invirtió el dinero destinado a dotar de elementos artísticos la capilla, deduciendo los investigadores del documento que describe el asunto, hallado recientemente, la hipótesis de que el dinero adscrito al adorno de la capilla se empleara en pagar la hechura de la imagen de la Virgen de la Soledad (9).  

Según la referida hipótesis, la imagen de Ntra. Sra. de la Soledad, a la que aún venera la hermandad, se pudo realizar en los años que median entre 1673, en el que se fundó la capellanía y el de 1683 en el que se interpone el pleito. No es una suposición descabellada, aunque lo cierto es que aún no contamos con una base documental que resuelva la incógnita de la autoría de tan excelsa Dolorosa. Normalmente, la contratación de obras artísticas se realizaba en aquellos siglos mediante escritura pública en la que se fijaban el precio, plazo, condiciones y las características de la obra. Algunas de las pocas autorías se han descubierto por la referencia de ellas en otros documentos indirectos, como pleitos, inventarios de hermandades, descripciones de templos, crónicas...etc. Los documentos más directos, como las escrituras de encargo, lamentablemente una parte de esos valiosos documentos se perdieron en el incendio en el siglo XIX de la siloesca Casa de los Miradores, donde se guardaba el archivo de protocolos notariales. Es de esperar que se produzca la improbable sorpresa de encontrar algunos de esos documentos indirectos que nos despeje la incógnita,

A parte del encargo de la nueva imagen es exponente del esplendor al que parece llegar la hermandad en el último tercio del siglo XVII, lo constituye también la realización de unas andas de plata para procesionar a la Virgen de la Soledad, que fueron encargadas por sus horquilleros al platero Andrés Ortiz en 1665 con un costo de 18.480 reales de vellón. También, el encargo se completó con una cruz grande con su peana que se situaría detrás de la imagen de la Virgen, para resaltar la Soledad de María y la cruz que quedó vacía en el Calvario. Se constata además en este encargo comprendió una peana para la imagen y cuatro varales con sus pilastras, lo que nos puede indicar que el paso llevaba palio (10).

Soledad de Antequera

Precisamente, la época de hechura de la nueva imagen de la Virgen coincidía con tiempos de auge de la hermandad y de madurez de los artistas más significativos del barroco granadino, como los Moras  o Pedro de Mena, que residente en Málaga no había renunciado a su presencia en Granada a través de agentes y seguidores e incluso de sus hijas, religiosas cistercienses y escultoras, vivían en Granada en el convento de San Bernardo. Lo cierto es, que la imagen de la Soledad no parece deberse a la gubia de Pedro de Mena, como tradicionalmente se ha atribuido, pues ni se acerca a los parámetros estilísticos de sus muchas Dolorosa de medio cuerpo o busto, ni a las escasísimas de vestir que realizara, de las que solo conozco una: la desaparecida de la iglesia parroquial de los Santos Mártires de Málaga, que no tiene nada que ver con la imagen de la Soledad granadina, que como afirma don Juan Jesús López-Guadalupe, esta imagen "persigue un aislamiento y sobriedad expresiva, distante del gesto declamatorio de las Dolorosas de vestir del maestro granadino (refiriéndose a Pedro de Mena), como la desaparecida de la iglesia de los Mártires de Málaga". 

Pedro de Mena, Dolorosa de la iglesia de los Mártires (Málaga). Fot. R. de Urueta.



5. El cenit de la procesión barroca

También, los del último tercio del siglo XVII fueron años de revitalización y auge de la Semana Santa popular con la proliferación de nuevas hermandades de penitencia: Nazarenos de la Victoria, de la Merced o de la Trinidad, Humildad de la Merced, Ntra. Sra. de las Agonías del convento de Belén,  Consolación del convento de San Francisco...etc. o meramente pasionistas, como las de los Cristos de San Agustín, de la Salud de San Andrés o la del Cristo de los Favores.

De la austeridad con la que se desarrollaban las estaciones de penitencia, desde que nacieron sus primeras hermandades en la Granada del Siglo XVI, en las que los cofrades deseaban sentir físicamente los padecimientos de Jesús durante su Pasión, recurriendo a la pública flagelación, se va evolucionando paulatinamente a lo largo del siglo XVII hacia elementos teatrales y, a veces, algo fatuos en dichas estaciones de penitencia. No solo se pretendía la imitación a Cristo en sus padecimientos, sino también un relato lo más realista posible de las escenas de la Pasión y del entorno histórico en que ocurrieron, con alusiones catequísticas alegóricas al Nuevo y al Antiguo Testamento y recrear la presencia del imperio romano, bajo cuyo poder se desarrollaron los acontecimientos pasionistas, con los llamados "armaos" y emperadores romanos. 

Sepultura de Cristo por Ticiano. Museo del Prado

Unas coplas en verso y prosa que se publicaron en 1718 en un folleto anónimo y que la revista Eco de Granada, hacía público en la Semana Santa de 1957, describía la procesión barroca, en esta ocasión de la Hermandad del Santo Entierro y Ntra. Sra. de las Tres Necesidades del Viernes Santo 15 de abril, describiéndola con sus alegorías de la siguiente forma:   

 "Iba el estandarte del Santo Entierro, lo llevaba don Francisco Cañaveral y Vargas con el Excmo. Sr. don José de los Ríos, general de galeras y Excmo. Señor don Gonzalo Zegrí, general de costa y nobleza. Iban los siete pecados mortales capitales, la Soberbia con peto y tonelete, manto y botines color de fuego el rostro muy encendido y en la cabeza un capacete de víboras, cadena al pie y en el pecho una tarjeta con texto de los Proverbios "Ubi fuerit superbia, ubi cum tu melia" y la explicación en verso en castellano:

Si volcanes respiro e infiernos broto

si soberbia es infierno en mi mesma,

si me desprecia el día con sus luces,

donde está la soberbia está la afrenta".

"Después la Avaricia, vestida adecuadamente, y la Lujuria de cotilla y tonelete, manto encarnado y aderezado confusamente, variedad de joyas y piedras preciosas, rostro afeminado, cadena al pie y capacete de víboras.

Que mucho que confusa titubee

si mi propio placer es mi color,

pues siendo en mí tan clara la lujuria,

en la lujuria está la confusión.

Seguían la Ira, la Gula, la Envidia, la Pereza  y Judas, la Muerte, Ángeles y Virtudes. La copla de Judas era:

Dichoso puede ser cuando elegido

como bueno me entraron en docena

más dándome los vicios intereses

el demonio entró en mí para mi venta.

"También iba la Muerte, empuñando su guadaña y San Miguel acompañado de ocho ángeles. Otros pasos los formaban la Humanidad, la Paciencia, la Caridad, la Castidad, la Largueza, la Diligencia, la Templanza y el Amor de Cristo".

El paso del Sepulcro lo formaban: "un capitán con 55 jóvenes soldados en algún modo al traje romano" y "le seguía la cruz parroquial, varias comunidades religiosas, devotos con hachas encendidas, los Siete Patriarcas (José, Benjamín, Isaac, Moisés, Bel, Noé y Josué, y ocho hombres armados vestidos de luto con pendones negros y atambores destemplados, doce chías, José de Arimatea, Nicodemus, la Magdalena y las cinco reinas Judit, Ester, Abigael, Deborah y Saba, y llevando sus faldas a guisa de pajes los cinco sentidos corporales".

"Los Hijos de Jerusalén iban representados por siete niños con monjiles negros: iban junto al sepulcro y era el último paso de la luctuosa procesión el de la Virgen de los Dolores rodeado de doscientas cincuenta luces y un ángel que llevaba el manto de la Virgen".

Procesión con la Muerte. Pintor Solana. Museo Reina Sofía

De este documento y de otro similar sobre la procesión de la Semana Santa del año 1742 podemos deducir que no todos los años se repetían las mismas alegorías y personajes bíblicos. Ese año acompañando al paso del Sepulcro iban los simulacros de los elementos Tierra, Aire, Fuego y Agua, siendo San Antón el jeroglífico del fuego; San Dionisio Aeropaguita, el de la Tierra; San Juan Evangelista, el del Aire; San Pedro, el del agua. También iban los personajes bíblicos de Abel, Sansón, José, David, Salomón, Job, Jonás, Isaías, Daniel, Jacob y los emperadores romanos Tito y Vespasiano, así como las tres sibilas: Pérsica, Líbica y Sarmia más José de Arimatea y Nicodemo. La Muerte y el Diablo sujeto a una cadena por el Arcángel San Miguel, cantando la victoria de Cristo sobre ellos.

No cabe duda que la Hermandad de la Soledad, en emulación casi constante con la del Santo Entierro y Tres Necesidades, contaba en su procesión con este tipo de elementos, aunque presentando una mayor modestia y menor número de ellos. También las diferenciaba, a mi juicio, un momento pasionista distinto, pues mientras la hermandad de la Tres Necesidades catequizaba al menos a partir de 1675, año en el que se procesiona la imagen de Cristo dentro de la urna, es decir ya sepultado, la de la Soledad   en con  El hecho de que la del Santo Sepulcro o Entierro gozaba de un carácter, al menos, oficioso de procesión oficial de la Semana Santa, precisamente una de las razones de su rivalidad con la hermandad de la Soledad siempre procesionó al Cristo Yacente sobre unas angarillas, representando con ello el traslado de Jesús desde el patíbulo de la cruz a la sepultura.

Ntra. Sra. de las Tres Necesidades (actual Esperanza). Revista Granada Gráfica


6. Rivalidad entre las hermandades de la Soledad y las Tres Necesidades 

Ya desde finales del siglo XVI las cofradías van adquiriendo un creciente boato en sus estaciones de penitencia y, con ello, se aprecia una rivalidad entre algunas de ellas por emular la fastuosidad en su procesión de Semana Santa, competitividad desembocaba en muchas ocasiones en roces y pleitos y las amonestaciones de la autoridad eclesiástica con las que no dejaba de reprimir, cosa que ya se documenta por el cronista de la época Henríquez de Jorquera en 1639:
" (...) y la cofradía de la Soledad quiso salir en competencia de esa otra (la Oración en el Huerto) y estando ya para salir el Viernes Santo mandó el señor porvisor que no saliese, pena de descomunión mayor y obedeciendo el mandato no salieron y esto fue por los grandes gastos que tenían hechos que dedican a la pasión y soledad, que más pertenecía para fiestas que para tristeças". 
Otro cronista del siglo XVIII, el trinitario Padre de la Chica Benavides, nos informa de la rivalidad sempiterna entre la hermandad de la Soledad y la del Entierro de Cristo y Tres Necesidades por ostentar ambas cofradías el título de Entierro de Cristo, que en varias ocasiones se encontraron en los tribunales para dirimir esta y otras cuestiones:
  
" (...) pleytearon sobre primacía y antes de pronunciarse sentencia por el ordinario, se le dio traslado a esta hermandad de las Necesidades, la que sólo pidió reserva de su derecho, y dexar abierto el juicio, para cuando tuviera por oportuno pedir lo que bien le estuviese; y lo mismo le fue otorgado" (11).

 

Arzobispo Barroeta y Ángel, pontificado en que se firma la concordia

Los conflictos entre ambas hermandades se solían dirimir con una transacción, a veces impuesta por la autoridad eclesiástica, y así iban conviviendo a lo largo del tiempo. De los acuerdos que resultaban, quizás el más significativo fue el que se suscribió el día 8 de julio de 1770, formalizado el 11 de octubre de dicho año por medio de una escritura de concordia por los comisarios de la hermandad de Nuestra Señora de las Tres Necesidades y Entierro de Cristo, Juan Ortiz y Cristóbal Sánchez, y por los de  la hermandad de María Santísima de la Soledad y Entierro de Cristo, Vicente Aranda, y Miguel Merino. En ella declaraban, que desde tiempos anteriores y guiados por santo celo en la devoción a sus imágenes en sus procesiones de Santo Entierro sacaban una escuadra de soldados armados, pero que esa intención devota y de culto se había convertido en objeto de irrisión y burla, pues la gente ponía su atención más en los formidables plumeros de los soldados y demás pertrechos con los se adornaban, que en la devoción y respeto que la representación del santo funeral requería. Además de todo esto declaraban que ello suponía unos excesivos e infructuosos gastos para dichas hermandades y una competencia y discusión sobre cual había salido con más o menos lucimiento:
"(...) apartándose nuestros hermanos y aun devotos de la justa y debida devoción y fin principal para que fueron instituidas y lo que más que dan motivo a que se diga, como en efecto se dice, que es una falsa y mal entendida devoción (...).

Para remediar estos y otros inconvenientes formalizaban una concordia, que afectaría a presentes y futuros hermanos, acordándose que ambas procesiones no salieren el mismo año, sino que se alternasen, debiendo de salir las Tres Necesidades los años pares y la Soledad los impares. No obstante, en las procesiones de cada una de ellas saldría una representación de la otra y no solo en sus procesiones del Viernes Santo, también habría de invitarse la una a la otra: 

" (...) a de convidarse en cualquier otro asunto que se les ofrezca en que una u otra quiera o necesite conjuntarse para conferir convidarse o notificarse por medio de esquelas que formará el secretario de la hermandad que pida lo que se le ofrezca a la otra se la ha de entregar al secretario para que haga notoria la pretensión (...) condiciones que se han de cumplir para la paz , unión y concordia que deseamos tengan dichas nuestras dos hermandades".

Sin embargo, poco duró la paz entre ambas cofradías, pues en 1777, año en el que le correspondía sacar la procesión a la hermandad de la Soledad, se reproduce la conflictividad entre ellas. En esta ocasión, el secretario de la Soledad, Pedro de la Torre y Contreras, dirige al secretario de las Tres Necesidades, Manuel de Navas Crespo, el oficio de invitación preceptivo al acto previo a la procesión, que se celebraba por la mañana del domingo Laetare, el cuarto de Cuaresma, con la función de exposición pública del estandarte de la hermandad, celebración a la que asistieron y fueron recibidos los representantes de las Tres Necesidades.

Ese mismo día la hermandad de la Soledad acordó hacer una modificación del itinerario de su procesión para evitar pasar por la Plaza Nueva tres veces. Más bien parecía una excusa esa modificación de itinerario, porque parece que la procesión de la Soledad debía de pasar por la iglesia de San Gil, sede de las Tres Necesidades, para, según el protocolo de la concordia suscrita, recoger la representación de la hermandad de las Tres Necesidades y luego volver a pasar por San Gil al regreso para despedir en su iglesia a dicha hermandad. Con la escasa claridad de los términos con los que se expresa la hermandad de la Soledad en este asunto y la débil excusa con que justifica el cambio de itinerario: la angostura de aquellas calles (como la de Monjas del Carmen) y lo áspero de su morfología, en el caso de la Placeta de Cuchilleros), nos da la impresión que el deseo de la hermandad de la Soledad era evitar el deslucimiento de su comitiva procesional por aquellos lugares estrechos y empinados (decía que en ellos peligraba la estabilidad de sus imágenes), y por otro lado, no enfadar a la hermandad de las Tres Necesidades al suprimir alguna de las veces el paso de la procesión por su sede de San Gil.

Marco urbano donde se desarrollaba la procesión. A la derecha de Bibrambla y el río,
el convento del Carmen 6.  A Catedral y arriba Plaza Nueva, junto a la iglesia de San Gil


La reacción de la hermandad de San Gil fue contraria a lo que se pretendía, acusando a la de la Soledad de incumplir lo pactado en la concordia de consensuar entre ambas cualquier modificación del estatu quo que se había establecido. Como consecuencia, ambas hermandades volvieron a judicializar sus discrepancias ante las jurisdicciones eclesiástica y civil, prohibiendo la salida procesional de ese año el provisor de la diócesis, don Antonio de la Plata:
 
" (...) he tenido con acuerdo el Ilmo, Sr. Arzobispo, que negar absolutamente la licencia de esta jurisdicción para que se forme y salga la procesión, evitando de este modo la turbación y escándalo, que es de temer en el estado de resentimiento y quejas en que hay abierto en ambas hermandades". (12).
El decreto del tribunal eclesiástico prohibiendo la procesión, el provisor de la Plata lo comunica al Corregidor, don Miguel Daza Loaisa, y al Presidente de la Real Chancillería, don Manuel Doz, que había dado permiso para la salida de la procesión, que dicho permiso solo se entiende en cuanto a la jurisdicción civil y no la eclesiástica y le informa "(...) de la descoordinación con que están los ánimos de los individuos de esta hermandad y de la que se sirve en la parroquial de San Gil con el titulo de las Necesidades (…) a concedernos recelo que el permiso para la salida de la procesión ha de originar algunas inquietudes y perjuicios (...)". Termina pidiéndole el arzobispo que desestime todo recurso que intente interponer cualquiera de la dos hermandades.
 

Arzobispo Jorge y Galván, en su mandato se produce el conflicto de intento de variación de itinerario


En el resto del siglo parece que no se registran incidentes notables entre ambas cofradías, quizá por pesar sobre ellas la amenazante espada de Damocles por intento decidido por parte de las autoridades civiles y religiosas de tratar de suprimirlas o prohibir sus estaciones de penitencia. Eran tiempos, los de las últimas décadas del siglo XVIII, de  difícil supervivencia para las cofradías; las ideas de la Ilustración habían calado sólidamente en las jerarquías gobernantes civiles, e incluso eclesiásticas, y se habían manifestado mediante normativas legales, que suprimían expresiones populares religiosas, entendidas como prácticas supersticiosas y contrarias a una religiosidad más racional y espiritualista y no basada en el boato y lucimiento que caracterizaba a las procesiones de las hermandades, que por su excesivo gasto arruinaba sus haciendas y presionaban a los fieles en sus continuas demandas. Ya anteriormente se habían suprimido los flagelantes y en la década de los años setenta se hizo con los armados, aunque, a veces, se burlaba la prohibición.

También, se intentaba regularizar las cofradías, muchas de ellas sin estatutos aprobados, ordenando fueran presentados al Consejo de Castilla para su aprobación (de hecho, se le recogieron a las dos hermandades de Entierro granadinas). Ya el informe arzobispal sobre el estado de las hermandades de 1769 no fue favorable a las prácticas que desarrollaban las cofradías de penitencia:
"En las procesiones de Semana Santa aún hay mayores excesos, como son la inquietud y alborotos con que se comienza y terminan en el recinto de las iglesias de donde salen, siendo más deformes y deplorables en las iglesias cuya procesiones son el Jueves y Viernes Santos, en que está el Señor en monumento por irreverentes a tan adorable Sacramento y mucho menos se puede explicar los que sucede por la procesión del citado convento de los Mártires (la de Jesús Nazareno)  en el año que sale, por hacerse la prevención y disposición de ella por gran parte de aquella Santa Noche al concurso de muchas gentes que para pasarla en vela, se previenen de cenas y bebidas (...); ello es cierto que o por las experimentadas de antiguo o por la temidas, siempre la iglesia y sitio de dicho convento en los años que sale la procesión es el primer cuidado de los justicias y rondas en toda la noche del Jueves Santo".


 

Nuestra Señora de la Soledad. Foto. A. Padial


7. El siglo XIX. Tiempos de cambios profundos

Los finales del siglo XVIII y principios del XIX serán los años en los que se engendra por el racionalismo ilustrado los fenómenos revolucionarios que ahogarán, muchas veces con sangre, la resistencia del Antiguo Régimen; que, no obstante, en España reflotará de forma intermitente, con el resultado de cruentos enfrentamientos. Muchas cofradías, ya muy debilitadas por los avatares en los que las situó la Ilustración desaparecerán, y otras, las menos, llevarán una lánguida existencia a lo largo del siglo XIX.

Pocas hermandades de penitencia traspasarían el umbral del siglo XIX, aunque aun muchas de ellas realizaban sus procesiones en la última década del siglo XVIII, como la de Jesús Nazareno del convento de la Trinidad, heredera de la Pasión de Jesucristo; las de Jesús de la Humildad y Jesús Nazareno, ambas del convento de la Merced; la de Ntra. Sra. de las Angustias; y las tres del convento de San Francisco "Casa Grande" (la Santa Vera Cruz, Ntra. Sra. de Consolación y la de Jesús de las Tres Caídas), que la realizaban el Jueves Santo; finalizando con las de Ntra. Sra. de la Soledad y Entierro de Cristo y la del Santo Sepulcro y Ntra. Sra. de las Tres Necesidades, del convento de carmelitas de Ntra. Sra. de la Cabeza y de San Gil, respectivamente, alternándose ambas en años pares e impares. Es decir, nueve hermandades aún realizaban estaciones de penitencia en la década finisecular. 

Este panorama procesional variaría sustancialmente al comienzo del siglo XIX, en el que no hay noticias de las procesiones, manteniendo, al menos, su existencia las hermandades de Ntra. Sra. e las Angustias, de la Soledad, de las Tres Necesidades y la de Ntra. Sra. de la Consolación, aunque ésta había abandonado el convento de San Francisco para instalarse en la iglesia parroquial de San Matías, pero sin realizar estación de penitencia. La desamortización de Godoy a finales de la última década del siglo XVIII, quizá tuviera algo que ver con la desaparición del resto de cofradías. 

La invasión de la ciudad por el ejército napoleónico al mando del General Sebastiani se produjo el 28 de enero de 1810 y vendría a distorsionar aún más el panorama descrito, con la ocupación y expolio de conventos, y expulsión de las cofradías residentes en ellos. El 18 de agosto de 1809, el rey José I Bonaparte había decretado la supresión de todos los conventos de frailes de España y sus dominios de ultramar. El convento del Carmen quedó ocupado para necesidades militares y su iglesia dedicada a almacén de paja, ocupando ésta una altura considerable. La Cofradía de la Soledad y sus imágenes, tuvieron que buscar asilo en otro lugar, probablemente en la parroquial del Sagrario, a cuyo término jurisdiccional pertenecía el convento, aunque en algunos casos similares las imágenes se albergaban en alguna casa de mayordomos o hermanos mayores.

Corral del Carbón e iglesia del Carmen. Lit. David Roberts 1836


Finalizada la Guerra de la Independencia y expulsadas las tropas francesas, los frailes carmelitas regresaron a su convento, llevando a cabo la ingente tarea de su restauración por el desastroso estado en el que las tropas francesas lo había dejado. Con los frailes regresó la hermandad de la Soledad con sus imágenes, habiendo constancia de que ya estaba en la iglesia antes de 1819, pues ese año el arzobispo de Granada, don Blas Joaquín Álvarez de Palma, dictó una serie de prohibiciones a la hermandad de la Soledad, que siguiendo aún los acuerdos de la concordia le correspondía organizar la procesión del Santo Entierro, por ser año impar. 

Dichas prohibiciones consistieron en ordenar que no salieran en la procesión, en el empeño secular de la autoridad eclesiástica de dar más austeridad a las procesiones de la Semana Santa, las chías y los armados. Se ordenó que las músicas, que probablemente con la procesión barroca y el auge de las bandas militares se había apartado del carácter sacro de otros tiempos, fueran lúgubres y patéticas, como correspondía al drama de la Pasión que se representaba. A pesar de lo cual, la Hermandad decidió que las chías participaron, como era tradicional, en el cortejo procesional. También se dictaminó que la procesión debería de estar de vuelta antes de las siete de la tarde.  El incumplimiento de lo ordenado les acarreó la multa de la nada desdeñable suma cuatrocientos ducados, a pagar conjuntamente por el prior de los Carmelitas (fray Juan Segura) y el secretario (José Moreno Bravo), el maestro de ceremonias de la Catedral (Manuel Jiménez Pérez) y el "bienhechor de la hermandad", entendemos que de la Soledad, Miguel Rodríguez de Aumente. 

Al siguiente año, que correspondía organizar la procesión del Viernes Santo a la Hermandad del Santo Entierro y Tres Necesidades, solicitó esta hermandad licencia a la Real Chancillería y al Arzobispado para su salida procesional, cosa que se concede, al parecer,  pues con fecha 21 de febrero  ordena la Real Chancillería que “Se devuelva otro memorial a los referidos hermanos con la oportuna certificación para que usen las licencias que les están concedidas bajo las restricciones y cualidades que en estos decretos se previenen”.

Durante los años siguientes correspondientes al denominado Trienio Liberal, en el que se recrudece el anticlericalismo; a la Cofradía de la Soledad, al igual que otras que quedasen de Semana Santa, les sería dificultoso realizar la estación de penitencia, pues estaba prohibido por la autoridad civil procesionar imágenes. Terminado dicho periodo en octubre de 1823, le sucede la llamada Década Ominosa con la entrada en España, desde Francia, de los llamados los Cien mil hijos de San Luis con objeto de  amparar  en nuestro país el regreso del absolutismo en su forma más radical. Ello, no obstante, va a favorecer el restablecimiento de las manifestaciones públicas de religiosidad popular, de forma que, el 11 de marzo de 1825, se vuelve a autorizar a la cofradía de las Tres Necesidades para realizar la procesión del Viernes Santo. A la Soledad, probablemente, no le correspondía salir ese año, según licencia del arzobispado, que consta en el Archivo de la Real Chancillería:

“Por lo que concedemos licencia para en la tarde del próximo Viernes Santo, de este año salga la procesión del Santo Entierro de Cristo de la Parroquia de San Gil por la estación acostumbrada sin que en ella vayan las chías, armados, ni otras representaciones impropias de un acto tan religioso y circunspecto, previendo que los bocineros (chías) no han de llevar colas ni color, coronas ni adornos de flores, que las sonoras músicas que acompañen sean patéticas y lúgubres, que se excuse el desmesurado e inútil fausto de los sirios de cuatro pabilos en que se consume y derrama por lujo mucha cera y que para costear los gastos no se exija a los hermanos ni a  los fieles cantidad alguna determinada, más que la limosna que voluntariamente quiera dar cada uno (...) y que la procesión esté de vuelta a la iglesia antes de que anochezca. El Arzobispo y por mando del mismo SD Juan Antonio Barreiro- Secretario”.


Parte del documento del acuerdo de 1827 entre ambas hermandades



La procesión del año 1827 le correspondía organizarla a la Hermandad de las Tres Necesidades, pero la de la Soledad le comunicó que si no la podía realizar estaba dispuesta a hacerlo ella y había hecho las gestiones pertinentes para obtener la licencia del arzobispado y tener dispuesta la pública, que se hacía la mañana del miércoles, para pedir limosna por las calles de la ciudad y pidió que dicha pública se recibiese en San Gil, sede de las Tres Necesidades. 

Esta iniciativa de la Hermandad de la Soledad se debió a que la otra cofradía había manifestado no estar en condiciones de realizar gasto alguno, renunciando a organizar la procesión. No obstante, en la junta celebrada el día 11 de marzo de aquel año la hermandad de las Tres Necesidades cambió de parecer y acordó organizar la procesión del Viernes Santo, pidiendo al Provisor de la diócesis suspendiera la pública de la Hermandad de la Soledad y que se le abonarían los gastos que hubiesen realizado hasta ese momento,  aunque la hermandad de San Gil no acostumbraba a realiza pública alguna y solo "ponía el estandarte en el sitio de costumbre", donde parece evidente que recibía limosnas para la procesión. 

De este conflicto de 1827 se llegó a un acuerdo ante el provisor por el que la hermandad de las Tres Necesidades agradecía a la cofradía de la Soledad el haber declinado su derecho a realizar la procesión a favor de ella; que la Soledad podría realizar su pública, que llegaría hasta la iglesia de San Gil, para ser recibida por la hermandad de la Tres Necesidades, como acto de fraternidad entre ambas, y desde ese templo se le uniría la comisión de las Tres Necesidades, para que el público quedara satisfecho y evitar así la censura de los ciudadanos.

Aunque no aparece muy claro en el acuerdo tercero del documento suscrito, parece que se adquiere el compromiso de que la imagen de la Virgen que se procesionaría, sería la de la hermandad que no le correspondía organizar la procesión y viceversa. Es decir, que cuando, como ese año, le correspondía a la hermandad de San Gil, se procesionaría al Cristo de la Urna con la Virgen de la Soledad, y cuando le correspondiera a la hermandad de la Soledad, ésta procesionaría con el Cristo Yacente a Ntra. Sra. de las Tres Necesidades. Por último, se acuerda que en adelante serían los años impares cuando le correspondiera sacar la procesión a la hermandad de las Tres Necesidades y los años pares a la de la Soledad, al contrario de como se había estipulado en la concordia de 1770 (14).

La pública se trataba de una comitiva que anunciaba la procesión y se encargaba de recoger limosnas para ayudar a financiar la misma. La comitiva partía del convento de Carmen y recorría el itinerario de la procesión del Viernes Santo, pasando, según lo acordado, para ser recibida en la iglesia de San Gil por la comisión de las Tres Necesidades, que algunos años se unía a ella. En dicha comitiva participaban las chías de la hermandad con sus largas trompetas o bocinas de sones lúgubres y lastimeros, más una o dos bandas de música. Todo ello resultaría muy atractivo para el pueblo, que lo informaba del itinerario y lo preparaba para la celebración de la Semana Santa. 

Convento del Carmen en 1835, antes de ser destruida su iglesia, donde la hermandad estuvo casi 290 años. Grabado de la revista El Artista. Madrid
 

8. La decadencia de la Hermandad de la Soledad

La Década Ominosa finalizó con la muerte de Fernando VII en septiembre de 1833 y las procesiones del Viernes Santo de ambas hermandades seguirían alternándose con las correspondientes licencias hasta la promulgación del Estado Liberal en 1834 con el gobierno moderado del granadino Martínez de la Rosa, que finalizó con su dimisión en el verano de 1835 y se dio paso a un gobierno liberal más radical con Juan Álvarez de Mendizábal. 

Hasta ese momento la Semana Santa de Granada vendría celebrándose con dos procesiones:  la del Jueves Santo, con la hermandad de las Angustias, y la del Viernes Santo, con las alternancias de las hermandades de la Soledad y de las Tres Necesidades. No se tienen noticias de que en esta época saliesen las otras hermandades que lo hicieran a finales del siglo XVIII o principios del XIX, como la Vera Cruz, las Tres Caídas o los Nazarenos de la Merced y de la Trinidad, que seguramente fueron desapareciendo con la Invasión Francesa y su ocupación de los conventos, donde radicaban la mayor parte de ellas.

La situación de la Hermandad de la Soledad cambiaría radicalmente en 1836 al haberse suprimido los conventos, especialmente los masculinos, con la exclaustración de sus frailes y la desamortización de sus bienes decretadas por el gobierno de Mendizábal. La cofradía fue expulsada del convento del Carmen, trasladándolo temporalmente sus imágenes a la iglesia del Sagrario, parroquia a la que pertenecía dicho cenobio. Ya antes de esa fecha, en junio de 1835, "la milicia urbana se traslada al Convento de Carmelitas Calzados que ha cedido parte del edificio. En él hay un gran claustro donde se puede formar el batallón" (15). Probablemente, los frailes, presionados por las autoridades, consintieran ceder parte del convento para evitar los males mayores que vendrían poco después.

El arco que queda actualmente de la portada de la iglesia del Convento del Carmen
Foto. Antonio Padial

La Semana Santa de 1836 se celebró con solo la procesión de la Virgen de las Angustias, cuya hermandad había trasladado ese año su estación de penitencia al Viernes Santo, en lugar del Jueves Santo como era costumbre; se hizo así para que hubiese al menos una procesión en ese día, ya que las hermandades de las Tres Necesidades y de la Soledad, ésta probablemente ya en la iglesia del Sagrario, no estaban en condiciones de hacerlo o por habérseles prohibido su salida, supresión que hubiese sido más difícil en el caso de las Angustias, por la gran devoción que suscitaba su imagen en el pueblo granadino. De hecho, la procesión de las Angustias se había suspendido por las autoridades liberales, pero ante el gran descontento popular producido rectificaron su postura e, incluso, el Batallón de la Milicia Nacional sufragó  los gastos de la procesión (16).

En un inventario de la iglesia del convento del Carmen, publicado en el B.O.P de 17 de julio de 1837, aparece solo la escueta reseña de "Capilla de Nuestra Señora de la Soledad y Santo Sepulcro con lámpara de lata", sin hacer referencia a la imagen del la Soledad, ni a la del Cristo Yacente, ni a otras pertenencias de la hermandad, por lo que se puede deducir que ya no estaban en esa fecha en dicha iglesia, sino que se habían trasladado a la del Sagrario. 

En esa iglesia estarían las imágenes y la cofradía hasta 1839, año en que fueron reclamadas por las monjas jerónimas del Monasterio de Santa Paula, que habían sufrido también la desamortización de su convento, como ocurrió con el del Santo Ángel Custodio y otros femeninos, aunque poco después les serían devueltos, aunque carentes de las obras de arte y otras alhajas, que les habían sido expropiadas. Entre tanto, las jerónimas se instalaron en el convento de San Bernardo, pero  al volver a Santa Paula su iglesia estaba prácticamente carente de retablos e imágenes. Por este motivo, la priora, Sor María de la Encarnación, solicitó en mayo de ese año al Gobernador Eclesiástico y Vicario General, don Antonio Alcántara y Navarro, que le fueron cedidas a su monasterio las imágenes de Ntra. Sra. de la Soledad y del Señor del Sepulcro, para darles culto en el Monasterio de Santa Paula; petición que fue atendida por el referido Gobernador y Vicario General (17).

Portada de la iglesia de Santa Paula, donde la hermandad estuvo 140 años. Foto Antonio Padial

Todos estos acontecimientos, debieron dejar a la Hermandad de la Soledad muy mermada, quedándole el consuelo de tener sus sagradas imágenes a salvo y con culto en la iglesia del monasterio de las jerónimas. Allí, los cofrades que quedaran con ayuda de algunos devotos del barrio del Boquerón, donde está ubicado el monasterio, organizaron la procesión del Viernes Santo de 1840, manteniendo la concordia de la alternancia en organizarla con la Hermandad de las Tres Necesidades, y anuncian:
" Que el día 18 de Abril a sus tres de la tarde, saldrá del Monasterio de Santa Paula, con la magnificencia debida, el Santo Entierro de Cristo, en el que hará estación desde dicho monasterio por las calles de Azacaya, Elvira, Pilar del Toro, Plaza Nueva, Zacatín, Plaza de la Constitución (Bibrambla), calle de Mesones, Capuchinas, Placeta de Pasiegas, Santa Iglesia Catedral, calle de la Cárcel Baja, Placeta de Villamena, San Agustín  y Tendilla para entrar en dicho Monasterio. Se ruega a los señores alcaldes constitucionales y señores curas párrocos que den la mayor publicidad posible a este anuncio”(18). 

Del referido anuncio, llama la atención  lo temprano de la salida de la procesión (a las tres de la tarde). Eran estas horas las habituales para estas celebraciones en aquellos tiempos y en los siglos precedentes. También se percibe cierta prudencia aconsejada por la inseguridad, rebeliones y pronunciamientos derivados de las luchas entre liberales y absolutistas, con facciones de exacerbado radicalismo, que aconsejaban dicha prudencia; los obispos y autoridades civiles, que sólo autorizaran las procesiones si al oscurecer habían regresado a sus templos, porque con la oscuridad de la noche las acciones violentas podrían mostrarse más propicias y verse más amparadas.

En los tres años siguientes, no se celebraron procesiones de Semana Santa, al menos la del Entierro de Cristo; quizá la de las Angustias lo hiciera por la gran devoción que suscitaba en el pueblo y no atreverse las autoridades liberales a suprimirla, aunque no tenemos noticias ciertas de que lo hiciera. Sí se celebraron en 1844 con el esquema que se había perfilado los años anteriores, es decir, el Jueves Santo con la estación de penitencia de la Hermandad de la Virgen de las Angustias, aunque fue suspendida por causa de la lluvia para trasladarla al Domingo de Resurrección, y el Viernes Santo con la del Santo Entierro de Cristo, que ese año le correspondía organizarla a la de las Tres Necesidades de la iglesia de San Gil.

“Las funciones de Semana Santa van a celebrarse con toda solemnidad. El Excmo. Ayuntamiento Constitucional y un crecido número de vecinos, a pesar de las dificultades que se presentaron para que tan laudable acto se celebrara, se han superado gracias al religioso celo. El Jueves Santo saldrá con toda pompa y aparato la procesión de la Virgen de las Angustias, excelsa patrona de esta ciudad. El Viernes Santo saldrá el Entierro de Cristo. No se perdonará gasto ninguno y se superará en lujo a todos los celebrados de muchos acá. El día 28 Jueves anterior salieron las más notables personas a  hacer las demandas. Y el pueblo contribuyó con generosidad. Se dispone a reanudar las practicas religiosas de nuestros mayores olvidadas desgraciadamente por la Revolución que nos devora y por la   intolerancia con que gobernantes de infeliz memoria intentaron borrar en vano los religiosos sentimientos del pueblo español” (19).

Ese último párrafo nos confirma la ausencia de procesiones en los años anteriores y la reanudación de las mismas en 1844, año en el que se inició la llamada Década Moderada (1844-1854) con los gobiernos del granadino General Narváez y Bravo Murillo, que trataron de establecer una concordia con la Iglesia y devolver algunos bienes desamortizados. En ese periodo se aseguró la continuidad de las manifestaciones procesionales de Semana Santa, aunque las dos hermandades del Viernes Santo (Soledad y Tres Necesidades) quedaron sumamente afectadas por los casi diez años de la etapa desamortizadora de Mendizábal y, seguramente, sin una organización formal de  sus directivas, lo que dejaría la disposición de los actos de culto y procesionales en manos de hermanos destacados, devotos y comisionados de la autoridad eclesiástica. Esas juntas directivas recibirían el nombre de Comisión Organizadora.



La imagen de la Soledad será objeto de devoción, especialmente en el barrio del Boquerón, que se configuraba en un entramado de callejas muy pobladas, que parte de ellas desaparecieron con la apertura de la Gran Vía a principios del siglo XX. El nombre de Boquerón no alude a pez alguno sino a un gran boquete que allí se abrió en la muralla de la ciudad para dar fácil acceso a carros y personas de un lado y otro de la ciudad. En el barrio se sitúa el monasterio de Santa Paula, en el que se la dedicaba a la Virgen todos los años un setenario en la cuaresma, que finalizaba en una función en el Viernes de Dolores  y culminaba con la estación de penitencia de la tarde del Viernes Santo.

Una asociación de señoras surgida en 1850, llamada la Corte de María, con una vida prolongada, pues perduró hasta los años cuarenta del siglo XX, acudía los días veintitrés de cada mes para ofrecer a la imagen devotos ejercicios espirituales, reconociendo así la relevancia devocional en la ciudad. También, esta asociación femenina visitaba en distintos días otras imágenes marianas de gran devoción por parte de los granadinos.

La Soledad será en lo que restará del siglo XIX la única Dolorosa de la Semana Santa de Granada, pues Ntra. Sra. de las Tres Necesidades, quedó para recibir culto interno en la iglesia de San Gil, al igual que el Cristo Yacente, que quedaría en adelante en Santa Paula sin procesionar, sustituyéndolo en la procesión del Entierro de Cristo la imagen del Cristo de la Urna Sepulcral de la Hermandad de las Tres Necesidades de San Gil.

En 1854, se  produce el final de la etapa liberal moderada y vuelve otra más radical en la que se produce la desamortización de Pascual Madoz. No obstante, la procesión de la Soledad y Santo Entierro se seguirá celebrando en los siguientes años, al menos, desde 1856 a 1858, dándonos noticia de ello el periódico La Alhambra de 16 de marzo de 1858, que comunica:  

Los señores de la Comisión que llevó a cabo la procesión del Santo Entierro, se reunió para tratar de la misma de este año. Acordando publicar cuentas de gastos e ingresos del año anterior y que este año se verificará la misma procesión. Se recaudaron 10.340 reales y se gastaron 8.250".

Aquel año de 1857 la procesión de la Virgen de las Angustias se celebró el Domingo de Resurrección (otros años lo hizo el Sábado de Gloria o  el Lunes o Martes de Pascua), viniendo a manifestar de esta forma que no tenía ya el carácter penitencial sino más bien letífico en consideración al patronazgo que ejercía de hecho sobre la ciudad. Desde entonces, abandonará el Jueves Santo, día en el que hasta desde el siglo XVI se había celebrado su estación de penitencia, con algunas excepciones.

Ese mismo periódico también va a dar noticia de la procesión del Entierro de Cristo de 1858 y 1859:

Lucidisima estuvo la procesión del Santo Entierro. Profusión de luces y magnificencia en los trajes de las chías y nazarenos, gran compostura y orden en el acompañamiento de la muchedumbre del pueblo y forasteros que habían acudido a presenciar la gran fiesta religiosa. Esa devoción y recogimiento que revela el pueblo español, esa unción y entusiasmos por todo lo bueno y lo santo, que forman las mimbres de los que llevan el nombre de católicos. Demos el mas cumplido parabién a los señores a cuyo cargo ha estado la procesión y esperamos que en los años venideros se reproduzcan estas con la misma magnificencia que las del Viernes Santo”.

Y por lo que respecta a 1859:

"Habiéndose reunido varios señores devotos del Santo Entierro de Jesucristo, se ha decidido que tenga efecto el Viernes Santo a las cuatro de su tarde, saliendo de San Gil y siendo la estación siguiente: de San Gil al Zacatin, Príncipe, Reyes Católicos, Puerta Real y calle Mesones, Capuchinas, Catedral, por la puerta principal,  y salir por la derecha , calle Cárcel Baja, Pilar del Toro Elvira a San Gil".

 "(...) será la Procesión del Santo Entierro de Cristo y después Sermón de la Soledad en Santa Paula  (...) la  Comisión que esta al frente de esta procesión ha dispuesto poner un deposito de cera en San Gil, otro en el Refugio y otro en el (Santo)Ángel, para facilitar la distribución a todos los fieles que deseen acompañar al Santo Entierro y Ntra. Sra. de la Soledad además de la que se ha distribuido a domicilio”20.

Ese año de 1859 ya se había embovedado el río Darro, realizándose sobre el mismo la calle de Reyes Católicos, por lo que, en lugar de dirigirse la procesión a la Catedral desde el Zacatín, como era costumbre, lo hace alargando el itinerario por la calle del Príncipe hacia la nueva calle de Reyes Católicos y Puerta Real, para enlazar con la calle de Mesones.  

Entonces el Zacatín comenzaba en Plaza Nueva, delante, precisamente, de Iglesia de San Gil, demolida diez años más tarde. De allí salía la procesión del Viernes Santo, que bajaba por el Zacatín hacia Bibrambla. El Zacatín, como hoy lo conocemos comenzando en la Gran Vía, fue acortado por la construcción a principios del siglo XX de esta última calle.
  
Plaza Nueva e Iglesia de San Gil, sede hasta 1868 de la Hermandad del Santo Entierro y Tres Necesidades. Frente a su torre bajaba el Zacatín.

La procesión de la Soledad salía de Santa Paula y se dirigía por Azacayas a la calle de Elvira para unirse a la del Sepulcro o Entierro en la puerta de San Gil, desde donde se organizaba la comitiva conjunta como una única procesión, para separarse al salir de la Catedral, desde donde la Soledad se dirigía a su templo de Santa Paula.

La hermandad de la Virgen de las Angustias, vuelve a salir con la imagen en Semana Santa, en el Viernes Santo de 1863, como única procesión de ese día, tal vez, porque no se pudo organizar la procesión del Santo Entierro y Soledad, dada la decadencia de ambas corporaciones y la carencia de una comisión que pudiera organizarlas. Sí se organizó para el Viernes Santo del año siguiente, aunque la falta de tiempo e improvisación se adueñó de los organizadores, cosa que se procuró remediar para la salida del Viernes Santo de 1865, en el que conocemos la formación de una directiva presidida por Carlos Valenciano Román con José Gutiérrez de tesorero y otros miembros, como Agustín Martín Vázquez, Abelardo Martínez Contreras, Vicente Tello...etc. La Virgen de las Angustias volvería otra vez al Domingo de Resurrección.

En 1868 comienza un periodo revolucionario con la I República, procediéndose en el año siguiente de 1869 a la demolición de la iglesia de San Gil por el Ayuntamiento revolucionario. La finalidad de esa demolición fue la de ampliar la Plaza Nueva con su solar de la iglesia y los de las casas adosadas a ella. Las imágenes de la Virgen de las Tres Necesidades (actual Virgen de la Esperanza) y el Cristo de la urna con su retablo son trasladados a la próxima iglesia de Santa Ana, donde desde entonces permanecen.   

9. El último cuarto del siglo XIX

No existen noticias en esos años de la I República y del reinado de Amadeo de Saboya (1868-1874) de que hubiera procesión del Santo Entierro-Soledad y la Semana Santa de esos años se celebró en el interior de los templos, que se vieron, no obstante, abarrotados de fieles en la celebración de los Santos Oficios, sermones, lavatorios, misereres y conciertos de música sacra. Solo en el Domingo de Resurrección de 1871 tenemos noticia de que se celebró la procesión de la Virgen de las Angustias con carácter glorioso, encendiéndose fuegos artificiales a su paso por Puerta Real. 

Finalizado este periodo convulsivo con la Restauración en  1874 de la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII, vuelven en Granada las celebraciones procesionales de la Semana Santa con la procesión del Santo Entierro-Soledad, cuyos organizadores vienen denominados en los escasos medios documentales en unas ocasiones como comisiones organizadoras y en otras como hermandades del Santo Entierro o de la Soledad.

La urna del Santo Sepulcro en Granada Gráfica



El esquema de la única procesión del Viernes Santo, como celebración oficial de la Semana Santa, será básicamente el de los tiempos anteriores a la Primera República, es decir, la comitiva procesional de la Soledad, que saliendo de Santa Paula irá ahora a la iglesia de Santa Ana,  también en la Plaza Nueva, donde estaban desde 1868 las imágenes de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades y la del Sepulcro, para unirse a la procesión del Santo Entierro de Cristo, representado por el Señor en la Urna. 

Veamos el itinerario de la procesión de 1881, que ofrece el Defensor de Granada de 14 de abril de ese año: de Plaza Nueva bajará la comitiva procesional por el Zacatín hasta la calle del Estribo (no llegará a la plaza de Bibrambla), para seguir por Reyes Católicos, Puerta Real, Mesones, Catedral, Libreros, Bibrambla y regresar a Plaza Nueva por el Zacatín. Es posible que la comitiva de la Soledad, regresara a Santa Paula por las calles de Elvira y Azacayas al Boquerón. También, la salida se efectuó ese año a las cinco y media de la tarde, lejos ya de aquellos horarios anteriores en que lo hacía a las tres o tres y media de la tarde. 

Es curioso apreciar la descripción de la procesión del periódico El Defensor de Granada, en la que se procesionaron, no solo los pasos del Sepulcro y de la Soledad, como venían siendo tradicional, también lo hicieron las imágenes de San Juan Evangelista y el Señor de las Tres Caídas, ésta de gran tradición en la Semana Santa granadina de pasados siglos, que contó con propia hermandad en el convento de San Francisco "Casa Grande", que realizaba estación cada Jueves Santo por la tarde. También, describe una procesión que aún mantenía o hacía renacer parte de la estructura de la procesión barroca del siglo XVIII, como los soldados romanos, antiguos armaos, prohibidos en la época de las Ilustración, continuando, asimismo, las chías y niños portando los atributos de la Pasión. Asimismo, se volvió a procesionar el paso de la Santa Vera Cruz por sacerdotes y posteriormente por nazarenos. 
A partir de 1881 se aumentaba con otros pasos la representación de otras escenas de la Pasión, distintas al Sepulcro, San Juan y Soledad, a veces variaban, como en 1884 en el que se procesionó al Señor del Mayor Dolor, imagen de José de Mora en la que Jesús recoge su túnica después de los azotes y que fue destruida en 1936. Otros años salía en la comitiva de la Soledad la imagen de Jesús de la Humildad que se veneraba en Santa Paula (hoy en San Jerónimo), cuyo paso se denominaba como Jesús ante los Tribunales (21).

Señor del Mayor Dolor (destruido). Iglesia del Salvador, procedente del Convento de San Antonio y San Diego



Jesús Preso ante los Tribunales. Hoy en Monasterio de San Jerónimo



10. Comienzo del renacer. El nuevo manto de la Virgen de la Soledad

Pero lo que sobre todo se admiró por los granadinos en la procesión de 1881 fue el nuevo manto de Nuestra Señora de la Soledad, estrenado ese año junto con la saya, bocamangas y pecherín, que desde entonces cada año aún procesiona. El valioso manto se venía bordando por las monjas jerónimas desde 1878 en su Monasterio de Santa Paula, realizado el bordado en estilo decimonónico granadino, por la técnica de realce con hilo de oro, brillantes y perlas, sobre terciopelo negro. 

La financiación del conjunto se llevó a efecto con el importe de la herencia de dos aristócratas y religiosas jerónimas: doña Cristina de Belén y doña Luisa Cañaveral, hijas de los Condes de Benalúa,  tías del prócer y mecenas granadino, Duque de San Pedro de Galatino. Según la tradición oral de las monjas, algunas de las que intervinieron en la obra de bordado padecieron deformaciones en las manos y otra, Sor Patrocinio de Santa Filomena, padeció dolencia en su columna vertebral al bordar la ingente cantidad de estrellas del manto.   

Quizá, dicho manto era el más valioso que existía en aquel entonces en la ciudad, por lo que fue prestado a la Patrona de Granada, Nuestra Señora de las Angustias para sus salidas procesionales, mientras se le realizaba ésta el portentoso Manto del Pueblo en los años primeros del siglo XX. El valor de las cuatro prendas bordadas se calculó, según la prensa de la época en seis mil duros (treinta mil pesetas).

"El manto de Nuestra Señora de la Soledad es una maravilla de arte y riqueza. Parece bordado por las invisibles manos de las hadas. Su labor se calcula en unos seis mil duros (...) muchos años no ha salido un Santo Entierro tan brillante (...)" (22).
Un manto de gran envergadura para las pequeñas dimensiones de aquellas andas, en comparación con el paso actual, y que tenían que pasar a hombros de sus horquilleros por la estrecha calle de Libreros. Ese año de su estreno el manto lo sujetaba por su parte inferior una persona (Rafael Ruiz Victoria), probablemente para aligerar el peso a los horquilleros o para que no arrastrara, ya que en esa zona terminal es donde se acumulan los grandes bordados. 

Trasera del manto de la Soledad


Delantera del manto, saya y peto

  11. Alternancia con el Albaicín en la procesión del Viernes Santo

La recogida de limosnas entre los granadinos no siempre alcanzaba a sufragar los gastos de la procesión del Viernes Santo. Algunos años, como el de 1882, aquella no fue suficiente para que la procesión del Santo Entierro-Soledad se pudiera efectuar. Sin embargo, Granada no se quedó ese año si celebración porque en la parroquial del Salvador del Albaicín el párroco y un grupo de fieles, probablemente cofrades de la Hermandad Sacramental de dicha parroquia, muy activa en esas fechas en la celebración de eventos populares pasionistas, organizó una procesión del Entierro de Cristo en el barrio, que repitió en 1884, 1885 y 1887.

El año anterior ya se intentó celebrar la procesión del Albaicín, pero las limosnas no fueron suficientes para ello. Con recaudación suficiente en 1882, se aprestaron a celebrarla. A las cinco de la tarde, después del sermón del conocido sacerdote don Manuel Arcoya, se realizó la ceremonia previa del Descendimiento, siguiendo una tradición ancestral, en la que "los Santos varones recogieron de los brazos de la Virgen en cuerpo del Señor para ser depositado en el Sepulcro". El paso de la Vera Cruz constituía una tradición que abría la comitiva; después iban que los fieles con cirios a los que seguían niños con hábito morado, portando atributos de la Pasión sobre bandejas de plata; las tres Marías con hábitos blancos y velos negros, llevando el sudario de Cristo; el estandarte negro y el Santo Sepulcro en andas; fieles con velas, nazarenos y el paso de la Virgen Dolorosa con la imagen de la Soledad de la iglesia albaicinera de San Luis de los Franceses; soldados romanos y representación del Ayuntamiento de la ciudad con un piquete. El sepulcro o urna que se procesionó en el Albaicín fue el que se conserva en la iglesia de San Ildefonso (puede que fuera la que aloja a una Virgen de la Asunción o Tránsito).

Al siguiente año (1883) se consigue organizar la procesión tradicional por del centro de la ciudad con el Cristo de la urna-sepulcro de Santa Ana y la Soledad de Santa Paula, que acudirá, como ya era costumbre, a Plaza Nueva para unirse a la procesión compartida. Hasta llegar a Santa Ana la comitiva de la Soledad fue por las calles de Santa Paula, placeta de San Agustín, Cárcel Baja, Elvira y plaza Nueva. Desde aquí, la procesión general, bajó por Reyes Católicos, porque ya se había embovedado el río Darro desde dicha plaza hasta Puerta Real y el Campillo, desde donde subió la procesión hasta Mesones, Marqués de Gerona y Catedral. A la salida de esta regresó la procesión a Plaza Nueva por Bibrambla y Zacatín.

En 1884, le correspondió la celebración al Albaicín, organizándose una procesión de mayor prosapia, también con dos procesiones: la Soledad de San Luis, que irá con una comitiva de señoras hasta la iglesia del Salvador, para unirse a la del Santo Entierro, que salió de esa iglesia a la cinco de la tarde. La procesión de ese año sacó los pasos de la Vera Cruz; del Señor del Mayor Dolor, del que antes hemos hecho mención, procedente del convento suprimido de San Antonio; de San Juan Evangelista, seguramente  el que se encuentra en el monasterio albaicinero de Santa Isabel la Real, y por último la Soledad de la iglesia de San Luis, que cerraba la procesión. Chías, nazarenos, capilla de música, bandas de música del Hospicio y de la Real Maestranza, soldados romanos, cabildo del Sacromonte, Guardia Civil...etc. completaban la procesión, presidida por el Ayuntamiento y autoridades militares. Toda esa representación institucional le imprimía el carácter de procesión oficial de la Semana Santa (23).

Soledad de la Iglesia de San Luis del Albaicín, destruida con la iglesia en 1933. Foto archivo A. Valenzuela?

Toda la organización corrió a cargo de la Comisión formada por don Antonio Moreno, don Vicente Cortes, don Joaquín Olmo García, don Rafael López Sáez, don Antonio Jiménez Covas, don Juan Rivero Palomares, don Vicente Blanco Gallego y don Antonio Valenzuela. 

La procesión del Albaicín otra vez volvió a repetirse en 1885, aunque la lluvia la deslució, teniendo que guarecerse la Virgen de la Soledad en la iglesia de San Gregorio Magno en su marcha hacia su sede de San Luis, a donde regresó el Domingo de Resurrección. 

Ya el Viernes Santo de 1886 se organizó la procesión por el centro de la ciudad con el Señor del Sepulcro de la iglesia de Santa Ana y la Soledad del Monasterio de Santa Paula. Previamente, el Domingo de Ramos, se había organizado la comitiva de la pública, que salió de Plaza Nueva a las diez de la mañana con tres chías y la banda de música del Hospicio, que llegó hasta Santa Paula, recaudando fondos con los que costear la procesión del Viernes Santo. 

Pero el Albaicín no se quedó sin celebraciones procesionales en cuanto que ese año se habían trasladado en procesión las imágenes del Nazareno de la ermita de San Miguel del Cerro del Aceituno y la Soledad de San Luis a la iglesia del Salvador para los cultos de Semana Santa y fueron devueltas a sus templos en otra procesión el Domingo de Resurrección. Estos devotos traslados serían el origen del vía crucis a la referida ermita que se repetirá a partir de entonces, aunque parece que no todos los años, y que constituirá treinta años después el germen de la Hermandad del Santo Vía Crucis.  

El Señor del Mayor Dolor de José de Mora (destruido). Iglesia del Salvador. Procedente convento de San Antonio y San Diego


12. Intento de revitalizar la Hermandad de la Soledad

Pero esos años de mediada la década de los ochenta del siglo XIX van a ser de gran importancia para el culto y devoción a la imagen de Nuestra Señora de la Soledad en el convento jerónimo de Santa Paula. Debido a una serie de acontecimientos se incrementará el fervor a la Virgen, hecho del que no fue ajeno la grave epidemia de cólera que se propagó por la ciudad y su entorno en el verano de 1885. Granada se vio azotada por la enfermedad, produciéndose miles de fallecimientos, entre ellos el del propio arzobispo de Granada, don Bienvenido Monzón, que falleció en su retiro en el convento de la Zubia.

En estas circunstancias de epidemia en el mes de agosto de ese año un grupo de jóvenes se dirige a las monjas de Santa Paula para que se les autorice a poner en altar de cultos a Nuestra Señora de la Soledad para realizar una rogativa por el fin de la epidemia de cólera, a lo que las monjas acceden de forma complacida. Se realizó la rogativa y se emplazaron para sacar la imagen de la Soledad en procesión de acción de gracias, una vez que remitiera la epidemia.

Ese compromiso ya estaban en condiciones de cumplirlo en el otoño de ese año, fijándose el día 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, para sacar la imagen en procesión y aprovechando asimismo, que se celebraban ese día un Te Deum de acción de gracias en la Catedral por haber cesado la enfermedad.

Previamente, el grupo de jóvenes, presidido por Isidoro Arnau, formó una comisión encargada de preparar los actos convenientes para el fin propuesto y recaudar fondos mediante una cuestación que se hizo el día 20 de octubre de 1885. También, visitaron al Gobernador Civil, del que consiguieron el permiso para sacar la procesión y los agentes necesarios para mantener el orden público, y el del Capitán General logrando que acudiera la banda del regimiento de la Antillas, aunque les negó otra banda militar de música que solicitaron (en compensación envió como escolta de la Virgen un piquete de Infantería y una sección de Caballería). Asimismo, se invitó al Ayuntamiento, que acudió a la función previa y a la procesión con un Teniente de Alcalde, pero denegó la solicitud de ayuda económica por no tenerla presupuestada. Sí, por el contrario, la corporación municipal prestó unos lacayos vestidos a  la Federica, para que llevaran la carroza del siglo XVIII, que se guarda en la iglesia de San Ildefonso, con la que la Hermandad Sacramental ha asistido tradicionalmente al Viático que se llevaba a los enfermos y que, también, formaba parte de la comitiva de la procesión del Corpus Christi (24).

La idea de los jóvenes organizadores fue la de llevar la procesión a la Catedral, iniciativa que fue denegada por la autoridad eclesiástica, alegando que se estarían en ese momento celebrando los largos oficios del día de los Santos, que no podían ser interrumpidos por la procesión. 

El día 31 de octubre se celebró a las diez de la mañana la función dedicada a la Virgen de la Soledad, predicando el escolapio don Santiago Serrano, con asistencia de representación municipal, y el 1 de noviembre, a las cuatro y media de la tarde, salió la procesión de acción de gracias. En esa función se le impuso la corona, con la que aún hoy procesiona, donada por devotos y realizada por el reputado orfebre cordobés, Antonio Merino Jiménez, según el contraste que aparece en la ráfaga, estudiado recientemente por don Francisco J. Crespo. Merino también intervendría en las cruces de plata del Nazareno de Priego y otra del convento de San Francisco de Baena. Como era costumbre en esos casos, la corona fue dada a conocer al público granadino unos días antes al haber sido expuesta en el establecimiento El Guante

Soledad con la corona impuesta en 1885

Una muchedumbre acudió a verla salir y a llenar con su presencia las calles del itinerario, acompañando a Nuestra Señora de la Soledad las imágenes de San Juan Evangelista y de San Jerónimo y Santa Paula, patrones de la orden jerónima. 

La procesión fue elogiada por la prensa, resaltando la buena organización y fervor con que se desarrolló. Se inició con la cruz y ciriales del convento, la carroza del Viático San Ildefonso, hoy aún conservada y restaurada, y dos largas filas de señoras con velas, que alumbraban a las imágenes de San Juan y de Jesús de la Humildad, imagen de vestir, que se veneraba en Santa Paula, hoy también en San Jerónimo, que en aquellos tiempos se le denominó como Jesús ante los Tribunales. Finalmente, el paso con horquilleros de Nuestra Señora de la Soledad en andas alumbrada por dos faroles de reverbero, prestados por la hermandad de Nuestra Señora de las Angustias, que también le cedió el palio de respeto, para ir detrás de la imagen.

La banda de música del Regimiento de las Antillas iba cerrando la procesión a la que seguía una apretada muchedumbre de granadinos contenidos por una sección de Caballería, para que no invadieran la zona del paso de la Virgen.

La procesión recorrió las calles de Santa Paula, San Jerónimo, Puerta del Perdón de la Catedral, por donde accedió a ella, saliendo por la principal a plaza de las Pasiegas, Colegio Catalino, Bibrambla, Mesones, Puerta Real, Reyes Católicos, Plaza Nueva, Zacatín, otra vez Bibrambla, Pasiegas, Pie de la Torre, Cárcel Baja, Plaza de San Agustín y Santa Paula.

Jesús ante los Tribunales que formó parte de algunas procesiones
 con la Soledad en el siglo XIX. Hoy en Monasterio de S. Jerónimo

La procesión de acción de gracias fue un éxito; lo que animó a los jóvenes, a cuyo frente estaba Isidoro Arnau como presidente del grupo, a organizarse formalmente, presentando al Arzobispado un proyecto de estatutos con las normas por las que se regiría el grupo y los cultos que ofrecerían a la Virgen de la Soledad. Verdaderamente, ello constituía el primer intento de reorganizar la decaída hermandad. Eran unos estatutos sencillos los presentados con fecha 17 de noviembre de 1885 a la aprobación del nuevo arzobispo, don José Moreno Mazón. 

En dichos estatutos se determinaban tres fines fundamentales: el culto a la imagen de la Soledad; ofrecerle todos los años una setena  y procesionarla. También, se celebraría una misa los terceros domingos de cada mes en la que los cofrades confesaran y comulgaran, no estando ajenos a aspectos o fines sociales, como el de crear unas escuelas dominicales para impartir enseñanza (25).

La dirección del grupo se confiaba a una junta directiva formada por un Presidente Honorario; por el presidente, Isidoro Arnau, un vicepresidente; el secretario, Guillermo Sánchez; un vicesecretario; un tesorero, un contador y un director espiritual. Esta junta se elegiría cada año después la función principal y de la procesión. Los cofrades debían ser personas mayores de dieciséis años y se obligaban a pagar de cuota dos reales mensuales, más la de ingreso de diez reales.

No sabemos si los estatutos llegaron a aprobarse por la autoridad eclesiástica, aunque sí parece que la actividad de aquellos jóvenes resultó ciertamente efímera; si bien, alguno de ellos, como su presidente Isidoro Arnau, lo encontramos todavía ligado a la devoción a la Virgen de la Soledad y a su procesión en la primera década del siglo XX (26).

No se tienen noticias de que la procesión del Santo Entierro de la ciudad se celebrara en 1887, aunque sí se realizó la del Albaicín. Por otra parte, ese año el grupo de jóvenes de la Soledad tuvo dificultades por parte de la Curia Eclesiástica para celebrar el setenario del mes de septiembre, al que se habían obligado desde la epidemia de cólera, y deciden aplazarlo con la procesión al mes de octubre, cosa que también les fue prohibida a pesar de que acudieran al arzobispo para recabar su autorización. En el fondo de la cuestión estaba la actitud contraria del capellán de las monjas que comunicó al Gobernador del Arzobispado, que los jóvenes asociados carecían de estatutos y bajo la excusa de que tanto el locutorio del convento como la sacristía era un lugar muy estrecho para las reuniones, se las prohibía. Ello suponía una clara expulsión de dicha asociación del monasterio de Santa Paula, donde se veneraba a su titular.  

A partir de ese año, no se tienen noticias de que dicho grupo de jóvenes siguiera dando culto a la Soledad, aunque no se puede descartar que algunos de ellos siguieran cuidando de su culto.
  
Tampoco, se tienen datos de que se celebrara la procesión del Santo Entierro del Albaicín después de 1887, aunque algunos años sí se realizó el traslado de las imágenes del Nazareno de la ermita de San Miguel Arcángel y de la Soledad de la iglesia de San Luis a la iglesia parroquial del Salvador para los cultos de Semana Santa y su devolución a sus templos de dichas imágenes, probablemente en vía crucis.

Nazareno de la ermita de San Miguel


Durante los dos años siguientes parece que no salió la procesión del Viernes Santo formada por el Santo Entierro de San Gil-Santa Ana y la Soledad de Santa Paula, pero ésta última sí solicitó autorización del Gobernador Civil en 1890 para hacer su procesión del Viernes Santo y le fue autorizada. La Comisión de la Soledad anunciaba el día 3 de abril de ese año que la procesión saldría del Monasterio de Santa Paula el Viernes Santo a las cinco y media de la tarde (luego lo hizo a las seis), exigiendo que todas las personas que desearan participar en ella deberían hacerlo con traje negro u oscuro y con vela, pudiendo dejar una limosna en la portería del convento para ayudar a los gastos.

La procesión se celebró y hubo penitentes, aparte de las personas que vistieran traje oscuro, pues el periódico El Defensor, narrando los sucesos de aquel Viernes Santo, decía que en la calle Méndez Núñez (Reyes Católicos) "dos penitentes de los que acompañaban a la Virgen de la Soledad se zurraron la badana con sus respectivos cirios, teniendo que ser conducidos al arresto". Ese año la procesión de la Soledad constituyó la oficial de la Semana Santa, enviando el Ayuntamiento una representación a la misma.

El Viernes Santo de 1891 volvió a repetirse la procesión de la Soledad, sin la del Santo Entierro, dando el Gobernador Civil su autorización, para recorrer el itinerario siguiente: Santa Paula, Boquerón, Arandas, San Felipe Neri, Placeta de la Universidad, Escuelas, Ciprés. Duquesa, Plaza de la Trinidad, Mesones, Puerta Real, Reyes Católicos, Méndez Núñez , Zacatín, Bibarambla, Pasiegas, Pie de la Torre, Cárcel Baja, San Jerónimo y Tendillas de Santa Paula (27). Decía la prensa que en muchos balcones las señoras lucían la clásica mantilla.

Será en 1892 cuando vencidas las dificultades, especialmente económicas y de organización, por las que atravesaba la hermandad o comisión del Santo Entierro, la procesión salió ese Viernes Santo, a la que acompañó, como de costumbre, la de Ntra. Sra. de la Soledad. Después de una mañana lluviosa de la iglesia de San Gil y Santa Ana salió la urna del Santo Sepulcro iluminada  por los hachones de los nazarenos, iniciándose la procesión con los batidores de la Guardia Civil, una chía negra con plumaje blanco y trompeta, después el paso de la Vera Cruz con alumnos del Sacromonte con sus rojas becas; los seguían los nazarenos con amplias colas en sus oscuras túnicas y niños rubios vestidos con túnicas moradas, llevando sobre bandejas de plata los atributos de la Pasión; luego más nazarenos, que marchaban acompasadamente con cirios amarillos, y otros con túnicas blancas con el águila de San Juan en el pecho, procesionando, asimismo,  jóvenes con dalmáticas negras bordadas en oro y otros con incensarios delante del Santo Sepulcro. El Cristo iba cubierto por una sábana y alumbrado con candelabros, escoltado por los Caballeros de la Real Maestranza y la Guardia Civil. Detrás una centuria de soldados romanos precediendo a la imagen de San Juan Evangelista, que lo llevaban los colegiales de Santiago y el cuerpo de Zapadores de Bomberos y representantes de Ejercito. Por último, la imagen de la Virgen de la Soledad "con el pelo suelto sobre su manto bordado en oro", que era seguida por el clero, corporaciones oficiales, banda de cornetas y tambores y de música del Regimiento de Córdoba, más un piquete de soldado con fusiles a la funerala. No deja de ser sorprendente que la Virgen se presentara con el pelo suelto sobre el manto bordado. No he podido nunca contemplar a la imagen sin toca y comprobar si su autor la realizó con melena de pelo natural o la descripción que realiza el periodista del diario El Defensor se debe a una licencia particular del mismo. 

De regreso a Plaza Nueva, donde quedó en Santa Ana el Sepulcro, la Vera Cruz y la imagen de San Juan, la comitiva de la Soledad siguió por la calle de Elvira para dirigirse a Santa Paula, en cuyas inmediaciones esperaba una gran multitud, despidiendo a la Virgen el sonido lastimero de la trompeta de la chía y el canto de la saeta (28).



Después de varios años sin que saliera el Santo Sepulcro, la multitud ansiosa de esa manifestación procesional llenó las calles del itinerario en apretada presencia, lo que propició ese año que se produjera lo que hoy conocemos como un tumulto. Ocurrió cuando la imagen de San Juan llegaba a Puerta Real, frente a la confitería de "Talero Hermanos". Un remolino de gente, sin saber por qué, empezó a correr en todas las direcciones, cundiendo el pánico. En la confusión, hubo personas atropelladas, síncopes, desmayos y se atrancaron las puertas de las casas, para evitar que la gente se refugiara en ellas; los horquilleros de las andas de San Juan estuvieron a punto de dar con la imagen en el suelo y los nazarenos se vieron desperdigados entre tanta confusión, partiéndose la procesión en dos, lo que hizo llegar a la comitiva de la Soledad con un retraso de veinte minutos a Plaza Nueva, desluciéndose por este hecho la procesión de ese año. En definitiva, no se supo el origen del tumulto aunque se barajaron diversas explicaciones, como el robo de un reloj a un caballero por unos raterillos o que dos comadres se enzarzaron en tirarse de los pelos. Quizás, el pánico producido tuvo su justificación en la inseguridad que provocaban los anarquistas con sus atentados en aquellos años (29).

La procesión del Santo Entierro-Soledad de los años finiseculares del siglo XIX se presentaba con una estructura muy parecida a como se va a conformar en las dos siguientes décadas del siglo XX, incluyendo el periodo del llamado Santo Entierro Antológico, precedente inmediato de la Semana Santa actual de Granada. Se organizaba la procesión de manera semejante a como se ha descrito en la de 1892.

La amenaza de lluvia determinó que el Viernes Santo de 1893 la Virgen de la Soledad procesionara sin su valioso manto. Las previsiones meteorológicas se cumplieron y la procesión tuvo que regresar desde Plaza de Bibrambla por la calle del Príncipe y Reyes Católicos a la iglesia de Santa Ana. Por esos años, los presos de la cárcel, situada en la calle de este nombre, salían a recibir a la Virgen con pañuelos en la cabeza y grilletes, para cantarle saetas y recabar limosna del público. Esta costumbre de la salida de los presos a recibir a la imagen con saetas se mantendrá en las décadas siguientes, al menos, hasta los años treinta del siglo XX, desapareciendo el presidio cuando fue demolido en la II República. Su portada, realizada en 1585, la trasladó el alcalde Gallego y Burín a la placeta de los Tiros o del Padre Suárez, como portada de entrada a los patios del hoy MADOC.

Puerta de la antigua cárcel por donde pasaba cada Viernes Santo la Soledad

El Viernes Santo de 1894 no salió la Soledad de Santa Paula, realizándose la procesión del Santo Entierro con los pasos de la Vera Cruz, del Cristo Yacente de la urna, de San  Juan Evangelista y con la portentosa imagen de la Virgen Servita de José de Mora (entonces se atribuía a Alonso Cano), hoy Soledad del Calvario, que se venera en la iglesia de Santa Ana, saliendo la procesión a las cinco de la tarde. Es la primera noticia que tenemos de que dicha imagen de Mora saliera en la Semana Santa, siendo alumbrada por nazarenos de hábito morado, como el Sepulcro los llevaba con túnicas negras y San Juan con blancas.

No se sabían los motivos por los que la Virgen de la Soledad no salió ese año, especulándose que no lo había hecho por haberse vendido el manto por las monjas, pero según las pesquisas realizadas por el periódico El Defensor de Granada la causa fue que la directiva de la cofradía no solicitó salir, para que toda la comitiva lo hiciera desde Santa Ana. Esto puede parecer una excusa, que probablemente escondiera causas de tipo económico o algún conflicto, bien con la Hermandad del Santo Entierro, con las monjas o con la autoridad eclesiástica (30)

Ntra. Sra. de los Dolores (hoy Soledad del Calvario), la Virgen Servita de José de Mora.
  Procedente de San Felipe Neri, hoy en Santa Ana.

Se seguía en estos años finiseculares realizando la pública unos días antes de la Semana Santa y en la que intervenía una banda de música y las chías. Saliendo de Santa Ana, recorría el itinerario que habría de seguir la procesión del Viernes Santo, que normalmente era: Plaza Nueva, Zacatín, Bibrambla, Pasiegas, Catedral, Pasiegas. Marqués de Gerona, Mesones, Puerta Real, Puente de Castañeda, Puerta Real, Reyes Católicos, Méndez Núñez y Plaza Nueva. Luego la comitiva de la Soledad seguía por Elvira, Cárcel Baja, San Jerónimo, Arandas, Boquerón y Santa Paula. Otras veces, como en 1895, seguía hasta la calle Marqués de Falces y Santa Paula, acortando el itinerario de regreso.

Las novedades de la procesión del Viernes Santo de 1895 consistieron  en la salida de la imagen en andas de Jesús de la Humildadque se veneraba en el monasterio de Santa Paula, junto con la Soledad,  y que ya lo habían procesionado con la Virgen en 1885 aquellos jóvenes devotos, presididos por Isidoro Arnau. Ese año, la imagen iba precedida por el Santo Rostro que portaba la Verónica, que iba representada por una joven vestida con traje de época. No faltaron tampoco ese año las carreras de gente, porque, según la prensa, un nazareno lanzó un requiebro a una señora, que sentó fatal a su marido, formándose un tumulto de corridas, palos y ciriazos por la calle de Méndez Núñez

Al año siguiente, no salió la Soledad de Santa Paula aunque sí la procesión del Santo Entierro. Unos días antes se presentaron  unas señoras en la redacción del Defensor de Granada, para pedir públicamente se procesionara a la Virgen esa Semana Santa, porque se rumoreaba antes de Semana Santa que se había decidido no hacerlo. Parece que no dio resultado su petición. Sí se procesionó una Dolorosa, que pudo ser otra vez la Virgen Servita de José de Mora. 

Ese año y el anterior se produjo la incorporación a la procesión del Viernes Santo de una representación de las hermandades de la Virgen de las Angustias, de Ntra. Sra. del Rosario, de la Consolación del barrio de San Lázaro y del Cristo de la Yedra de la calle Real de Cartuja. Seguirán asistiendo en los años siguientes.

Puerta Real. Puente de la Paja. La procesión rodeaba el río Darro, bajando por la izquierda hasta el Puente de Castañeda y subía por la Acera del Casino, donde hoy está el Teatro Isabel la Católica.

Puente de Castañeda, desde donde la procesión regresaba  por la Acera del Casino


13. Intentos de independizar del Santo Entierro la procesión de la Soledad

Desde años atrás, en los deseos de las juntas directivas de las dos hermandades, al menos de la que organizaba la procesión y cultos de la Soledad, se aprecia la intención de eludir la obligación impuesta cincuenta años atrás por la autoridad eclesiástica de realizar ambas cofradías conjuntamente la procesión del Viernes Santo. Hemos de sospechar que en la negativa a la salida procesional de la Soledad en algunos años finiseculares estaba el deseo de la cofradía a realizar independientemente de la del Santo Entierro su procesión y la oposición de la autoridad eclesiástica a conceder su autorización.

En 1897, vuelve a procesionar la Soledad de Santa Paula y lo hace dos veces. Ese año, parece que se produce una mejor organización de los actos de culto cuaresmal a la Virgen de la Soledad celebrándose el setenario de la Semana de Pasión y la función del Viernes de Dolores, en cuyos cultos predicaron relevantes sacerdotes, como D. Manuel Arcoya, D. Germán Aledo y D. Cristóbal González. La junta organizadora había anunciado el Lunes de Pasión su itinerario, suprimiendo la entrada en la Catedral, aunque no su paso por la puerta de la misma. Era un itinerario  con salida a las nueve de la noche  y en el que no se llegaba a Plaza Nueva, independiente, en parte,  del previsto para la procesión del Santo Entierro. Dicho itinerario fue: Santa Paula, Pabellones, San Jerónimo, Pie de la Torre, plaza de las Pasiegas, Bibrambla, Zacatín, Reyes Católicos, Puerta Real Mesones, Duquesa, Arandas, Boquerón y Santa Paula. 

Sin embargo, parece que la discreción que solía regir en las decisiones de la jerarquía eclesiástica en asuntos que afectaban a la religiosidad popular, hace que aquel asunto de cierta rebeldía de la cofradía fuera solucionado, concediendo ese año que la hermandad de la Soledad saliera de forma independiente del Santo Entierro (éste salió a las cinco de la tarde con el Sepulcro y la Virgen de Mora), aprobando también que la hermandad soleana realizara otra procesión de forma independiente el Domingo de Resurrección. Una excusa se necesitaba para esta segunda procesión de la Soledad y ésta fue que dicha procesión tendría el carácter de acción de gracias por las victorias alcanzadas por las tropas españolas en las Islas Filipinas. Al día siguiente, Martes de  Pasión, así se anunciaba en la prensa.

"Ayer fue concedida por el Excelentísimo e Ilustrísimo Sr. Arzobispo al señor presidente de la hermandad la licencia para la procesión y a la vez ochenta días de indulgencia a todos los fieles que con le recogimiento debido acompañen a Nuestra Señora" (31).

Estas procesiones de forma independiente que realizaron en 1897 ambas cofradías no se volverán a repetir en 1898, pues el arzobispo don José Moreno y Mazón ordenó que se volviera al sistema de procesión única, juntándose, como antaño, las dos comitivas procesionales en la Plaza Nueva, para iniciar la procesión conjuntamente. Ese año de 1898 se ampliaría el itinerario, pasando por la Carrera de la Virgen hasta el Salón, frente al nuevo monumento de Isabel la Católica y Colón, que había realizado el escultor Benlliure para el conmemorar el IV Centenario del Descubrimiento de América. No se volvió a repetir esta ampliación de itinerario, incluso se acortó en 1899, regresando por Reyes Católicos a Santa Ana desde Puerta Real.  Las participaciones fueron las consabidas en esos años: pasos de la Vera Cruz, la Verónica con el Santo Rostro, San Juan, el Sepulcro  y la Soledad, bandas de música, nazarenos, chías, niños con los atributos de la Pasión, representaciones oficiales, soldados romanos...etc. 

Esa decisión del Arzobispo de que se celebrara procesión conjunta vino, no obstante, precedida de un intento de celebrar la Soledad la suya de forma independiente en el Jueves Santo de ese año. Así se anunciaba un mes antes en la prensa, demostrando la hermandad su irrenunciable postura siempre puesta de manifiesto (32). Curiosamente, ese año la cofradía estaba regida por señoras, siendo hermana mayor doña Dolores Fernández de Córdoba y mayordomas, doña María Guixé y Paredes y doña Purificación Arnau Peña.

En 1900, comienza el nuevo siglo con la apertura de la Gran Vía granadina a costa de realizar una gran cala en la trama urbana de la antigua medina, por la que pasaría la comitiva de la Soledad por primera vez el Viernes Santo de ese año en su regreso a Santa Paula.



Se aprecia en esos años finiseculares y de comienzo de siglo una creciente participación en la hermandad de personas de la alta sociedad granadina, como el Marqués de Portago, amigo de Alfonso XIII, que quizá por su intervención aceptara la Infanta Isabel, La Chata, tía del Rey, el nombramiento de mayordoma de honor de la hermandad. El Marqués fue uno de los mayordomos de la Soledad en 1901, junto con la viuda de Toledo y Antonio Díaz Rodríguez, siendo secretario Tirso Arranz Puerto. 

Ese año (1901) la cofradía anunció que realizaría su procesión a las cinco de la tarde del Domingo de Ramos, pero hubo de suspenderse por la lluvia, trasladándose al Jueves Santo, que también fue suspendida por el arzobispo don José Moreno y Mazón. Sí se celebró la función principal de ese año en el Domingo de Resurrección en la que las monjas cantaron el Stabat Mater y actuó la capilla de música del Maestro Gómez. 

Asimismo, por falta de medios económicos suficientes para sufragar los gastos de la procesión del Santo Entierro su hermandad no realizó la procesión del Viernes Santo; quizá esta fue la razón por la que el arzobispo prohibió que saliera la Hermandad de la Soledad, no habiendo jornada procesional dicho día, ni tampoco los siguientes años.

Parece que el recrudecimiento de las actividades de ciertos grupos anticlericales, que habían, incluso, insultado públicamente al Arzobispo, Sr. Moreno y Mazón; la escasez de medios económicos; las desavenencias entre los directivos de las dos cofradías del Viernes Santo, los deseos de realizar de forma independiente su procesión por parte de la Soledad en contra del criterio del arzobispo, fueron las razones por las que no se celebraron procesiones durante el largo periodo de cinco años, acudiendo los granadinos a las procesiones del cercano pueblo de Huétor Vega, donde se veneraba al antiguo Nazareno de Granada, el del convento de los Mártires. La hermandad de la Soledad repartió entre los pobres lo recaudado para su procesión no celebrada de 1902. 

Mons. Moreno y Mazón, Arzobispo de Granada 1885-1905

No cabe duda, que las causas que llevaron al arzobispo Moreno y Mazón a prohibir en la capital las procesiones de Semana Santa durante los primeros cinco años del siglo XX tenían un fundamento real, pero también denotaban un excesivo temor a la producción de conflictos, por lo que la solución más cómoda era sin duda  suprimirlas. Las mismas condiciones de conflicto social se padecían en otras ciudades y pueblos que celebraron sus procesiones de Semana Santa en esos años sin excesivos problemas.

En 1905 fallece el Arzobispo Moreno y Mazón y es sucedido por don José Meseguer y Costa, que toma posesión del cargo a finales del mes de marzo de dicho año, que mantendrá diferente actitud con respecto a las procesiones y cofradías de Semana Santa. Durante su prelatura se iniciará el renacer de la Semana Santa de Granada.


14. Se recupera la procesión del Santo Entierro y de la Soledad

Es comprensible que el nuevo arzobispo no quisiera a principios de su pontificado realizar novedad alguna con respecto a la prohibición de su antecesor de autorizar la celebración de las procesiones y no las hubo en la Semana Santa de 1906. Será para la de 1907, después de seis años sin procesiones de Semana Santa, cuando autorice Mons. Meseguer y Costa la celebración de una procesión en el Viernes Santo de ese año. En ella no figurarán las imágenes de las dos cofradías ancestrales del Santo Sepulcro y de la Soledad de Santa Paula, sino la de Ntra. Sra. de la Soledad de la iglesia de San Antón. Suponemos, que el prelado en aquel primer paso no quiso implicar a dichas cofradías cuyas procesiones habían sido prohibidas por su antecesor. 

Para organizar los preparativos el arzobispo previamente había formado una comisión en la sala sinodal de su palacio, siendo el primer acto la realización de una pública con la chía blanca con estampados morados y plumero, que recorrió el itinerario de la procesión para solicitar las limosnas correspondientes con las que sufragar sus gastos. 

Soledad de San Antón

La imagen de la Soledad del convento de San Antón parece que tenía cierta tradición procesional en las vías sacras del siglo XVIII, ya que formaba parte de las imágenes que se procesionaban por la hermandad de la Orden Tercera de Penitencia de los Franciscanos Terceros en su vía sacra a la ermita del Santo Sepulcro del Cerro de los Rebites. Esa hermandad cada Martes Santo bajaba las imágenes de Jesús Nazareno y de la Soledad desde la ermita del Santo Sepulcro a la iglesia de San Antón para la celebración de los cultos de Semana Santa y las devolvía a dicha ermita el Viernes Santo mediante el ejercicio del vía crucis, siendo las últimas noticias de una procesión con ellas el domingo día 9 de abril de 1809, en el que pasados los cultos de Semana Santa se devuelven a la ermita en procesión de rogativa por el fin de la Guerra de la Independencia (33).

Esta imagen de la Soledad venía rodeada de cierto carácter taumatúrgico, proporcionado por una leyenda sobre ella, que ni por la época que se produjo ni por el estilo barroco de la efigie se puede acomodar a la misma. Relataba la leyenda un suceso, que ocurrió en el siglo XVI, por el que el caballero Antonio Márquez vino un día a Granada desde Cádiz con el encargo de que por uno de los muy afamados escultores granadinos se hiciese una Dolorosa con destino a una cofradía de aquella ciudad. Concluida la escultura por el artista, el Sr. Márquez, antes de marchar para Cádiz, llevó la imagen al convento de las capuchinas, que quedaron prendadas de la belleza de la efigie, suplicando que se la dejase en el convento y que se encargase otra al artista. Él caballero responde, que estaban esperándola en Cádiz para hacerle una función solemne, para lo que ya se había anunciado el día y ordenó a los que le acompañaban que tomaran la imagen y la llevaran a donde él se estaba hospedando, a lo que, al parecer, se negaron las monjas.

El Viernes Santo de 1907, tras seis años sin procesión, la gente invadió las calles del itinerario y la placeta de San Antón, luciendo la mantilla las señoras en los balcones de sus casas. Abría la comitiva una sección de la guardia municipal montada a caballo; después iba la banda de música del Hospicio y niños y alumnos del Seminario con velas, llevando en andas la imagen de San Juan; detrás la banda de música de Polvoristas del Fargue y numerosos fieles con velas, estandarte de la hermandad, chías, individuos de la Cruz Roja y la imagen de la Virgen de la Soledad de la iglesia de San Antón, escoltada por dos parejas y un cabo de la Guardia Civil. Presidían los Sres. Arnau Peña, Esteban y Raboso, clero de la Magdalena, seminaristas,  gastadores, banda de cornetas y tambores y la de música del Regimiento de Córdoba en traje de gala y armas a la funerala. Cerraba una sección de la Caballería de Vitoria 28.

La procesión fue por la calle de Mesones hasta la Catedral, donde entró por una de sus puertas y salió por otra, la cercana al Pie de la Torre, subiendo por la calle Cárcel hasta la prisión como era costumbre, para que los presos rezaran a la Virgen y en un silencio impresionante le dedicaron sentidas saetas. Subió a la Gran Vía, y por la calle Almireceros, llegó a Plaza Nueva y a la iglesia de San Gil y Santa Ana, para regresar por Reyes Católicos a Puerta Real, Puente de Castañeda y por la calle de San Antón llegó a la iglesia a las diez y media de la noche.


Al año siguiente de 1908 se autorizó las salida de las procesiones del Santo Entierro y la de Soledad de Santa Paula, otra vez, como antaño, formando una sola comitiva a partir de Plaza Nueva a donde, como era costumbre ancestral, acudió la la Soledad de Santa Paula para seguir al Santo Sepulcro.

En la autorización no establece el arzobispado más restricción que el que regresase a sus templos antes de la predicación de los sermones de la Soledad. Sí, por el contrario, se prohíbe determinadas actitudes poco devotas y no edificantes que se producían en la Semana Santa por parte del público que “distraen de la devoción, pero que no afectan a las procesiones, pues es notorio que se ha luchado por su restablecimiento”. 

Muy controlada por el arzobispado estaba ese año la forma de realizar la procesión, pues no se aceptó la solicitud de algunos comerciantes de salir vestidos de nazarenos, estableciéndose que sólo participarían los fieles con velas y el clero con estola y bonete, aunque sí se autorizaron cuatro chías, una de ellas estrenando una magnífica túnica. 

Otros estrenos y novedades se presentarán en la procesión de ese año, algunos de ellos sufragados por el Sr. Afán de Ribera, y por la familia Arnau, que había costeado un magnífico "altar para la Soledad" en lugar de las andas en las que hasta entonces se había procesionado. Por su parte, parece que Afán de Ribera había encargado al maestro carpintero de las Escuelas del Ave María, José León Garrido, la realización de un templete forrado de terciopelo negro, que  cobijaría la urna del Sepulcro al modo del que llevaban los coches de entierro en el siglo XIX. El paso iría presidido por el concejal Pedro Afán de Ribera, y el de la Soledad, por Isidoro Arnau Peña, llevando los cordones del paso del Sepulcro los Caballeros de la Real Maestranza (34).

A la hora de salida estaba lloviendo por lo que se retrasó la procesión hasta que escampó sobre la seis de la tarde. A pesar de ello, cayó un fuerte aguacero cuando el Santo Sepulcro pasaba por el edificio de la Real Chancillería, siguiendo la procesión su itinerario cuando aquel cesó. Se organizó ese año según los esquemas de finales del anterior siglo, comenzando la procesión con el paso de la Vera Cruz, llevado a hombros por seminaristas; seguían doce niños nazarenos con atributos de la Pasión; fieles con velas y el paso del Santo Sepulcro escoltado por soldados romanos con la insignia del S.P.Q.R; la imagen de San Juan Evangelista con personas de la Cruz Roja y alumnos del Seminario y el paso de Ntra. Sra. de la Soledad de Santa Paula, cuyas cintas las llevaban los párrocos de la ciudad y siendo escoltada por soldados de Infantería con armas a la funerala. Finalizaba la procesión con la banda del Regimiento "Córdoba" y una sección de soldados, cerrándola una sección de Caballería del Regimiento "Vitoria". Fue la comitiva por la calle de Reyes Católicos y se pasó al Zacatín y Bibrambla, siguiendo por Colegio Catalino a la Catedral, donde se hizo estación, para seguir por Marqués de Gerona, Mesones, Puerta Real y Reyes Católicos, hasta Plaza Nueva.



15. La procesión del Santo Entierro Antológico

En 1909, comenzará lo que se ha venido a llamar la procesión del Santo Entierro Antológico, al que podemos calificar como el germen primitivo de la Semana Santa de Granada actual, puesto que a partir del mismo nacerá claramente la idea de recuperar las procesiones y cultos sobre la base del nacimiento de hermandades. Con aquella procesión del Viernes Santo en la que se procesionaban imágenes representativas de diversas escenas de la Pasión de Cristo comenzaría la noción de crear una  Semana Santa popular con hermandades que dieran culto, como ocurría en pasados siglos, a algunas de aquellas imágenes de devoción, muchas de ellas dignas de dar a conocer a los fieles por su especial mérito artístico.

El día se presentó lluvioso, pero a la hora fijada había escampado y se dispuso realizar la procesión entre una muchedumbre que llenaba calles y balcones. Como era costumbre antes de las seis de la tarde salió la procesión de la Soledad de Santa Paula hacia Plaza Nueva para unirse a la comitiva del Entierro de Cristo. Tres pasos procesionaba la hermandad de la Soledad: Jesús de la Humildad, con túnica bordada en oro; San Juan Evangelista, imagen del convento de Santa Isabel la Real, y la Virgen de la Soledad. 

San Juan Bautista de Santa Isabel la Real

Señor de la Humildad o Ante los Tribunales de Santa Paula


La comitiva del Santo Sepulcro, que salió de Santa Ana, procesionaba las imágenes de la Oración en el Huerto de la iglesia del convento de San Antón, titular que fue de la antigua cofradía de ese convento; la del Crucificado de la iglesia de San José, del escultor José de Mora (después sería llamado Cristo de la Misericordia del Silencio), que iba alumbrado por cuatro candelabros de plata y bajo un templete con paños de terciopelo negro que se erguía sobre dos escalones, midiendo el conjunto seis metros de altura. También salió el paso de Jesús de las Tres Caídas, procedente de Santa Isabel la Real y titular, asimismo, de la extinta hermandad del Jueves Santo que radicaba en el convento de San Francisco "Casa Grande". Por último, iba el Santo Sepulcro de San Gil y Santa Ana. En total siete pasos, cuyo número sería aumentado en los siguientes años.

Cuando la procesión llegó de regreso a Plaza Nueva comenzó a llover intensamente, lo que motivó que se precipitara su recogida y las imágenes de la hermandad de la Soledad tuvieron que refugiarse en el atrio de la Audiencia (edificio de la antigua Real Chancillería), hasta que cesó la lluvia y regresó su procesión a Santa Paula.

Jesús de las Tres Caídas

Cristo de José de Mora (Silencio)

En los años siguientes se fueron aumentando y cambiando los pasos en esta procesión antológica, siendo los de 1910: el Señor del Rescate de la iglesia de la Magdalena, de mayor mérito artístico que el Señor de la Humildad de Santa Paula, al que sustituyó; el Señor de la Columna de Alonso de Mena, de la iglesia de San Cecilio y procedente del convento de Belén; el Nazareno de San Antón, atribuido a Diego de Mora, con antecedentes en la vía sacra franciscana tercera, que iba a la ermita del Santo Sepulcro de los Rebites; el Crucificado de José de Mora, que no faltó tampoco ese año y que se comunicaba que ya se estaba gestando una hermandad para darle culto; Nuestra Señora de las Angustias de Santa María de la Alhambra, que acudió con su primitiva hermandad de vecinos y guardabosques de la Alhambra; el Santo Entierro de Cristo del monasterio de San Jerónimo, atribuido tradicionalmente al escultor italiano Jacobo Torni, "Florentino el Indaco", realizado para la tumba del Gran Capitán y el Santo Sepulcro de la parroquial de San Gil y Santa Ana; San Juan Evangelista del monasterio de Santa Isabel la Real y la Soledad de Santa Paula. 

En total se procesionaron en 1910 nueve pasos en tres comitivas procesionales que se reunieron en la Plaza Nueva: la del Santo Sepulcro, la Soledad y las Angustias de Santa María de la Alhambra. Las imágenes habían sido elegidas de acuerdo con un informe sobre su mérito artístico que había emitido Francisco de Paula Valladar, erudito periodista e historiador y entonces presidente del Centro Artístico, que aconseja curiosamente se procesione el Entierro de Cristo de San Jerónimo y no cita al Cristo Yacente de hermandad de la Soledad, el que varios siglos había sido procesionado por ella.



Entierro de Cristo del Monasterio de San Jerónimo, hoy en el Museo de Bellas Artes

Nazareno del Convento de San Antón. Foto A. Padial

La Virgen de la Soledad con su rico manto y peto bordados llevaba en sus manos entrelazadas la corona de espinas y los tres clavos, y como era ya tradición, cerraba la comitiva en carroza adornada con flores moradas y candelabros, acompañándola nazarenos con hábito morado, siendo presenciada la procesión desde el balcón de la casa de la Gran Vía de don Manuel Rodríguez Acosta por el presidente del Congreso de España, don Eduardo Dato, al que llamó especialmente la atención la valía artística del Entierro de Cristo de San Jerónimo. También se encontraba el vicepresidente del Congreso, el aristócrata granadino Marqués de Portago 
(35).

En tan solo los dos años transcurridos de la celebración del Entierro Antológico de Cristo se empezaba a producir una notable inquietud en determinados grupos sociales en el deseo de fundar cofradías para dar culto y procesionar a aquellas meritorias imágenes, fundaciones que se verán cuajar en la siguiente década.  

En 1911 vuelve a procesionar el paso de la Oración en el Huerto, que se había suprimido en 1910 por considerar su imagen el Sr. Valladar de escaso mérito artístico y la principal novedad fue, que tras muchas décadas sin procesionar, la hermandad de la Soledad lo hace con la histórica imagen del Cristo Yacente o Señor "de la Sábana", como empezó a ser conocido por el pueblo por procesionarse ese año sobre un sudario o sábana portada por los personajes representativos de José de Arimatea, Nicodemo y San Juan Evangelista vestidos a la usanza de la época. Detrás de Cristo Yacente fueron las Tres Marías con vestimentas hebreas. Esta composición "viviente" del paso ha perdurado con cierta reforma hasta nuestros días. La idea o diseño de este paso se encomendó al escultor Prados Benítez y a Francisco Vergara.

1911. Paso del Cristo Yacente por primera vez en el siglo XX portado por personajes evangélicos

La Virgen de la Soledad también estrenó una toldilla que costearon unas señoras devotas, aunque parece que tal pieza no estaba incorporada al modo de los pasos de palio, sino que tenía el carácter de los llamados de respeto, como el que tradicionalmente lleva detrás portado por palieros la Virgen de las Angustias, Patrona de Granada. En la plaza de Bibrambla la procesión fue presenciada desde un balcón del palacio arzobispal por el prelado de la diócesis, Mons. Meseguer y Costa. 

La procesión del Entierro Antológico se celebró hasta el año 1925 de la que no faltó a partir de 1911 el Cristo Yacente de la hermandad de la Soledad, que desde entonces ha procesionado con continuidad hasta nuestros días, representando la escena pasionista del traslado al Sepulcro con personajes reales. Finalizaba el largo paréntesis en el que la imagen había faltado en la Semana Santa del siglo XIX y principios del XX

En los años siguientes parte de las imágenes que participaban en la procesión general del Viernes Santo se alternaban con otras, como en 1913 en que se procesionó a la Virgen de las Angustias de la iglesia de San Andrés, titular de la hermandad sacramental del Cristo de la Salud de dicha iglesia, para sustituir a la Virgen de las Angustias de la Alhambra. Ese año 1913 el altar neoclásico de la Virgen de San Andrés se había restaurado por iniciativa de su camarera doña Ángeles Sánchez de Jordana. 

Los intentos de fundación de cofradías iban haciéndose realidad y en 1917 se fundará, al menos de hecho, la Cofradía del Santo Vía Crucis en base a determinados intentos de recuperar la antigua vía sacra a la ermita de San Miguel del Cerro del Aceituno con el Nazareno de dicha ermita y la Soledad de la albaicinera iglesia de San Luis. Ese año también se realiza por deseo del arzobispo la imagen de Jesús en su Entrada en Jerusalén y se procesiona en Semana Santa, formándose hermandad en los años siguientes.

La novedad más significativa de la procesión del Viernes Santo fue en 1918 la salida de la Virgen Servita de Mora, situada a los pies del Cristo de San José del mismo autor. Esta imagen, como se dijo, ya había participado en la procesión del Santo Entierro de 1894, y volverá a salir a los pies de la cruz del Cristo de Mora en la procesión de 1919.

Ese año la Virgen de la Soledad procesionará en una carroza que se había construido en 1918 para la imagen del Sagrado Corazón de Jesús de la iglesia de los jesuitas (36), cuyo paso lo dirigía don Francisco Vázquez Casas, al que se nombró consejero en la reorganización de la hermandad que se produce en 1925. También lo dirigió en los años siguientes.

Ntra. Sra. de la Soledad por la Gran Vía camino de Plaza Nueva principios del XX. Foto de Martínez Rioboó

A principios de los años veinte del siglo XX la procesión antológica va sufriendo cierto deterioro que se verá agravado por el deseo de las cofradías que se estaban formando de realizar sus estaciones de penitencia de forma independiente, unido a las dificultades de los organizadores de conseguir medios económicos para costear tan magna procesión y el desistimiento por diversos motivos de algunos componentes de la comisión. Con esas dificultades la procesión antológica va disminuyendo de pasos y en 1922 no llega a celebrarse, pero sí hay procesión del Santo Entierro en el Albaicín desde la iglesia del Salvador en la que previamente se hizo la ceremonia del Descendimiento.

Pese a los inconvenientes, sí hizo su procesión la hermandad de la Soledad, que parece que tenía un mayor vigor que la del Santo Sepulcro. Desde San Paula se puso en la calle, aunque tarde por dificultades en la organización de la procesión, salió la comitiva de Santa Paula a las nueve de la noche con representaciones del Ayuntamiento bajo mazas y el alcalde, Sr. García Gil de Gibaja, imprimiendo con ello  carácter de oficialidad, y dos secciones: la de San Juan con nazarenos de hábito blanco y chía blanca y la sección de la Soledad con otra chía, nazarenos de túnica morada y niños con atributos de la Pasión. Tanto la banda de música del Hospicio, como la municipal acompañaron a la procesión. 

Al año siguiente, 1923, vuelve a celebrarse el Santo Entierro Antológico del centro de la ciudad. Varias iniciativas contribuyeron a organizarlo: por una parte, el Centro Artístico, contribuyendo también las hermandades de la Purísima Concepción y de San Antonio de la iglesia de Santa  Ana y el mismo arzobispo don Vicente Casanova y Marzol, que deseaba impulsar las celebraciones populares de la Semana Santa y dispuso que la procesión ese año partiera de la Catedral, como gesto simbólico de apoyo. Ya en ese año se estaba realizando unos proyectos viables de reorganizar las cofradías de la Soledad y Santo Sepulcro, junto con otras que cuajarían en los años siguientes. 

En la procesión de ese año (1923) se documenta la participación de señoras vestidas con mantilla en la procesión de la Soledad, siendo la primera vez que ataviadas con dicha prenda participan en una procesión de Semana Santa, cosa que se generalizaría después en la mayor parte de las cofradías granadinas. Ese año, la procesión general salió volvió a salir de la Catedral con los pasos de la Vera Cruz, llevada por cuatro nazarenos de túnica morada; San Juan Evangelista, llevado a hombros por nazarenos de túnica blanca; Señor del Rescate, sobre un trono con calvario de lirios morados; Jesús Nazareno con la Verónica arrodillada y calvario de la misma flor, así como, el Cristo de Mora, Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad, que salió de Santa Paula para incorporarse en la Catedral y a la que cantaban los seises de la misma.



La Semana Santa de 1924 fue la última en la que se organizó la procesión del Santo Entierro Antológico, que ya empezaba a no tener razón de ser al haberse fundado algunas cofradías, como la del Cristo de Mora, que se le conocerá como de la Misericordia (Silencio), y la del Santo Vía Crucis, estando en reorganización las antiguas del Santo Sepulcro y de la Soledad. De hecho, aquella procesión del Viernes Santo de 1924, que volvió a salir de la Catedral, estuvo formada por estas cuatro hermandades. 

La procesión comenzó a las ocho, bastante más tarde que en años precedentes, acudiendo la comitiva de la Soledad, como de costumbre en los últimos años, a la Catedral para unirse a la procesión. Los pasos fueron los mismos que el año anterior, solo que el Nazareno procesionado fue acompañado por la hermandad del Santo Vía Crucis. La Virgen de la Soledad iba en su trono repleto de flores y luces, precedida por largas filas de señoras con sus mantillas.


SEGUNDA PARTE


1. 1925. Reorganización de la Hermandad de la Soledad

Ese año se finalizaba una etapa previa a la del nacimiento de la Semana Santa popular granadina actual, en la que se volverá a concebir ésta como una celebración procesional con la existencia de cofradías y a cargo de ellas, que asumirán el culto continuo a sus Sagrados Titulares, todo ello,  después de más de un siglo con  dicha carencia. 

La Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad va a regularizar su inestable existencia hasta ese momento, reorganizándose real y formalmente. El día 20 de marzo de 1925 se convoca la primera junta general conocida en la sacristía de la iglesia de Santa Paula, para leer a los cofrades el reglamento, invitando a los granadinos a unirse a la hermandad, realizando  al día siguiente el primer acto institucional de la cofradía con una visita al arzobispo, don Vicente Casanova, para felicitarle por haber sido nombrado Cardenal de la Iglesia (37).

Cardenal Casanova y Marzol, quien aprobó la reorganización de la hermandad


La primera junta de la reorganización estaba formada, aparte de por el arzobispo, como por presidente honorario perpetuo, y de la priora del Monasterio de Santa Paula, como presidenta mayor y mayordoma perpetua, por el director espiritual y capellán de Santa Paula, don Francisco Herranz  Piquero, y se nombró consejero primero a don Francisco Vázquez Casas, que sería de hecho lo que desde antiguo se denominaba hermano mayor. Ya el señor Vázquez dirigía la hermandad desde años anteriores, lo que vino a constituir una confirmación en el cargo. Como consejero segundo se eligió a don Diego Melguizo, que  sería el equivalente al vice-hermano mayor; secretario a don Agustín Duarte Ramón; tesorero a don Juan A. Guillén Sánchez-Morales; vocales a don Pedro Manjón Lastra (sobrino de don Andrés Manjón, fundador de la Escuelas del Ave María), don José Sánchez de Molina Sanz, don Santiago Valenzuela Suárez (que asimismo era hermano mayor de la cofradía del Santo Vía Crucis), don José Cassinello Núñez, don Luis Conde Teruel, don Narciso de la Fuente Ruiz, don Miguel Casares Tamayo, don Francisco Romero Abad,  don Ángel López García, don José Caurcel, don Pedro Fernández Moleón y don Manuel García Melgar (37).

Casi todos ellos fueron los que un mes antes (el 18 de febrero) habían dirigido un escrito al arzobispo para remitirle el nuevo reglamento, solicitando su aprobación y autorización. Esta autorización parece que se la otorgó de hecho, en principio, pues los estatutos presentados eran muy sencillos y dedicados primordialmente a fijar los cultos a las imágenes, estableciendo una setena que terminaba en la función del Viernes de Dolores y unas misas los terceros viernes de cada mes en sufragio de los cofrades difuntos.

Ese año, la procesión del Viernes Santo se formará con las cofradías del Santo Sepulcro, Cristo de la Misericordia (Silencio), Soledad y Vía Crucis. Esta última cofradía, además de su procesión de la madrugada del Viernes Santo por el Albaicín a la ermita de San Miguel, realizó otra el Miércoles Santo por el centro de la ciudad, con la nueva imagen que le había realizado el escultor Roldán de la Plata. Esta procesión salió desde la iglesia de los Santos Justo y Pastor, mientras la Soledad se unió a ella en la Gran Vía, frente a instituto "Padre Suarez", donde se instaló el altar de la 4ª estación del Vía Crucis (el encuentro de Jesús con su madre en la calle de la Amargura). Después siguieron juntas ambas cofradías por las calles San Juan de Dios y San Jerónimo hasta la Plaza de la Universidad, continuando la Soledad por Tendillas de Santa Paula a su iglesia, donde regresó después de las doce de la noche.

Ese año la hermandad de la Soledad volvió a salir el Viernes Santo, su día tradicional, y en esta segunda salida llevó el paso del Cristo Yacente o "Señor de la Sábana", al que le había dado un nuevo nombre en esa nueva etapa, llamándolo con el título de Descendimiento del Señor, si bien en algunos años de los que se procesionó en la procesión antológica ya se denominó su paso como Descendimiento. Se cambiaba así el titulo tradicional de Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad y Entierro de Jesucristo por el Cofradía por el de Hermandad de Nuestra Señora de la de Soledad y Descendimiento del Señor.




Salió el Viernes Santo a las cinco de la tarde en un itinerario que primeramente se programó que fuera por la Gran Vía, hasta el Triunfo y San Juan de Dios, calle de Duquesa, plaza de la Trinidad, Capuchinas, Pie de la Torre y Catedral, donde se incorporaría por última vez a la procesión del Santo Entierro. Quizá como ese itinerario resultaba largo y parte de él se había realizado el Miércoles Santo con la cofradía del Vía Crucis, se cambió para hacerlo más directo hacia la Catedral, discurriendo éste por las calles de Santa Paula, Azacayas, Gran Vía, Cárcel Baja, Pie de la Torre y Catedral, para ir detrás del Santo Entierro. El regreso lo realizó más extenso, desde Plaza Nueva fue por Reyes Católicos, Gran Vía, San Juan de Dios, San Jerónimo, Marqués de Falces a Santa Paula.

Abría la marcha en esa primera procesión de reorganización de la cofradía la guardia municipal a caballo, la cruz y ciriales de Santa Paula, seguida chías y de la sección de nazarenos de habito blanco con el paso de San Juan Evangelista, imagen de. monasterio de Santa Isabel la Real, que se procesionaba por la hermandad desde hacía cuarenta y cinco años; penitentes de hábito negro y escapulario rojo con el paso del Señor conducido al Sepulcro, que ese año salió sobre un armazón con ruedas; penitentes de hábitos morados, chía de igual color y niños representando el "Pasmo de Sicilia", la Verónica; largas filas de señoras con mantilla y velas seguidas de los nazarenos vestidos con el nuevo hábito de la cofradía de terciopelo negro y escapulario y capillo amarillos, que iban delante de paso de la Virgen de la Soledad, sobre la carroza del Sagrado Corazón de Jesús, escoltada por la Guardia Civil. Parece que la carroza sufrió algún deterioro, pues se contabilizaron gastos por haberla arreglado.

El Cristo Yacente en su Descendimiento era atribuido en la prensa de entonces al escultor castellano y renacentista Alonso Berruguete. Atribución seguramente debida a la iniciativa de algún erudito consultado y que, desde luego, carecía de todo fundamento la atribución. Berruguete aunque estuvo en Granada fue para realizar algunas obras de tipo pictórico para la Capilla Real. 

Cuando la imagen de la Soledad llegó en la Gran Vía a las puertas del teatro-cine Coliseo Olimpia, que estaba delante del mercado de San Agustín, una capilla de música entonó en homenaje a la Virgen el Stabat Mater, aunque se había determinado por la hermandad que las imágenes no se volvieran de frente a dicho Coliseo, para imprimirle seriedad al acto. Siguió la procesión hasta la calle de Cárcel Baja, donde se hallaba la prisión cuyos encarcelados tantos años habían homenajeado a la Virgen con sus desgarradas saetas. Allí una comisión de la hermandad entró en el recinto para liberar a un preso, aunque no se ha encontrado documento que lo confirme, es un hecho transmitido por la tradición oral.

Parece que una de las primeras acciones que realizó la Directiva dela Hermandad en 1925 fue acometer una restauración de la imagen de la Soledad, dato que se ofreció en 1954 en una entrevista a la prensa el que sería Hermano y Vice-Hermano Mayor, don Narciso de la Fuente Ruiz. No ofreció ningún dato más, sin  que sepamos el escultor que realizó tal restauración, ni la envergadura de la misma, por lo que creemos que pudo ser una intervención de poca entidad, para subsanar algún desperfecto causado por la larga participación de la imagen en cultos y procesiones. Seguramente, la intervención la realizara algún escultor que en esos tiempos mantuvo contacto con la hermandad, como Navas Parejo o Roldán de la  Plata (38)


Don José Cassinello Núñez. Hermano mayor


2. Los primeros años de la reorganización de la Hermandad

Después de la Semana Santa de 1925 la hermandad de la Soledad se reúne en junta general el día 27 de abril y elige como hermano mayor por aclamación a don José Cassinello Núñez. De hecho, el anterior rector de la cofradía, don Francisco Vázquez Casas, aunque hermano mayor oficial unos pocos meses de 1925 la había regido desde algunos años anteriores, como se ha dicho. El Sr. Cassinello, era un prócer y aristócrata granadino, que había sido diputado provincial y senador del reino, además de director de la Azucarera del Genil, terrateniente y Marqués del Temple. Tenía su domicilio en un palacete en la calle de San Juan de Dios, junto a la clínica de San Rafael, hoy desaparecido. Era, por lo tanto, también vecino de la zona del Boquerón, barrio de la cofradía.

Normalmente, en esa época las cofradías solían nombrar a personas de alta significación social o económica para regirlas; ello  suponía, según el criterio de esos tiempos, dignificar la hermandad y conseguir influencias ante las autoridades y dádivas por parte de dichas personas de una posición económica elevada, que solían sufragar los proyectos de la hermandad o préstamos en momentos de déficit.

Otra reunión documentada de la junta directiva se celebró el 27 noviembre de 1925 para tratar importantes  proyectos y nombrar la junta directiva del Sr. Casinello Núñez, que estaba formada por:

Presidente Honorario Perpetuo, el Cardenal don Vicente Casanova y Marzol; Presidenta Mayordoma Perpetua, la Madre Priora del Real Monasterio de Santa Paula; Director Espiritual, el capellán del convento, don Manuel Gálvez Guindos; Hermano Mayor, don José Cassinello Núñez; consejeros, don Francisco Vázquez Casas y don Diego Melguizo Pérez; Secretario, don Agustín Duarte Ramón; Tesorero, don Juan Antonio Guillén; Vocales, don Pedro Manjón Lastra, don José Sánchez de Molina, don Santiago Valenzuela, don Narciso de la Fuente, don Miguel Cáceres, don Luis Conde, don José Caurcel, don Francisco Romero, don Ángel López, don Pedro Fernández Moleón, don Manuel García-Melgar y don Antonio Beltrán Rodríguez.

Entre los proyectos que se abordaron en esa junta estaba la realización de un "trono" para procesionar a la Virgen y de un grupo escultórico de figuras para el paso del Descendimiento, para lo que era vital allegar fondos para su construcción. Estaba en la idea de la cofradía el no representar con personas el Traslado al Sepulcro, como se había venido haciendo, probablemente, desde pasados siglos, idea que no se  desecharía totalmente, ni aun en los tiempos actuales. También, se aprobó la realización de una rifa en combinación con el sorteo de la Lotería Nacional de un coche para atender a los gastos de los proyectos. Quizá, fue la primera vez que una de las cofradías granadinas realizara dicho sorteo, que tan común y útil se ha manifestado desde entonces para financiar proyectos costosos. Con lo recaudado también se pretendió realizar unas escuelas del Ave María junto a la iglesia de San Cristóbal, dada la vinculación de la directiva con la obra manjoniana. Iniciativas todas ellas presentadas por don Francisco Vázquez, que continuaba siendo el rector de hecho de la hermandad.

De la propuesta de realización del trono o carroza dela Virgen ya existía un proyecto del artesano Agustín Hernández Villalba cuyas condiciones fueron aceptadas, formándose una comisión por los señores Beltrán, Romero y Vázquez para proceder a la contratación de la obra y para seguir los trabajos de la misma. Finalmente, y como colofón a una convocatoria tan densa, se acordó por unanimidad ofrecer a la Reina Victoria Eugenia su designación como Hermana Mayor Honoraria de la Hermandad, propuesta que recogió todo el entusiasmo y apoyo de los congregados en la sacristía del Monasterio de Santa Paula. La Casa Real aceptó el ofrecimiento antes de que finalizara el año, pues en los primeros días de enero de 1926 ya aparece en las referencias a la cofradía el título de "Real".

La ejecución de la «carroza» ya estaba en marcha, con lo cual era inminente la necesidad del «trono» conforme al plan diseñado. Tanto en la edición del El Defensor de Granada del sábado dos de enero de 1926, como en la Gaceta del Sur del domingo,  día 3, da cuenta de la convocatoria a concurso del trono y de la suscripción abierta para costarlo. Así se expresaba la mencionada Gaceta del Sur:

«La Real Cofradía y Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad y Descendimiento del Señor,  ha llevado a cabo la contratación de una carroza que se estrenará en la próxima Semana Santa.

»También se propone publicar seguidamente un concurso entre los artistas granadinos (…) para la presentación de proyecto o boceto de un trono, que ha de ir adosado a la ya mencionada carroza.»

Hasta el 5 de febrero de 1926 no vuelve a emplazarse a los directivos, ésta vez de forma extraordinaria a causa del fallecimiento del tesorero, don Juan Antonio Guillén. Se dio cuenta a la Junta de Gobierno de tal circunstancia y del cumplimiento de lo preceptuado en los Estatutos, como era el nombramiento de una comisión para visitar a la familia del finado y la celebración de seis misas en el altar de Nuestra Señora de la Soledad. 

La envergadura de los proyectos iniciados no permitía que la tesorería pudiera permanecer vacante por lo que se procede a elegir nuevo tesorero. Ante la renuncia a ocupar el dicho cargo por el vice-tesorero, don José Sánchez de Molina, es elegido el vocal don José Caurcel Monasterio, pasando a ser vice-tesorero don Narciso de la Fuente Ruiz. La prensa dio la noticia, destacando la relevancia social del Sr. Guillen, que había sido Alcalde de Huéscar, Diputado Provincial y era Caballero de la Real y Distinguida Orden de Isabel la Católica.

Ya iniciada la Cuaresma de 1926 la construcción del trono de la Virgen sufría retraso, apremiando la comisión para su pronta terminación; no obstante estuvo finalizada para la Semana Santa, para que la Virgen procesionara en ella. Ese año se estrenaron la totalidad de los hábitos nazarenos, pues el año anterior se terminaron solo parte de ellos. Fue encargada su realización al establecimiento "Almacenes San José", propiedad del tesorero de la hermandad, Sr. Caurcel. 

Nuevo paso de la Soledad de 1926. Foto. Granada Gráfica, abril de 1926

Aquella Semana Santa la Virgen volvió a procesionar dos veces: el Miércoles Santo con la Hermandad del Santo Vía Crucis, que al igual que el año anterior salió a las seis de la tarde de la iglesia de los Santos Justo y Pastor, produciéndose, asimismo, el Encuentro del Nazareno de la Amargura con la Soledad, que salió a las siete de la tarde de Santa Paula. La ceremonia se volvió a realizar ante el Instituto "Padre Suárez". La procesión estaba programada para el Martes Santo pero la lluvia hizo que se retrasara al Miércoles Santo. La segunda salida procesional fue el Viernes Santo, día tradicional de su estación de penitencia.

Ese año, sería el último que la hermandad realizó la procesión conjunta con la del Santo Vía Crucis, aunque tuvo que ser suspendida tras el encuentro de ambas hermandades en la Gran Vía porque volvió a hacer acto de presencia la inoportuna lluvia y ambas hermandades regresaron a sus templos (39) . Cuatro directivos de la Soledad (Sres. Vázquez Casas, García Melgar, Fernández Moleón y Ocete Padilla), vestidos con el hábito de la hermandad, llevaron los cordones que pendían del paso de la Virgen.

El Viernes Santo salió la hermandad a la tardía hora de las diez de la noche, una vez concluida la procesión de la hermandad del Santo Sepulcro (también reorganizada). La Soledad procesionó con una numerosa sección de señoras con mantilla, como venía siendo ya una costumbre, que se empezaría a asimilar por otras hermandades.  La famosa capilla del música del Maestro Vidal acompañaba a la Virgen con entonación de motetes y plegarias, cerrando la procesión las autoridades, una representación de seis directivos de la cofradía del Vía Crucis y del Silencio y la banda de música del Ayuntamiento. También participaron una escuadra de soldados romanos y las chías, recogiéndose la cofradía entre saetas a las 2:30 de la madrugada, hora tremendamente tardía para aquella época.

Se estrenó el estandarte de la cofradía con las imágenes en pintura al óleo de la Virgen y el Cristo Yacente, de autor desconocido, con bordados de tipo floral sobre terciopelo negro, que restaurado aun se conserva y aún se procesiona en las estaciones de penitencia.





Los excesivos gastos que suponía la reorganización de la cofradía hizo que en junio de aquel año se creara una comisión para recabar recursos, ideándose realizar la rifa de un automóvil studebaker y, asimismo, 
atender al compromiso de realizar obras sociales que se impuso la hermandad, para emplear su resultado en beneficio de la construcción de las escuelas de Ave María de San Cristóbal. Asimismo, se crea otra comisión, que estableciera las normas oportunas, dado el carácter de monasterio de clausura de la sede, sobre cultos, arreglo de capillas e imágenes, traslados de estas, que habrían de hacerse siempre procesionalmente, y demás actividades a realizar dentro del monasterio.

En 1927, la "nueva" Semana Santa de Granada contaba ya con siete cofradías de penitencia: Vía Crucis, Sepulcro, Misericordia, Soledad, Humildad, Prendimiento y Santa Cena. La Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén había desaparecido el año anterior. Para regular y coordinar  las acciones conjuntas de ese número de hermandades se requería un organismo que tuviera estas misiones y  la relación con las distintas autoridades, así como, los preparativos y desarrollo de las celebraciones penitenciales, lo que hizo necesaria la creación de un órgano federado entre ellas, para lo que se fundó en marzo de 1927 la Federación de Cofradías de Granada. 

Antes se había mandado el proyecto de estatutos a las cofradías existentes para que realizaran las enmiendas que consideran pertinentes, emitiendo la hermandad de la Soledad las suyas, que consistían, esencialmente, en que se contemplara la libertad de fijar itinerarios y respetar los contratos de cada cofradías en cuanto a bandas de música.  

El día 21 de marzo se reunieron los hermanos mayores de las siete cofradías en el Palacio Arzobispal con Cardenal don Vicente Casanova, para aprobar el reglamento y formar la Junta de Gobierno Provisional, de la que fue nombrado Presidente el hermano mayor de la Hermandad de la Soledad don José Cassinello Núñez, siendo, por lo tanto, el primer Presidente de la Federación.   

Unos días antes, el 11 de marzo de 1927, se reunió la junta de la Hermandad de la Soledad para aprobar la convocatoria de un concurso para la presentación de bocetos del “trono” de la Virgen a colocar sobre la carroza estrenada el año anterior y que habría de hacerse “en metal plateado con toldilla”. Para ello, según “El Defensor de Granada”, los concursantes de los proyectos correspondientes habrían de presentarlos en pliegos cerrados en la casa de D. José Cassinello. El “trono” en realidad constituía un paso de palio y habría de hacerse “adaptable a la carroza de la Virgen, para llevar un palio de ocho a doce varales desmontables para poner y quitar en la calle", debido  la escasa altura de la puerta de la iglesia de Santa Paula (40). Dicho palio, diseñado por el escultor José Navas Parejo, nunca se hizo realidad, habiéndose concebido los varales del palio con unos ángeles en la base de los mismos.

Por otra parte, se encargó al escultor Roldán de la Plata un proyecto de imágenes para el paso del Descendimiento, nombrándose para el seguimiento de dichos trabajos una comisión de directivos el 16 de marzo de 1927. Ese mismo día acuerdan comprar dos faroles guía y estudiar el cambio de los cirios que portan los nazarenos por unos faroles, que vendrían a ser tan característicos de la hermandad. 

Era una constante en las cofradías de entonces y de las siguientes décadas tratar de darle lustre y, a la vez, conseguir el necesario socorro económico, tratando de vincular a la hermandad a la nobleza y burguesía local, ofreciéndoles cargos honoríficos. Por ello, el día 7 de abril, a propuesta de don Francisco Vázquez y don Manuel García Melgar, se nombra al Duque de San Pedro de Galatino y Conde de Benalúa, Hermano Mayor Honorario, obsequiando a él y a su esposa con dos insignias con el escudo de la cofradía en "oro de ley macizo".  Seguramente, en esta ocasión, también incidía en el nombramiento el hecho de que en 1881 las tías del Duque, monjas profesas en el convento, fueron las que habían costeado el valioso manto de la Virgen de la Soledad (como ya se ha indicado). 

Foto  del Duque de San Pedro de Galatino en el Senado



Aquel Viernes Santo de 1927 la cofradía siguió el itinerario formado por las calles de Arandas, San Jerónimo, San Juan de Dios, Gran Vía, Cárcel, Pie de la Torre, Capuchinas,  Mesones, Puerta Real, Embovedado, Campillo, San Matías, Navas, Reyes Católicos para regresar por la Gran Vía a Santa Paula. Un itinerario largo, al que no temían las juntas directivas de aquellos tiempos por  la  viveza que se adoptaba en la marcha, sin renunciar a estar largo tiempo en la calle.

Finalizada la Semana Santa de 1927, el director espiritual de la hermandad, D. Manuel Gálvez Guindos, presenta su dimisión; las relaciones con dicho sacerdote no debían ser demasiado cordiales y parece, por lo que se deduce de las actas, que el punto de fricción fue la organización de los cultos por parte de la agrupación de señoras de la corporación. Se nombra para que lo sustituya a D. Pedro Manjón Lastra y se aprovecha esta “crisis” para el nombramiento de nuevo secretario a don Francisco Vázquez, en sustitución de Agustín Duarte, y de subsecretario a don Narciso de la Fuente, acordándose crear el cargo de “mayordomo de honor”.

Como ocurría en décadas anteriores, se acuerda sacar el paso de San Juan Evangelista para la Semana Santa de 1928, que sería acompañado de cofrades entre diez y dieciocho años, vistiendo el un hábito blanco y celeste, aunque de la misma hechura que el de la cofradía. Una vez superada la edad de 18 años estos jóvenes cofrades se integrarían en la hermandad de pleno derecho. Se les llamó popularmente "Los Juanicos" por las gentes.

En diciembre de 1927 se acuerda solicitar a la Casa Real con motivo de la onomástica de la reina Victoria Eugenia el indulto al un preso Manuel Povedano Serrano, reo de pena de muerte y condenado por un asesinato en Alhendín. A principios de enero de 1928 se recibe un telegrama del Palacio Real informando de la elevación al Gobierno de la solicitud de libertad del preso. En el protocolo establecido, el Viernes Santo la Virgen habría de detenerse en la calle de la Cárcel para que una comisión de la hermandad entrara en la prisión y acompañara al preso hasta el paso, al que seguiría por el resto del itinerario. Sin embargo, el Tribunal Supremo solo conmutó la pena de muerte por la de  prisión perpetua.

Ese año, la cofradía tuvo la idea de realizar dos procesiones: una el madrugada del Viernes Santo con la imagen de "Señor de la Sábana" o Descendimiento, para formar parte de aquella incipiente madrugada, formada por las cofradías del Vía Crucis y del Silencio, pero, finalmente, se aprobó que dicho paso saliera a las tres de la tarde del Viernes Santo para incorporarse en Plaza Nueva a la procesión del Santo Sepulcro de Santa Ana, pero la lluvia impidió esta procesión, aunque no la de la noche con la Soledad, en la que se procesionó el paso del Descendimiento, que no lo pudo hacer por la tarde, como estaba previsto. No obstante, dado el mal tiempo que se había presentado, la procesión resultó muy deslucida. En ella, se estrenaron los farolillos de cristal morado en los que se estampó el escudo de la cofradía y móviles por el balancín que hacían por el sistema de sujeción pendular que presentaban. Aún, como testimonio, procesiona una sección de nazarenos con dichos farolillos.




Pasado el verano de 1928 se produce una crisis en la hermandad con la dimisión el hermano mayor, Sr. Cassinello Núñez, la del primer consejero, Sr. Melguizo, y otros miembros de la junta directiva. Tras una tensa junta de elecciones en la que muchos hermanos pidieron la anulación de las dimisiones presentadas, pero éstas no se revocaron por los interesados. Para resolver ese asunto, se convocó una junta de elecciones para el día 16 de septiembre, en la que no hubo quorum suficiente, retrasándose para el día 20 de dicho mes y a la que asistieron treinta personas presididas por el tesorero, Sr. Caurcel Monasterio, y en la que se eligió por fin nueva junta directiva, que estuvo formada por: Miguel Serrano López, como Hermano Mayor; Primer Consejero, Diego Melguizo Pérez; Secretario, Agustín Duarte y vocales: Pedro Manjón Lastra, José Cassinello Núñez, Manuel García Melgar, Pedro Fernández Moleón, Miguel Casares Tamayo, Francisco Vázquez Casas, Francisco Salmerón Polo, Fulgencio Ruiz y Enrique Serrano López, Aurelio Arenas y Manuel Lachica Damas. 

Revista Granada Gráfica abril de 1927


Parece ser que durante los meses que transcurrieron hasta la Semana Santa de 1929 las aguas de la tranquilidad no afloraron del todo para pacificar la situación. No se celebraron reuniones de la junta directiva, ni de la general, hasta el día 3 de marzo  y, ello, por apremiarlo la celebración de los cultos y procesión de Semana Santa ya próxima. En la junta general de ese día, a la que no asistió el nuevo hermano mayor, Sr. Serrano, que también había presentado su renuncia, por lo que a instancia de don Francisco Vázquez, se propone nombrar una junta directiva provisional para organizar los cultos y la procesión del Viernes Santo. La mayoría de los asistentes no aprueban tal proposición, decidiéndose que continuara la actual directiva para organizar dichos cultos y procesión y, una vez finalizada la Semana Santa se nombrara otra nueva junta. 

En esta situación, gran parte de los gastos de los cultos cuaresmales y de la procesión de la Semana Santa fueron asumidos por el hermano mayor, Sr.  Serrano López. La crisis continuó y se hizo, incluso más profunda, no celebrándose juntas directivas ni generales hasta  el 9 de febrero de 1930, casi un año después. A pesar de ello, la procesión del Viernes Santo de 1929 se presentó con normalidad, incluso, con una importante novedad, como fue la presencia en la procesión de la sagrada imagen del Santísimo Cristo de San Agustín, Sagrado Protector de Granada: 

(…) de las antiguas cofradías, la que ha dado la nota de más emotividad ha sido la de la Soledad y Descendimiento de Santa Paula, que enriqueció su procesión con la admirable efigie del Cristo de San Agustín, presentada en trono inclinado, revestido con terciopelo negros, con tal acierto y severidad que a su paso se inclinaba y enmudecía la muchedumbre”(41).


Era la primera vez en que se tiene noticia de que el Santo Crucifijo de San Agustín saliera en procesión penitencial en la Semana Santa de Granada, así lo acordó su hermandad de culto con la de la Soledad, saliendo a las diez de la noche, hora que se estaba haciendo habitual en la salida de la hermandad en esos años.

Llevaba la procesión, según El Defensor de Granada, los farolillos pendulares de cristal morado y el Cristo de San Agustín, iluminado por un reflector, con una sección de penitentes de hábito negro; el Cristo Yacente fue acompañado por la capella de música de la Catedral.

Cristo de San Agustín, Sagrado Protector de Granada. Atribuido a Jacopo Torni "Florentino"hacia 1522


Aún no se había pacificado la hermandad en fechas próximas a la Semana Santa de 1930 y, por la misma causa y falta de recursos se habrían ralentizado los proyectos del paso de la Virgen, que habría de realizar el escultor Navas Parejo y que aún no había comenzado su trabajo, a realizar. Quizá por ello, presentó otro de menor presupuesto. Tampoco, el proyecto de paso del Descendimiento, encargado a Roldán de la Plata se había comenzado a realizar. La situación económica de la cofradía, con un déficit que casi triplicaba al montante de sus ingresos, estaba haciendo imposible acometer tan ambiciosos proyectos. 

No obstante las dificultades de todo tipo, cara a exterior, la hermandad seguía con su pujanza. Así,  en la estación de penitencia de 1930 se programó sacar cinco pasos: La Santa Cruz, el Crucificado de San Ildefonso (perteneciente a la antigua Hermandad de la Sangre de Jesucristo, hoy en la parroquia de Nuestra Señora de las Mercedes, en la Casería de Montijo), el Señor del Descendimiento, San Juan Evangelista y Nuestra Señora de la Soledad. No sabemos si, finalmente, se llegó a procesionar a dicho Crucificado, en sustitución del Cristo de San Agustín del año anterior, pues la noticia la proporcionaba la prensa, sin que conste en las actas de la hermandad (42). De ellas, sin embargo, se deduce, que se utilizó un tambor, seguramente de son destemplado, para acompañar al Cristo Yacente, al igual que otras cofradías de luto entonces lo utilizaban (Silencio, Favores, Expiración o Consuelo). Al tamborilero, que había sido dado de baja por falta de pago de sus cuotas, se acordó admitirlo, compensándoselas con los emolumentos que habría de pagársele por su participación en la procesión con el tambor

La falta de ingresos suficientes, que, a veces, el anterior hermano mayor, don Miguel Serrano, tenía que suplir sufragando los gastos, bien a fondo perdido o mediante una carta de reconocimiento de deuda por parte de la cofradía, como insegura garantía. Quizás, por estas circunstancias, éste presentó su dimisión para que fuese aceptada en la junta celebrada el 13 de octubre de 1930; también lo hizo el secretario, don Francisco Salmerón, ambos alegando motivos personales. Como una muestra más de generosidad, el Sr. Serrano le condonó a la cofradía la deuda originada por sus préstamos y que dedicara 500 pesetas de ella al coste de la toldilla proyectada para la Virgen, así como al del trono.

En la misma sesión, propuso el hermano mayor dimisionario a don Luis Fernández Figares para sucederle en el cargo. Por los asistentes se habían propuesto para el mismo a D. Carlos Hurtado y a Francisco Salmerón. Procediéndose en el acto a nombrar la nueva junta directiva  que se constituyó de la siguiente forma: 

Hermano Mayor, don Luis Fernández Figares; Primer consejero, Narciso de la Fuente; Segundo Consejero , don Francisco Salmerón; Tesorero, don Carlos Hurtado; Secretario, don Enrique Serrano y Vocales los señores: Pedro Fernández Moleón, Ángel López, Miguel Serrano, Fernando Grindley, Eduardo Grindley, Andrés Carreras Sevilla, José Gutiérrez Navarro, Luis Aguilar Morales, Fulgencio Ruiz, José Cassinello Lachica, Manuel Lachica Cassinello y José Vélez Puertas. Es de destacar que formaban parte de la junta nombrada los tres anteriores hermanos mayores, cosa que en nuestros tiempos es muy difícil que ocurra. El apego a la hermandad parece que entonces estaba por encima de los conflictos personales. 

A pesar de la situación deficitaria en lo económico que padecía la Hermandad el proyecto de trono y palio no se había desechado, creándose, para su activación para recaudar fondos que se encargaría de realizar un “festival” a celebrar en el Teatro Cervantes (situado en la Plaza de Mariana Pineda y Campillo con la actuación de la agrupación “Masa Coral". Para realizar el palio se había contactado con una casa de Zaragoza, pero sin desechar la posibilidad de que se hiciera en algún convento de monjas de Granada. Todo ello se vería afectado por los acontecimientos inmediatos de abril de 1931 con la caída de la Monarquía española y la proclamación de la II República.  

Los cultos de cuaresma y la procesión de ese año se celebraron con normalidad. La Semana Santa se celebró unos días antes de dicha proclamación y la situación política aparentaba tranquilidad. El Infante don Jaime de Borbón había asistido, en representación del Rey, a la procesión de la Hermandad de la Santa Cena, pasando los primeros días de la Semana Santa en Granada. También, el General Millán Astray asistió a la procesión de Ntra. Sra. de la Esperanza, en cuyo manto, el general prendió la insignia de su mando. Ese año, la Virgen de la Alhambra estrenó su característico “trono” en filigrana de plata con el diseño del Patio de los Leones de la Alhambra.




3. El advenimiento de la II República y la Guerra Civil. Tiempos de crisis

Unos días después de la Semana Santa, el rey Alfonso XIII abandonó España, instaurándose la Segunda República. Poco después, entre los días 10 y 12 de mayo, se produce la quema de conventos en Granada y en gran parte de España, creándose una situación insostenible que desembocará en la Guerra Civil de 1936. En Granada, 12 de Mayo, se intenta quemar por elementos de izquierdas el diario católico La Gaceta del Sur y el monárquico Noticiero Granadino. También, intentaron quemar el colegio de los Maristas, el convento de los Agustinos y algunos de cenobios de monjas en el Realejo, como las Comendadoras de Santiago;  todos estos incendios fueron sofocados por los bomberos antes de provocar la destrucción de dichos edificios. También, estallará un artefacto en el convento de las Carmelitas y se intenta agredir a varios sacerdotes en la Gran Vía. El general González Carrasco decreta el estado de guerra y logra impedir la quema del convento de las Trinitarias.

La Junta Directiva de la Cofradía de la Soledad sólo celebra una sesión de trámite el 29 de agosto de ese año, bajo la presidencia del Vice Hermano Mayor, don Narciso de la Fuente,  para aprobar las cuentas y pedir puntualidad a los cofrades en el pago de sus cuotas. Ya no se reunirá hasta el mes de marzo de 1932.

En septiembre la situación se hace cada vez más preocupante por el temor al deterioro del orden público; hasta el punto de que había incertidumbre en que pudiera salir la Virgen de las Angustias en su procesión anual. La Federación se ofrece a la hermandad de la Patrona para la ayuda que necesite, acudiendo a la prensa para animar a los cofrades a salir en la procesión, que dada la situación no se realiza, cosa que se repetirá en los dos años siguientes.

Próxima la Semana Santa de 1932 la hermandad celebró una sesión de su directiva en la noche del 5 de marzo, que se celebró en el domicilio del tesorero de la corporación, don Carlos Hurtado. Sólo se logró la asistencia de tres personas: don Narciso de la Fuente, que la presidió como Vice-Hermano Mayor; el dueño de la casa, don Carlos Hurtado, que actuó como secretario; y don Ángel López. Se celebró a las diez de la noche en segunda convocatoria, debido a la mínima asistencia conseguida. El señor Hurtado informó del acuerdo de la Federación de Cofradías por el que se suprimían las procesiones de Semana Santa de ese año y se determinó la realización de un Vía Crucis con el Crucificado de la sacristía de la Catedral por las naves de la misma en la tarde del Viernes Santo, que sería precedido por un sermón a cargo del canónigo don Juan Cuenca y el canto a gran orquesta del “Miserere del Maestro Palacios”. Del montante de los gastos de aquel Vía Crucis correspondió a la Cofradía de la Soledad pagar 113,65 pesetas. 

Terminada aquella Semana Santa, celebrada en el interior de los templos, se convocó la Junta General de hermanos para el día 6 de abril de 1932, con asistencia de sólo seis miembros de la directiva presididos por el capellán: Narciso de la Fuente, Francisco Grindley; El tesorero, Carlos Hurtado; el secretario, Enrique Serrano, y los vocales, Andrés Carreras y José Gutiérrez. También asistieron diez cofrades: Francisco Vázquez, José Martín Márquez, Juan A. Barrera, Juan Mateos, el hijo de Francisco Salmerón, José Grindley, Miguel Varo, Miguel Llesares, Luis Valdivieso y Andrés Torres En la sesión se trató de la aprobación de las cuentas y de revitalizar la hermandad, así como, nombrar una nueva directiva por los miembros de la actual. En ella se propuso como hermano mayor a don Manuel de Lachica Damas, pariente de los Cassinello. Otro de los candidatos propuesto fue don José Cassinello, que previamente había manifestado en una carta que no aceptaría el cargo en el caso de ser elegido; también se presentó a los hermanos Serrano, como tesorero y secretario. La sesión transcurrió algo tensa, pues Francisco Vázquez, que como recordamos fue el primer responsable en la reorganización de la hermandad, no admitía a Carlos Hurtado ni a Enrique Serrano en la junta directiva; al parecer, los acontecimientos de pasados años, no habían establecido, precisamente, un clima de concordia entre ellos. El mismo Enrique Serrano, en vista de la oposición del señor Vázquez ofreció ceder el cargo a la persona que éste propusiera, entablándose una discusión que impidió se eligiera nueva junta e, incluso, se plateó la posibilidad de disolver la hermandad.

Con esta situación tan complicada encaraba la hermandad aquella década de crisis de los años treinta. Sin Junta de Gobierno no se celebraron sesiones, ni cultos, probablemente, pero sí se decidió repetir el Vía Crucis del Viernes Santo por las naves de la Catedral, ese año de 1933 con la imagen del Cristo de la Misericordia (Silencio). Las cosas empeoraban aún más para las cofradías y la práctica de la religiosidad, finalizando el año 1933 con el incendio de varios templos. La  noche del 9 al 10 de diciembre de ese año se incendió la iglesia de San Luis de los Franceses, pereciendo la devota imagen del Santísimo Cristo de la Luz y la de la Soledad de esa iglesia, imágenes que habían estado presentes en los inicios de la nueva Semana Santa granadina, en los comienzos del Vía Crucis de las madrugadas del Viernes Santo en el Albaicín.

Por las actas de la Federación de Cofradías sabemos que la hermandad de la Soledad, aunque con pocas personas, estuvo presente con su estandarte en el Vía Crucis de la Catedral del Viernes Santo de 1934, que procesionó por sus naves al Stmo. Cristo de la Esperanza, de Pablo de Rojas, sobre el “trono” de la Virgen de la Alhambra. Ese año, los cofrades pudieron llevar su hábito, aunque hubieron de vestirlo dentro de la catedral y varias camareras de la Soledad, de la Santa Cena y de la Virgen de la Alhambra siguieron la comitiva tras el paso del Cristo de la Esperanza que se venera en la Sala de Beneficiados de la Catedral.    


Vía Crucis Catedral 1934. Fot. Torres Molina

Un acta sin firmar, escrita a máquina, que obra en el archivo de la hermandad, nos revela que el 11 de abril de 1934, pasada la Semana Santa, bajo la presidencia del director espiritual, don Francisco González, se reúnen: el Vice-Hermano Mayor, don Narciso de la Fuente, el Tesorero, don Carlos Hurtado, y los vocales don Andrés Carreras y Miguel Varo (que actúa de secretario) y el cofrade, Enrique Chavarino. Esta sesión sería ratificada en la siguiente Junta General y en ella se acordó rendir cuentas de la colecta recogida para sufragar los gastos que correspondían a la hermandad originados por el Vía Crucis catedralicio, así como, pedir a la superiora del convento jerónimo de Santa Paula que escribiera a la señora de Serrano, secretario de la hermandad ausente, para que entregara los documentos de la misma que obraban en su poder.  Se acordó, por último,  que se habría de reorganizar la hermandad con una directiva nueva y modificar algunos capítulos y artículos de las Reglas. Después de esta junta, escasa de asistentes, no se producen más reuniones oficiales en ese año.   

El año 1935, ejercen el gobierno de la nación partidos de centro-derecha, iniciándose un clima político propicio a la celebración pública de las procesiones. La Cofradía la de la Soledad da señales de vida y el día 25 de febrero de 1935 se reúne en la sacristía de Santa Paula una comisión de reorganizadores, formada por Francisco Herranz Piquero, delegado del capellán; Narciso de la Fuente, Francisco Salmerón, Marcelo Salmerón, Ángel López, Fernando, José y Eduardo Grindley, Andrés Carreras y Miguel Varo, actuando éste como secretario. El señor de la Fuente, explica las vicisitudes negativas que padeció la hermandad en los últimos años y plantea reorganizarla, porque la  Federación de Cofradías había acordado que ese año se reanudaran las procesiones de Semana Santa. Se recabaron a los presentes que dieran los datos de las personas que conocían como hermanos de la cofradía para citarlos a una próxima junta general. También, se encomendó a los señores Herranz, Carreras y Salmerón que visitaran al Sr. Romero de la Cruz para proponerle como Hermano Mayor Honorario.

A esta junta oficiosa, le siguió otra general el 14 de marzo, presidida por don Narciso de la Fuente y Ruiz, en calidad de Hermano Mayor accidental .En esta ocasión sí se logró reunir un número considerable de personas, cerca de cincuenta, seguramente por las circunstancias difíciles que habían pasado la cofradía y sus cofrades en los últimos años, por la cuestión de la supervivencia de la hermandad y por las halagüeñas  previsiones de poder hacer la estación de penitencia aquella Semana Santa. Después de explicar don Narciso la casi nula actividad que había desarrollado las directiva los últimos tres años, si se exceptuaba la participación en los viacrucis de la Catedral, expuso a los asistentes que el objeto de la sesión era reorganizar la hermandad, eligiendo nueva junta directiva, y tratar de la salida penitencial de la Semana Santa de 1935, pues el Arzobispo habían decidido que se celebraran las procesiones.        

De dicha Junta General salieron elegidos como Hermano Mayor don Francisco Salmerón Polo; como, Vice-Hermano Mayor, don Narciso de la Fuente Ruiz; Tesorero, don Francisco Herranz Piquero; Secretario-Contador, don Eduardo Grindley Ballesteros; Vice-Secretario, don Miguel Varo Moyano; y como vocales, don Fernando Grindley Ballesteros, don José Grindley Ballesteros, don Pedro Fernández Moleón, don Andrés Carreras, don Agustín Duarte y D. don Miguel López García. También, se adoptó un acuerdo de cierta singularidad, y fue que los antiguos Hermanos Mayores y Vice-Hermanos Mayores, formaran parte de la Directiva como vocales natos. Se apreciaba en el ambiente el deseo de dejar atrás anteriores disputas, que tan negativas habían sido para la cofradía, y ello a pesar de cierta oposición del señor Vázquez, que pedía se investigaran las gestiones de algunos años antes; pero  la nueva directiva no consideró su petición, ante la ingente labor de reconstruir la hermandad, buscando hábitos, enseres y documentos, y la preparación de los cultos cuaresmales previos a la estación de penitencia, sin que conviniera mirar hacia atrás.   


Después, las reuniones de la Directiva se irán sucediendo y el 20 de marzo de 1935 hubo sesión en la sacristía de Santa Paula; se volvía, por fin, al lugar entrañable y ancestral de reuniones de la cofradía. En esta sesión se comienzan a dar los primeros pasos para organizar a los cofrades y preparar la tradicional Setena a la Virgen de la Soledad, que finalizó con la función principal del Viernes de Dolores, con sermón a cargo de don Juan Cuenca, el mismo canónigo que había oficiado en los Viacrucis de la Catedral. Más prosaicos fueron otros acuerdos, como el comprar barbas postizas para las personas que representarían a los Santos Varones y peluca para la Magdalena, dándose la circunstancia de que ese año las personas que representaron las figuras vivientes del paso del Señor Yacente no cobraron emolumento alguno.

Poco antes de Semana Santa se vuelve a reunir la Directiva y se autoriza ensanchar el cancel de la puerta para dar más holgura a la salida del paso de la Virgen, iniciativa propuesta por Agustín Duarte, que ofreció pagar el gasto de albañilería. Con una periodicidad semanal se seguirá reuniendo la Directiva para ultimar las gestiones cara a la próxima salida procesional, como la de realizar nuevas túnicas; contratar en 400 pesetas a la banda de música del Regimiento de Infantería y la capilla de música de la Catedral, que años anteriores solía acompañar a la hermandad, habiéndose recabado de la Marquesa de Casablanca donativos para costear dicha música. 

Próxima la Semana Santa, se celebró el 13 de abril la Junta General, también notablemente concurrida, con más de sesenta personas, todos hombres (entonces la Semana Santa era “cosa de hombres”), entre ellos muchos cofrades nuevos. Los años de verdadero miedo a manifestar la religión públicamente había concluido, por los menos de momento, en aquel especial estado de euforia que embargaba a los cofrades.  En esa junta se dieron a los cofrades concretas instrucciones de no venir con la cara tapada por el capillo, ni llevar corona alguna en la túnica, siendo el itinerario más corto, pues desde Santa Paula se iría a las calles de Arandas, San Jerónimo, llegando frente al abside del Monasterio de San Jerónimo, para seguir por la calle de Duquesa, Plaza de la Trinidad, Mesones, Puerta Real, Reyes Católicos, Gran Vía, Azacayas y Santa Paula. En esta sesión el Sr. Vázquez se lamenta de que, habiendo sido hermano mayor, no se le considere vocal nato. No se le terminó de dejarle hablar por considerarse que dicha Junta General no era el órgano adecuado para tratar del asunto. Las suspicacias parece que no habían desaparecido aún.   

Aquella Cuaresma, vivida con gran euforia por las cofradías, la Directiva de la Federación de Cofradías se reunió el mes de marzo en un “banquete” con varias personas, que podrían considerarse como los primeros artífices del primer pregón de nuestra Semana Santa; los asistentes fueron Antonio Amor Antequera, el periodista Eduardo Montero y Ramón Moreno, que con sus versos y charlas por la radio, realizaron un verdadero pregón de nuestra Semana Santa.  El pregón continuó en el mencionado banquete con la intervención de don José Gómez Sánchez-Reina, que después sería Hermano Mayor de la  Hermandad de la Santa Cena, que dedicó un verso a cada cofradía.

El programa de aquel año de 1935, fue el siguiente: Lunes, Santa Cena y Rescate; Martes, Vía Crucis y Rosario; Miércoles, Esperanza y Humildad; Jueves, Alhambra y la del Santo Crucificado que sacan los Escolapios; Viernes Santo, Humildad al Campo del Príncipe, Sepulcro y Soledad de Santa Paula. La Semana Santa resultó esplendida, aunque  dos cofradías decidieron no salir: la del Silencio y la de los Favores, dadas las características inseguras de sus barrios (Albaicín y Realejo). El único Crucificado que se procesionó fue el Cristo de la Expiración de la nueva cofradía de los Escolapios, que se fundó ese año con el Cristo de la iglesia de San Ildefonso de la antigua Cofradía de la Sangre de Cristo (hoy en la parroquial de Ntra. Sra. de las Mercedes en la Casería de Montijo).

Tras la Semana Santa, la Hermandad de la Soledad vuelve a reanudar sus reuniones, celebrándose cinco de la Directiva y una Junta General. La del 27 de abril se dedicó a hacer constar los agradecimientos a diversas personas, como las señoritas que representaron a las  “Tres Marías”, a las que se les dio un obsequio; a la sección de camareras, organizadas ya con Presidenta, Secretaria y Tesorera (primer cuerpo de camareras organizado oficialmente entre nuestras cofradías) por su labor en la preparación de la estación de penitencia; a las monjas por su ayuda de todo tipo, gratificándolas con cincuenta pesetas; a los monaguillos y a los que vistieron las dalmáticas, a los que se les dio una gratificación de una y dos pesetas, respectivamente, gratificando al monaguillo que los buscó con veinte pesetas, al que se encargó el cometido de formar una especie de cuerpo de acólitos. En la reunión siguiente de 2 de mayo se nombra al director espiritual don Fernando del Rosal Dorado, Hermano Honorario de la hermandad por su apoyo a ésta.

Sin embargo, la situación económica seguía siendo precaria, pues el superávit que hubo no llegó a cubrir la cantidad de quinientas pesetas exigida para ingresar en el Sindicato de Iniciativas de Fiestas de Andalucía (SIFA),  órgano paralelo a la Federación para organizar festejos con los que recaudar fondos para la Semana Santa. El Hermano Mayor, don Francisco Salmerón Polo, hubo de completar con cien pesetas la cantidad que faltaba. Algunos directivos de la hermandad fueron nombrados miembros de comisiones de dicho sindicato, como los señores Grindley  y don  Narciso de la Fuente, siendo una de las primeras iniciativas de dicho órgano la de organizar la popular romería a la ermita de San Miguel el día 29 de septiembre de ese año, en la que cada cofradía aderezó una carreta para transportar a dicha ermita a las hijas de cofrades que vistieran con trajes de flamenca.

No tuvo mucho tiempo dicho sindicato de iniciativas para desempeñar su función, pues a finales de año y principios de 1936, las cosas se complicaron políticamente con la caída del gobierno de derechas y la creación del Frente Popular, que irá creando un ambiente prerrevolucionario y un clima de enfrentamiento que conducirán a la más cruenta Guerra Civil conocida por nuestro país.


4. La Hermandad de la Soledad en la Postguerra

Después de la sesión de la Junta Directiva de la de 14 de Septiembre de 1935, no existen más actas de la hermandad hasta la de 24 de marzo de 1939, pocos días antes de la proclamación del final de la Guerra Civil. Ese día, se reunió la Directiva de la hermandad en la sacristía de la Catedral para aprobar los gastos realizados desde Julio de 1935 y confirmar las altas y bajas producidas. Dos cofrades de la Soledad habían fallecido en la contienda civil: Pedro Tratero y Luis Fajardo Martínez (cuyo padre pidió ingresar en la hermandad, cubriendo la vacante de su hijo fallecido). 

Durante los tres años de la Guerra Civil sólo se celebró la tradicional Setena a la Virgen de la Soledad, probablemente con la asistencia de los pocos directivos y cofrades que durante esos años difíciles mantuvieron la llama viva de la hermandad. También se hicieron unas pinturas y reparaciones en la iglesia de Santa Paula que fueron costeadas por la hermandad según se infiere de la última acta.  

Ese año de 1939 no hubo procesiones de Semana Santa, entre otras cosas por no haber podido en tan corto espacio de tiempo organizarse las maltrechas cofradías. La labor que se les presentaba a las corporaciones penitenciales fue ingente en los primeros años de la década de los cuarenta del siglo XX; organizar enseres y nóminas de hermanos, restaurar imágenes, pasos y hábitos, reponer en muchos lugares de la geografía andaluza las imágenes; muchas de ellas eran de insignes escultores de las escuelas granadina y sevillana, que se habían destruido con el incendio de templos. Quedaba atrás una pesadilla y empezaba la reconstrucción de las hermandades y de la Semana Santa granadina.   

Tras el largo paréntesis de los años treinta, la hermandad preparó los cultos de Cuaresma de 1940 con el Setenario y Función del Viernes de Dolores costeados por las camareras de la Virgen de la Soledad y algunos devotos de la imagen, dada la penuria económica que padecía la hermandad, cosa que era general en todas las cofradías. En esta nueva etapa sería elegido Hermano Mayor don Narciso de la Fuente, periodista y anterior Vice-Hermano Mayor, que también fue nombrado Secretario de la Federación de Cofradías. El señor de la Fuente venía ya ejerciendo de hecho las funciones del cargo, debido a la grave enfermedad que padecía el Hermano Mayor, don Francisco Salmerón Polo.

El Cardenal-Arzobispo, don Agustín Parrado, había ordenado que las procesiones de Semana Santa no se encerraran en hora tardía (como más tarde a las 22:30 de la noche), cosa que afectaba a muchas de ellas, pero, primordialmente, a la del Silencio y a la Soledad. No varió su postura el prelado granadino pese a la carta de que le remitió la Federación de Cofradías pidiéndole flexibilidad de horarios y explicando las razones por las que algunas cofradías regresaban a horas intempestivas. Asimismo, se pidió licencia para que las cofradías hicieran estación en la Catedral, como antaño, cosa que les fue denegada. La Soledad, que habría tenido que salir con la luz del día fue excusada del mandato arzobispal "dada su antigüedad". No obstante, adelantó su horario de salida a las 9:30 de la noche (42).

El exorno del paso de la Soledad lo constituía ese año unas velas delante de la imagen y cuatro candelabros guardabrisas, todo ello sobre un monte de flores blancas, sostenido el conjunto por un cajón de poca altura, a modo de canastillo, del que partían guirnaldas vegetales en la parte inferior; todo ello sobre un carro con ruedas empujado por varios hombres y tapado por faldones. Asimismo, como era muy común en esa época, se colocó un reflector para iluminar el busto de la Virgen y otro en las angarillas del Cristo Yacente, para iluminar a las "Tres Marías", que iban tras de dicha imagen. El adorno del paso de la Virgen lo realizaba esos años el cofrade Bernardo del Rosal Dorado.

Paso de la Soledad a principios de los años cuarenta

En el año 1941, la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias de la Alhambra decide no realizar estación de penitencia para emplear su costo en auxiliar a los más necesitados, dada la situación de pobreza que aquejaba a muchas familias como consecuencia de la pasada Guerra Civil. Esta decisión de la cofradía alhambreña molestó al resto de las hermandades, dejándolas en evidencia por no haber adoptado una decisión similar. Para emular la iniciativa caritativa de la la Hermandad de la Alhambra, la Cofradía de la Soledad trató de dedicar una cantidad a tal finalidad, que no llegó a materializarse porque la Federación de Cofradías acordó dedicar unos fondos para paliar a la población necesitada.   

Antes de la Semana Santa de 1941 se produce una remodelación de la Junta Directiva y se crea una Junta Auxiliar, para ayudar a la primera en determinadas funciones más usuales y corrientes. El señor de la Fuente seguirá ejerciendo como Hermano Mayor Accidental, ante el mal estado de salud del titular, señor Salmerón Polo. En estos dos o tres primeros años de la década se trata de adecentar los hábitos de los cofrades y de los "personajes vivientes" del paso del Descendimiento; se realiza el estampado de los escapularios de los capillos con el escudo de la cofradía, además de volver a instalar en los farolillos pendulares de los nazarenos el remate de la corona real, que se había suprimido durante la República. 

Aún no se había desechado en 1942 el proyecto de realizar un nuevo "trono" con toldilla para el paso de Nuestra Señora de la Soledad. Así, se acuerda en la sesión de la Directiva de 15 de abril de ese año incluir bordados en la toldilla, así como, adquirir terciopelo negro para las túnicas de los cofrades, coexistiendo a partir de ese año las túnicas antiguas que era de satén negro y las nuevas de terciopelo de igual color, que se alquilaron a los cofrades a doble precio que las  antiguas. Ese año, parece que la Virgen no vistió el extraordinario manto de 1881, sino otro de terciopelo negro con estrellas bordadas, apareciendo iluminada con cuatro candelabros de guardabrisas en las esquinas del paso. Las  crónicas de la prensa decían que estuvo detenida largo rato en la Plaza de la Trinidad por las numerosas saetas que le dedicaron. 

También se acuerda con el resto de las cofradías recuperar la procesión de la Entrada en Jerusalén en el Domingo de Ramos  de 1943, asistiendo la hermandad con ocho directivos vistiendo la túnica de la cofradía, y uno de ellos, el señor del Moral, llevando campanilla en la comitiva, y don Marcelo Salmerón con el báculo, formando parte de la presidencia, y el resto portando palmas.

Don Narciso de la Fuente. Hermano Mayor de la Soledad. Diario Patria 1958

El palio o toldilla, en proyecto tantos años, no llegará nunca a realizarse, pero en la Semana Santa de 1943 el paso de la Virgen presentó una novedad en su adorno: la utilización de lirios morados, cambiando la flor blanca, que normalmente lo adornaba; además se iluminó con luces color violeta, probablemente procedente de reflectores instalados en la carroza. En ese año, asimismo, se aumentará el número de velas delante de la imagen de la Virgen, formando el clásico "bosque"(44). 

Por otra parte, se seguía en estos años contratando una banda de música, normalmente la Municipal (otras veces la Provincial o la de Cruz Roja), para ir detrás del paso de la Virgen, y una capilla de música, normalmente la del Maestro Vidal, para ir con el Cristo Yacente. En esta etapa de posguerra, las tres o cuatro chías que se llevaban tradicionalmente en la procesión se vieron reducidas a una, que marchaba en la sección del Señor, aunque en 1946 se realiza la vestimenta de otra chía que irá con la Virgen.

Tras el fallecimiento de algunos miembros de la Directiva y del que fue Hermano Mayor, don José Cassinello Núñez, se convoca Junta General en el monasterio de Santa Paula, a la que presentan su dimisión los miembros de la Junta de Gobierno y se procede ese día, 21 de marzo de 1946, a la elección de nueva Directiva en la que resultó elegido don Narciso de la Fuente, confirmando oficialmente el cargo, que de hecho, venía desempeñando por enfermedad de don Francisco Salmerón Polo desde hacía bastantes años. No obstante, éste último fue nombrado con el cargo honorífico de Hermano Mayor Perpetuo. En aquella nueva junta, sería Vice-Hermano Mayor don Marcelo Salmerón; don Eduardo y don  Fernando Grinley Ballesteros, Secretario y Tesorero, respectivamente; Vice-Secretario y Vice-Tesorero, don Juan del Moral y don Francisco Cano Moya, respectivamente; ejerciendo de vocales: don Andrés Carreras Sevilla, don José Grindley Ballesteros, don José Cassinello Lachica, don José Córcoles, don Luis Fajardo Ruiz y don Rafael Arcas. Junta Adicional formada por don Juan Mateos y don José Carreras Martínez.

Será en el Viernes Santo de ese año (1946), cuando la Virgen de la Soledad estrene el nuevo paso con una peana, tan esperado, a que se le agregó un artilugio para subir y bajar la imagen para salvar al escasa altura de la puerta de la iglesia y que todo ello fue realizado por el escultor Manuel González Mesa, hermano de la cofradía, y que costó 14.000 pesetas (45). El paso consistía en un canastillo rectangular o de "cajón" con grandes medallones en el centro de cada lado, labrados en talla dorada barroca y tallas de hoja de acanto salpicadas en el resto de dicho canasto, enmarcado todo ello por frisos dorados, superior e inferior, resaltando el conjunto de elementos dorados sobre fondo negro. Todo el canastillo lo remataba en su parte inferior por un fleco de pasamanería y el paso vuelve a lucir adorno de flores blancas. También se realizan la cruz de guía y sus cuatro faroles, según diseño de un señor llamado Palomares y que costaron 1.350 pesetas.


Nuevo trono del escultor Manuel González Mesa, 1946

El adorno del paso de la Soledad seguirá completándose para la Semana Santa de 1947, modernizando el sistema eléctrico del mismo y  añadiéndole seis ánforas realizadas por el taller de "López Serrano Hermanos". No obstante, se estudiaba la realización de unos candelabros de guardabrisa, que siempre irían en las esquinas delanteras, para evitar el deterioro por la cera del valioso manto de la imagen. 

En 1948, el nuevo arzobispo de Granada, don Balbino Santos Olivera (el Cardenal Parrado había fallecido), dicta un decreto, ordenado que la cofradía celebrara Junta General para elegir nueva Directiva. La Junta es convocada para el día 27 de septiembre y elige como Presidente Perpetuo al citado arzobispo, como Presidenta Perpetua a la Priora del Monasterio de Santa Paula, y como director espiritual al capellán del convento don José Espinosa, constatando con ello la intención de una intervención más directa en la cofradía del elemento eclesiástico.

La Directiva que resultó elegida apenas modificó la composición de la anterior, continuando de hermano mayor y de vice-hermano mayor don Narciso de la Fuente y don Marcelo Salmerón, respectivamente, reconociéndose el cargo honorífico de Hermano Mayor Honorario a don Francisco Salmerón Polo. Hubo cambio en la Secretaría, que la desempeñó don Juan del Moral y don José Carreras Martínez, como vice-secretario, así como, en la vice-tesorería, en la que entrará don Francisco Cano Moya. Los vocales fueron: don Eduardo Grindley, don Andrés Carreras, don José Grindley, don Rafael Arcas, don Luis Fajardo, don José Cassinello Lachica, don Juan Mateos y don José de la Fuente Romero.

La cofradía finalizaba la década de los años cuarenta del siglo XX con un destacado esplendor y con su marcada personalidad en la estación de penitencia y cultos; cosa que iba diferenciando su carácter de otras hermandades granadinas, algunas de las cuales empezaban a manifestar un proceso de adopción de elementos más asimilables a las cofradías sevillanas. Un incremento de hermanos en las filas de su procesión se aprecia en el año 1949 en el que se estrenan capillos en tela de raso color amarillo y unos candelabros del siglo XVI en el paso de la Virgen (seguramente prestados por las monjas jerónimas), que llegó a contar con 150 velas delante de la imagen. A su vez, la cofradía cede ese año las tulipas de paso de la Soledad para adornar el trono de la Custodia en la procesión del Corpus Christi.


 
Revista El Ramillete de 1947 

5. La Hermandad en el esplendor los años cincuenta

Para la estación de penitencia de 1950 todos los nazarenos de la cofradía llevaban túnicas de terciopelo negro y capillo-escapulario de raso amarillo, tan característicos de la cofradía y que han llegado hasta nuestros días. A ello, se unían dos mazas llevadas, al parecer, por nazarenos para flanquear al escudo de la hermandad, insignia que era procesionada por varias cofradías granadinas, algunas, como la de la Alhambra o de la Santa Cena, portadas por pajes con sombrero de plumas y vestido medieval.

Dos mejoras en el paso de la Soledad se van a realizar para la Semana Santa de 1951, como fue la restauración del trono o canastillo, que se había estrenado en 1946, que consistió en suprimir el fondo negro sobre el que resaltaban las tallas de madera dorada o plateada (en las fotografías no se aprecia  si se trataba de dorado o plateado) por un fondo de igual color que el empleado en dichas tallas, uniformándolo. También, se estrenó ese año de 1951 el estandarte de las camareras, bordado por las monjas del Beaterio del Santísimo, quizás el primero que se realizó por una cofradía granadina, como también era el primer cuerpo de camareras que se había fundado, como ya nos referimos en su momento. Asimismo, fueron estrenadas nuevas ánforas y candelería. También ese año se acordó realizar una saya a la Virgen y un forro para el manto, labor que hicieron las monjas (46).


Veinticinco años se cumplían en 1952 de la fundación de la Federación de Hermandades y Cofradías de Granada, para cuya conmemoración se organizó para la tarde del Viernes Santo una magna procesión con los Cinco Misterios de la Pasión de Jesucristo; en ella, se procesionarían los pasos de la Oración en el Huerto de los olivos del convento de San Antón; el Cristo de la Columna con San Pedro arrodillado en sus Negaciones, del Monasterio de Santa Paula; el Señor de la Humildad, Coronado de Espinas del convento de Zafra; Jesús Nazareno del Convento del Santo Ángel Custodio y el Cristo de los Favores de San Cecilio. Estos pasos se unirían a los del Santo Sepulcro o Entierro de Cristo, que saldría de la Catedral, siendo Nuestra Señora de la Soledad, el último paso, que se uniría a la magna o extraordinaria procesión en  la intersección de las calles Mesones con Marqués de Gerona.  Hasta llegar a ese punto de incorporación la procesión de la Soledad recorrería previamente un largo itinerario por las calles de Santa Paula, Santos, Santísimo, San Juan de Dios, donde haría estación, para consuelo de los enfermos de ese hospital, y seguiría por Duquesa, Trinidad, Mesones, Puerta Real, Reyes Católicos, Gran Vía, Azacayas, Boquerón y Santa Paula. 

No llegó a realizarse tan extenso itinerario para realizar el tradicional en dirección a la calle de Arandas, San Jerónimo, Universidad, Duquesa y Mesones, punto de incorporación a la del Santo Sepulcro. La lluvia, que tantas veces ha malogrado los planes de los cofrades, se presentó en el momento en el que los pasos de los Misterios se dirigían a la Catedral, teniendo que regresar a sus respectivos templos. No obstante, el inmenso gentío que abarrotaba las calles del centro de la ciudad, permaneció largo tiempo en las mismas con la esperanza de que la lluvia cesara y celebrase la procesión; expectativas que fueron totalmente frustradas.

1952. Paso de la Flagelación y Negaciones y Lágrimas de San Pedro del monasterio de Santa Paula 

La procesión del Viernes Santo de 1953 se vio incrementada con treinta nazarenos más, superando los doscientos y hubo innovaciones en el paso de la Virgen; era muy del gusto de esa época el adorno de los pasos con ingeniosa luminaria, como la imitación con lamparitas con forma y color de flores, como tulipanes o lirios, que llevaban en su interior una bombillita eléctrica; así, ese año, se le pusieron en el trono a la Soledad este tipo de luminaria con lirios de luces moradas. También, a los pies de la Virgen, se situó unas relicario de oro con  las reliquias de los santos fundadores de la orden jerónima que custodiaban las monjas en el convento. Una nueva chía de vestimenta morada formó parte de la comitiva procesional en la sección del Cristo Yacente y se estrenó el nuevo guion o "bacalá" de la cofradía con un medallón central de plata, a la usanza de los  estandartes de la antiguas hermandades, que fue realizado por el artesano Portal (47). El aumento del número de hermanos y de su participación en la estación de penitencia hizo posible que la hermandad tuviera ese año un superavit en sus cuentas de cerca de 4.400 pesetas, que se repetirá aumentado en el siguiente año.

Ese año sí fue posible que la procesión,  a su regreso del centro de la ciudad, pasara por el Hospital de San Juan de Dios para ser contemplada por los enfermos del mismo, que no fue posible realizarla el año anterior; fue algo que consiguió el nuevo capellán y director espiritual de la cofradía, don Enrique López Morcillo.

Entre otras novedades, las monjas habían restaurado el manto procesional, cosiéndole un nuevo forro, y el manto de capilla al que se le pasaron sus bordados a nuevo terciopelo. También falleció el anterior Hermano Mayor, don Francisco Salmerón Polo, celebrándose un funeral en la capilla, antes de los cultos de Cuaresma.

Estandarte o guion y chía morada. Foto Antonio Padial

El itinerario en la procesión de penitencia de año 1954 otra vez se ve ampliado con la inclusión de la calle de San Juan de Dios para visitar el hospital del santo, realizándose al inicio de la procesión en lugar de al regreso de la misma, como ocurrió el año anterior. A dicho centro hospitalario se llegó ese año por las calles de Arandas y San Jerónimo, para seguir por Gran Capitán, Duquesa, Ganivet, Manigua, Campillo, Embovedado, Puerta Real, Reyes Católicos, Gran Vía, Azacayas y Santa Paula, donde llegó la hermandad pasadas las dos de la madrugada, entonándose en el regreso numerosas saetas a las imágenes, como era habitual.

Una exposición en el Monasterio de San Jerónimo se celebró con motivo del Año Mariano en febrero de 1955, en la que el nuevo arzobispo, don Rafael García y García de Castro, quiso que la imagen de Nuestra Señora de la Soledad participara. El traslado de la Virgen se realizaría en andas sencillas y la participación en filas de los hermanos y devotos.  

Ese año también se realizaron algunos arreglos en el trono de la Virgen y se adquirieron doce candelabros ( seis grandes y seis pequeños), para completar o cambiar la iluminación del paso de la Soledad. Detrás de la Virgen fue la banda de música del Hospicio y  otras dos fueron en la cabecera. Ese año, por vez primera, llevó el Cristo una banda de música. Quizá para dar más boato a la procesión, suprimiéndole la capilla tradicional de música del Maestro Vidal, que acompañaba al Cristo del Descendimiento, aunque intervendrá en los cultos cuaresmales del año siguiente.

En 1956 se trató de dar mayor iluminación y solemnidad al Cristo con la realización de cuatro antorchas de cristal morado de largo mástil, que simulaban una llama de antorcha; fueron portadas por cuatro nazarenos sin capillo, situados cada uno en una esquina de la escena del paso y de las figuras vivientes. Dichas antorchas fueron realizadas por el escultor don Manuel González Mesa, que como se ha manifestado anteriormente, había realizado diez años antes el paso de la Virgen.

Nazarenos de la Hermandad con los faroles morados. Foto de finales de los setenta. A. Padial


En las actas de ese año se refleja un hecho curioso. Se trataba de una carta  de un señor de la localidad de Santa Olalla (Toledo), llamado don Primitivo Rodríguez Asensio, que relataba que había sido favorecido por un milagro, que atribuyó a Nuestra Señora de la Soledad. Contaba, que estando oyendo por la radio la retransmisión de la procesión de la cofradía de 1955, sintió un irresistible dolor en un ojo y habiéndose encomendado a la Virgen de la Soledad se sintió curado de la afección inmediatamente, por lo que en agradecimiento envió  un donativo de diez pesetas (48).

Todo estaba preparado para la estación de penitencia del Viernes Santo de 1956, incluso, dada la previsión de lluvias para dicho día se acordó, que en caso de confirmación de las previsiones, la procesión se aplazaría al Sábado Santo, por así permitirlo la nueva liturgia. Pero la realidad confirmó las malas previsiones con lluvia abundante, tanto el Viernes como el Sábado Santo, y la cofradía tuvo que desistir de su salida en ambos días a pesar de haber adquirido plásticos para protección de los pasos. 

La hermandad seguía creciendo en número de cofrades, pues para la procesión de 1957 se realizaron cincuenta hábitos más y parece que no salieron las cuatro antorchas escoltando al paso del Cristo Yacente o Señor de la Sabana. La razón fue que las antorchas se sustituyeron por cuatro ciriales de cinco luces, que anunciaban la llegada del paso del Cristo, que por la escasa altura de sus angarillas no se apreciaba por el público. También, para el exorno floral del paso de la Virgen se utilizaron claveles y otras flores blancas, suprimiendo los lirios artificiales iluminados en su interior. 

Ese año, por una reforma de la Directiva, realizada después de Semana Santa, entra en la Comisión Auxiliar don José Antonio Pineda López, que años después sería Hermano Mayor.

La procesión del Viernes Santo de 1958 adelanta su salida sensiblemente, anunciándola a las ocho y media de la tarde, siguiendo incluyendo estos años en su itinerario el Hospital de San Juan de Dios. Pero, otra vez, la lluvia malogró las salidas procesionales del Viernes Santo. La Soledad  de Santo Domingo, de la cofradía del Señor de la Humildad, sufrió un fuerte aguacero en el acto de las tres de la tarde en el Campo del Príncipe y la Hermandad de los Ferroviarios tuvo que regresar a su templo desde la calle de San Juan de Dios; la del Santo Sepulcro acortó su itinerario y las del Cristo de la Expiración (Escolapios) y Nuestra Señora de la Soledad suspendieron su estación de penitencia, aunque esta última la retrasó para celebrarla el Sábado Santo en el que mejoró la meteorología y cuyo desfile fue presenciado desde el balcón del Ayuntamiento por el Ministro de Asuntos exteriores, don Fernando María Castiella (49).

Habitualmente, la cofradía recibía toda clase de elogios por su estación de penitencia de cada año, debido al orden y severidad con las que se presentaba. También, en el aspecto económico, no obstante su reducido presupuesto, presentaba todos estos años superavit, aunque no se apreciaban a final de los años cincuenta importantes estrenos, e, incluso, había suprimido una banda de música de las tres que cada año contrataba. No cabe duda, de que la Directiva de don Narciso de la Fuente mantenía la hermandad en un régimen austeridad. Tampoco, se volvería a hablar del paso del Descendimiento, ni de la toldilla de la Virgen, que durante largos años se habían proyectado.


Nuestra Señora de la Soledad en los años sesenta. Fot. Diario Patria


6. Los años sesenta. Los inicios de la crisis 

Aquella generación de cofrades que había protagonizado con gran entusiasmo la reorganización de la hermandad y que la sentía como una creación suya estaba desapareciendo a principios de los años sesenta del pasado siglo. La rutina y la escasez de proyectos se caracterizaron en esos años, aunque la hermandad contaba con la llamada Junta Auxiliar, compuesta por personas más jóvenes, a la que se le asignaban trabajos más rutinarios con la idea de descargar tareas la Junta Directiva y ser semillero de futuros directivos. Dicha Junta Auxiliar se renovaba cada año, probablemente, para evitar la disminución de su vitalidad. La de 1960 estaba formada por José Caballero, Antonio Tamayo, Antonio Espinosa, Juan Romera, Miguel Serrano, Cecilio Gómez y Antonio Pineda a la  que se unió en 1961 Rafael Jiménez Gutiérrez.

Una agrupación de música muy singular seLa contrató en 1960: la banda de cornetas y tambores de la Hermandad de la Santa Cena, que ofrecía su actuación  con sus componentes vestidos con el hábito de la cofradía, y que en 1960, abrió la procesión de la Soledad, habiéndole exigido la condición de que vistiera el hábito de la Soledad. Dicha banda seguirá formando parte de la procesión en los siguientes años, aunque, también, participaban las bandas del Ave María y de la Diputación, ésta cerrando la procesión. Se compraron ese año dos bocinas para las chías, que tanto entusiasmo provocaba entre la chiquillería, que continuamente ya demandaba su intervención con los gritos de ¡chía toca! Todo ello, denotaba un vigor en la cofradía, cuya comitiva procesional se formaba por unos 200 nazarenos, un número semejante de mantillas, que con otros elementos (figuras, acólitos, mandos, dalmáticas, bandas...etc.), podría superar la cifra de 500 personas.

En 1961, se amplían los cultos de la hermandad a sus imágenes con una misa cada primer domingo de mes ante el altar de la Virgen, que, desde entonces y hasta la actualidad se viene celebrando.

Cristo Yacente. Principios de los años sesenta


Ya se dejó de incluir en el  itinerario, acortándolo, la visita al Hospital de San Juan de Dios (aunque en 1962 se vuelve a repetir), ni se bajará hasta el Campillo. El itinerario de esos años iría por la Placeta del Boquerón, Arandas, San Jerónimo, Universidad, Málaga, Duquesa, Mesones, Ganivet, Plaza de la Mariana, San Matías, Navas, Plaza del Carmen (tribuna), Reyes Católicos, Plaza Nueva (evocando aquellos tiempos antiguos en los que la cofradía tenía el compromiso de acudir a la antigua iglesia de San Gil, para presentar). sus respetos a la Hermandad de las Tres Necesidades y Entierro de Cristo), costumbre que se siguió simbólicamente cumpliendo durante el Entierro Antológico y algunos años después del mismo.

Como venía siendo tradicional en el setenario a la Virgen, en 1963 se contrató a la capilla de música del famoso Maestro Vidal, pero sin su presencia, debido a su reciente fallecimiento, al que la hermandad le dedicó un funeral. Julio Vidal era barítono, estando la capilla de música que el dirigía muy activa desde principios del siglo XX. La hermandad seguirá solicitando la actuación de dicha capilla para los cultos principales en años sucesivos, dirigida por el hijo del Maestro Vidal, que le sucedió.

Varias normas se adoptan por la Directiva en la Semana de Pasión de ese año, como la supresión del envío de representaciones con directivos de la hermandad a las procesiones de otras cofradías, excepto a la de Santa María de la Alhambra que expresamente  la había solicitado. Era una costumbre de las cofradías granadinas participar con estas representaciones en las procesiones de otras, que solían situarse delante de los pasos, imprimiendo colorido a la comitiva con sus distintos hábitos. Era una costumbre que obligaba a cada cofradía a designar directivos para dicho cometido, presentándose cada año dificultades para aceptar muchos de ellos la misión, que solían soslayar enviando en  su lugar a alguno de sus familiares o amigos. Ante esas dificultades, las cofradías fueron suprimiendo el envío de representaciones, que en la actualidad se efectúan solo para las procesiones extraordinarias o en los casos de especial relación entre cofradías.


Soledad de Santo Domingo con las representaciones de cofradías delante del paso

La lluvia estuvo presente a lo largo de la tarde del Viernes Santo de 1963, aunque la cofradía se puso en la calle a las nueve y media de la noche, aprovechando un intervalo de tregua con cielo despejado. Pese a lo difícil de la decisión, el tiempo volvió atrás su inclemencia y llegando la cofradía cerca de la Gran Vía las nubes soltaron un copioso chubasco que la hizo regresar a su templo de Santa Paula, con las imágenes protegidas con sendos plásticos. En la iglesia se celebró un acto piadoso y se cantó a la Virgen la Salve. Otras cofradías del día (Ferroviarios y , Escolapios) también suspendieron su procesión.

Otra decisión de la Junta, dirigida a dar a la estación de penitencia una mayor severidad y disciplina, fue la de prohibir la participación en la estación de penitencia a cofrades menores de 14 años, exceptuando a aquellos niños que sostenían las colas de las chías, maceros u elementos similares. En contraste con dicha finalidad de mayor severidad, al regreso de la cofradía a su templo, se realizaban actos de cierta parafernalia, como el encendido de bengalas, que  ya  lo venían haciendo algunas otras cofradías. 

Otras actuaciones se llevaron para preservar el patrimonio de la Virgen, como la restauración de su corona antigua, seguramente aquella que se le impusiera a la imagen en el convento carmelita cuando se realizó su hechura en el siglo XVII. 

También, en 1965, se realiza la restauración del paso de la Virgen, tras casi veinte años de su realización, reformando su instalación eléctrica, habiéndose colocado un reflector de gran potencia para iluminar a la Virgen, obsequio de don Marcelo Salmerón, y se presenta por primera vez a la imagen de Nuestra Señora de la Soledad en besamanos. Ya el año anterior se habían montado altares con las imágenes para celebrar los cultos de la Semana de Pasión. Hasta ese momento dichos cultos se realizaban con los Titulares situados en su paso.

Itinerario de la procesión de 1965


Ciertos síntomas de decadencia se van apreciando estos años; la desgana y rutina afloran en esta cofradía, como en casi todo el resto de ellas. Las juntas directivas se reúnen, normalmente, cuando se acercaba la Semana Santa, para realizar los actos imprescindibles para la salida procesional; las iniciativas y proyectos estaban casi ausentes. Esta apatía se contagia a la prensa de la época, que apenas relata los acontecimientos cofrades, al contrario de las décadas anteriores.

Nueva Junta Directiva se nombró antes de la Semana Santa de 1967. Narciso de la Fuente, que llevaba rigiendo la hermandad en etapas extraoficiales y oficialmente más de treinta años, fue reelegido Hermano Mayor y Marcelo Salmerón Fernández, Vice-Hermano Mayor; Juan Moral García, Secretario;  Fernando Grindley Ballesteros, Tesorero; Antonio Espinosa Linares, Vice-Tesorero; Antonio Elbo Espinosa, Vice-Secretario y Vocales: Andrés Carreras Sevilla, Juan Mateos Moreno, Juan Romera Taboada, José A. Pineda, Alfonso C. Orantes y en la Junta Auxiliar: José Ubago Corpas, Francisco Martín Pineda, Francisco Hoces Moral y José Miguel de la Fuente. Varias familias, como los Salmerón, Grindley, de la Fuente, estaban presentes en la hermandad y lo siguen estando hoy algunos de sus descendientes.

La falta de recursos económicos se presenta cada vez más severa, llevando a la cofradía a acordar que se nombraran cofrades o directivos honorarios a aquellos que aportaran ayudas y otros recursos a la hermandad. En este sentido, en 1968, se buscan patrocinadores, como la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, a la que se nombra  Hermano Mayor Honorario, que aceptó el nombramiento y se le entregó a su director, señor Godino, una placa de plata enmarcada representativa del hecho. La crisis de las cofradías, debida a diversas causas (cambios de hábitos de la población, vacaciones, televisión, carestía costaleros, abandono de las cofradías por la burguesía granadina, bandas de música...etc.) se hacía patente con toda su crudeza en estos años y llegará al cenit de su gravedad en los siguientes  años setenta.

Chía negra de la sección del Cristo Yacente. A. Padial

Ese año (1968), la hermandad reunirá los recursos necesarios para adquirir una nueva candelería para el paso de la Virgen de la Soledad, que estrenó en un Viernes Santo amenazado por la lluvia, como lo fue el día anterior en que se retransmitía por Televisión Española la procesión por el Albaicín del Cristo del Consuelo "Gitanos", retransmisión malograda por la lluvia. No obstante, el Viernes Santo se dieron buenas condiciones meteorológicas para que saliera la procesión de la Soledad, pero al llegar a la tribuna de la Plaza del Carmen la lluvia impidió que la procesión prosiguiera, teniendo que refugiarle los pasos, cubiertos por plásticos en el zaguán del Ayuntamiento. Cuando cesó el chubasco las imágenes retornaron al Convento de Santa Paula sin comitiva procesional.

Al año siguiente, la Federación de Cofradías aprobó un acuerdo a instancia del hermano mayor de la Soledad, señor de la Fuente, por el que se sancionaría a toda hermandad que suspendiera su procesión por causa de la lluvia si lo hacía antes del momento de su salida; solo en dicho momento si estaba lloviendo era lícita la suspensión. Parece que dicho acuerdo fue motivado por la sanción de pérdida de la aportación económica impuesta a la Hermandad de la Soledad por la Federación al no haber suspendido su procesión de 1968 por la lluvia y la alegación de la cofradía había sido que en el momento de su salida no estaba lloviendo. Acuerdo, que por el contrario, produjo la paradoja de felicitar a las Hermandad de la Buena Muerte (Ferroviarios) por haber salido en procesión, a pesar de que en el camino le llovió torrencialmente, lo que motivó que la monjas de la Encarnación, propietarias de la imagen, negaran en lo sucesivo a la cofradía procesionar la impresionante talla siloesca del Cristo, precipitando con ello la desaparición temporal (durante 11 años) de la cofradía (50).

El Viernes Santo de 1969, también fue suspendida la estación de penitencia por causa de la insistente precipitación que caía en ese momento. El resto de las hermandades del día también la suspendieron. La negativa incidencia de ese fenómeno meteorológico en esos años de la década de los sesenta, desanimaba a los cofrades a participar en la procesión y muchos de ellos abandonaban las hermandades, agravando su situación económica, de forma que la Cofradía de la Soledad tuvo que acordar que no se realizaran más gastos que los estrictamente necesarios para costear la estación de penitencia.

Cristo Yacente. Siglo XVI de ¿ Diego de Aranda ?


7. Los años setenta. Profundización de la crisis y el inicio de la recuperación

La crisis general de las cofradías y de su propia Federación empieza a revelarse con toda su gravedad a final de los años sesenta y principios de los setenta del pasado siglo XX; si bien, en algunas de ellas se empezó a manifestar en los años cincuenta. La hermandad de la Soledad finaliza los años sesenta con evidentes signos críticos, como la escasez de medios económicos y humanos, con una disminución en el número de hermanos, un agotamiento de actividades y de proyectos, solo limitándose básicamente la Directiva a la preparación de los cultos cuaresmales y la estación de penitencia. 

La situación del hermano mayor, don Narciso de la Fuente,  imposibilitado por ancianidad y grave enfermedad, motiva que se reúna en 10 de marzo de 1970 la Junta General en la sacristía de Santa Paula para la elección de nueva Directiva, que se hace por aclamación. Resultó elegido para el cargo de Hermano Mayor el que lo venía ejerciendo de hecho, don Marcelo Salmerón Fernández, anterior Vice-Hermano Mayor, cargo este que recayó en don Juan Moral García; tesorero, don Fernando Grindley Ballesteros, Vice-Tesorero, don José M. de la Fuente, que también ostentó el cargo de Vice-Secretario, siendo el Secretario, don Enrique Cantos y de vocales los señores: Juan Mateos Moreno, Juan Romera Taboada, José A. Pineda López, Francisco Elbo Espinosa, Francisco Ahay Espadas y José Ubago Corpas. La Junta Auxiliar la formaron los señores: Francisco Martín Pineda, Francisco Hoces Moral, Marcelo Salmerón García, Salvador Ubago Corpas, Manuel García Romero y José M. Gómez Ortega. Pronto el Hermano Mayor presenta el proyecto de realizar un nuevo paso para la Virgen, que sustituirá al estrenado en 1946.

Algunos días de la Semana Santa granadina de 1970 (Jueves y Viernes Santos) se iban a retransmitir por la Televisión Española, siendo este una buena oportunidad para darla a conocer al resto de España e Hispanoamérica. El Viernes Santo se retransmitirían las de los Ferroviarios, Favores y Soledad de Santa Paula. Como había ocurrido en la ocasión anterior, la lluvia deslució las procesiones del Jueves Santo. La de los Gitanos hizo un corto recorrido por el Albaicín y ante la incesante lluvia, que empapó la imagen del Cristo del Consuelo, tuvo que refugiarse en la iglesia de San Miguel Bajo; la del Silencio no salió, ni tampoco la de Santa María de la Alhambra, que colocó la imagen bajo el dintel de la puerta de su templo. 

El Viernes Santo el tiempo respetó el acto de las tres de la tarde en el Campo del Príncipe, pero los chubascos se presentaron al anochecer. Ese día, se retransmitieron las procesiones del Cristo de los Favores y de la Soledad cuando transitaban por la plaza de la Catedral, sin realizar paradas, en orden y bajo la intensa lluvia. En condiciones tan desfavorables la Cofradía de la Soledad tuvo que regresar deprisa a Santa Paula desde la calle de Mesones y plaza de la Trinidad por el itinerario más corto. El resto de las cofradías del día no llegaron a salir (51).

Ya la crisis se exteriorizaba, incluso en el principal organismo cofrade, como era la Federación de Hermandades y Cofradías, que ese año obtuvo el título de "Real" de los Príncipes de España, don Juan Carlos y doña Sofía. La falta de medios económicos y la mezquina colaboración del comercio y la industria de la ciudad, principales beneficiados de las procesiones de Semana Santa, fue el caldo de cultivo de una mohína que se extendió entre los dirigentes de la Federación, que propició la dimisión de su Presidente y de muchos de sus dirigentes, después de algunos enfrentamientos verbales, con acusaciones de falta de celo en el desempeño de sus cargos. En esta situación, desde 1970 a 1975 se sucedieron cinco presidentes de la misma. Varias cofradías manifestaron no poder hacer su estación de penitencia por falta de recursos, aunque, finalmente, la Caja General de Ahorros, una tómbola, la Diputación y algunas empresas, resolvieron, de momento, la precaria situación y las cofradías procesionaron en 1971, excepto algunas.

No obstante, también ese año la lluvia hizo volver a la Hermandad de la Soledad a su templo, cuando pasaba por la calle de San Juan de Dios, y a pesar de que se había retrasado su salida media hora. Años aciagos en los que la meteorología no ayudó, sino que contribuyó a agravar la crisis, disminuyendo sensiblemente la recaudación de Federación en el alquiler de sillas y palcos, así como, la presencia de cofrades en las procesiones, que llevaba consigo la disminución de las cuotas por papeletas de sitio.


Dicho año se había reorganizado el Cuerpo de Camareras, el más antiguo de la Semana Santa granadina, como dijimos en su lugar, a cuyo frente se nombra a doña Concepción García Barrero como Camarera Mayor. Tampoco se olvida la reconstrucción de la carroza de la Virgen, aunque retrasada por enfermedad de su constructor, acordándose a finales de 1972 realizar unos respiraderos de orfebrería, cuyo presupuesto ascendía a 95.000 pesetas, que fueron labrados por el taller granadino de los Hermanos Moreno y que reemplazaran al trono de madera. Ello ponía de manifiesto, que dentro de la precariedad de la situación, la hermandad presentaba una gestión y administración ordenada de sus recursos económicos.
Paso de la Soledad con el trono uniformado en color, en parte.

Soledad. Respiraderos de orfebrería de los Hnos. Moreno. 1973


El importe del precio de los respiraderos se abonó antes de finalizar el año 1972, por lo que parece que serfueron estrenados en la procesión del Viernes Santo de 1973, junto con los candelabros de cola, realizados enTalleres Luque de Lucena. Respiradero y candelabros, que, desde entonces, ha procesionado con reformas posteriores; aunque, en la actualidad existe el proyecto de nuevo paso del que en su lugar trataremos.

Pasada la Semana Santa de 1973 se produce una reorganización de la Junta Directiva, que ofrece una escasa modificación con respecto a la anterior, siendo reelegidos Hermano Mayor y Vice-Hermano Mayo los señores Salmerón Fernández y Moral García, no habiendo modificación de los vocales, excepto a don Manuel de la Fuente, que antes era Vice-Tesorero, y que sustituye a Francisco Ahay Espadas, y se nombra para ese cargo a Manuel Ruiz Sánchez. Sin embargo, el tesorero, señor Grindley Ballesteros, por grave enfermedad y que fallece poco después, es sustituido por Manuel Ruiz Sánchez.

Soledad principios de los años setenta


En 1975 la hermandad celebraba el cincuenta aniversario de su reorganización y parece que no se realizaron cultos ni actos culturales especiales; quizás fuera debido a la pésima situación económica que travesaban las cofradías y su Federación. La crisis  había llegado en ese año a su cenit; se calculaba que hacía falta más de un millón y medio de pesetas para que pudieran salir las cofradías aquella Semana Santa. La inflación galopante de esos años había encarecido desmesuradamente todos los costes necesarios para salir en procesión. Fue el hermano mayor de la cofradía del Rosario, don Enrique Ceres, quien propuso a la Federación la suspensión de los desfiles procesionales. Ésta acordó, antes de tomar una decisión definitiva, consultar al Arzobispo y a las autoridades civiles. El Presidente de la Comisión de Propaganda y hermano mayor de la cofradía de los Dolores, don Antonio González, había filtrado el acuerdo a la prensa y al Alcalde, provocando con ello una sesión tensa en  la Real Federación, que quedó, en agua de borrajas, finalmente, , comprendiéndose la buena voluntad de don Antonio González, que pidió disculpas y se le aceptan por parte de la Real Federación.  

Consultado el Arzobispo, éste dijo que no podía obligar a ninguna cofradía  a realizar su procesión y, si lo hacía, no se la podía sancionar. Finalmente, acordaron salir en Semana Santa trece cofradías, entre ellas la de Nuestra Señora de la Soledad, y siete optaron por no hacerlo. Algunas de las que salieron lo hicieron en pésimas condiciones; la del Cristo de los Favores sólo procesionó con el paso de la Virgen de la Misericordia, pero sin palio; la del Cristo de la Expiración (Escolapios), que ya en 1973 no salió por las exigencias de los costaleros, suspendió su procesión. En los siguientes años, quedaría prácticamente disuelta. Era la segunda cofradía, junto con la de los Ferroviarios, que se perdía para nuestra Semana Santa, aunque, por fortuna, la desaparición de ambas sería temporal. El Cristo de la Misericordia del Silencio fue procesionado desde San Bernardo, tumbado sobre unas angarillas, debido al estado de deterioro de la imagen de José de Mora. No salieron: la Entrada en Jerusalén, la Sentencia, Jesús del Rescate, la Oración en el Huerto y la Paciencia (52)La Hermandad de la Soledad, una de las trece que procesionaron ese año, fue acompañada de la banda cornetas y tambores del  Frente de Juventudes, que abría la procesión y la Banda de la Aviación de Armilla.

La crisis había alcanzado su cúspide en 1975 y ese mismo año se eligió Presidente de la Federación a don Francisco Gómez Montalvo, persona muy relacionada con las distintas administraciones y entes culturales de la  ciudad y con un notable talante de gestión. A partir de 1976 las cofradías granadinas iniciarán un proceso de recuperación, fundándose doce nuevas hermandades de penitencia, y en la Semana Santa de ese año todas las hermandades realizarán su procesión, a excepción de la del Cristo de la Buena Muerte, que  había desaparecido unos años antes,  pero que se recuperará en 1980. 

7. Las dos últimas décadas del Siglo XX. Años de superación de la crisis.

La Hermandad de la Soledad reducirá los cultos de la Cuaresma, sustituyendo el tradicional  setenario por un triduo a sus imágenes, que finalizará con la Función Principal del Viernes de Dolores. No sabemos las razones de ese cambio de cultos, aunque pudo deberse a la escasez de oradores sagrados (cada día el setenario tenía uno), en unos tiempos en los que éstos eran escasos por la disminución de vocaciones sacerdotales.


Nuestra Señora de la Soledad de Granada. A. Padial

El itinerario seguirá siendo similar al de los últimos años, caminando hacia la carrera oficial por las calles Arandas, San Jerónimo, Universidad, Escuelas, Duquesa, Trinidad, Mesones y Ganivet, para regresar por Gran Vía y Azacayas, adelantado su hora de salida a las 8 de la tarde. El nuevo arzobispo insistía en que las cofradías se encerraran en sus templos antes de la medianoche.

El que había sido alma máter de la cofradía desde los tiempos de su reorganización y tantos años hermano mayor, el periodista don Narciso de la Fuente Ruiz, a quien se le había concedido el título vitalicio de Hermano Mayor  Honorario, falleció en 1977. La hermandad le dedicó los correspondientes sufragios por su alma. Como, también, se celebraron sufragios por don José Gridley Ballesteros, que asimismo había fallecido y que había sido otro directivo histórico de la cofradía. 

Ese año la Virgen estrenó dos nuevos candelabros, que serán colocados en las esquinas delanteras del paso, para evitar que las salpicaduras de cera pudieran dañar el valioso manto de la imagen. Dichos candelabros, que destacaban sobre un apretado calvario de claveles blancos, fueron realizados por los Talleres Angulo de Lucena. El paso mantendrá, a veces, los cuatro candelabros, aunque en los traseros se cuidará de evitar dichas salpicaduras.

Ese año sería el último en el que la hermandad saldría de su sede de Santa Paula, para trasladarse con las monjas jerónimas al Monasterio de San Jerónimo, cenobio históricamente masculino, que abandonaron los frailes en aquellos convulsivos años de la Desamortización de 1835 y que después había sido dedicado a establecimiento militar, entre otros usos. Desde ese extraordinario monumento renacentista, levantado como tumba del Gran Capitán, don Gonzalo Fernández de Córdoba, salió por vez primera la cofradía en la Semana Santa de 1978.

Monasterio de San Jerónimo S. XVI


Soledad y retablo del Monasterio de San Jerónimo

Aunque el Monasterio de San Jerónimo está situado en zona relativamente próxima al de Santa Paula, lógicamente el itinerario de la estación de penitencia hubo de variarse a partir de ese año 1978, saliendo la cofradía por el compás del monasterio al que se accede por la calle de Rector López Argüeta. De esta nueva sede, la procesión siguió ese año por las de Gran Capitán, Duquesa, Plaza de la Trinidad, Mesones, Puerta  Real, Ganivet, Plaza de Mariana Pineda, San Matías, Navas, entrando en la Carrera Oficial, que iba en esos años por la Plaza de Bibrambla, Pescadería, marqués de Gerona, Pasiegas y Puerta de la Catedral, donde las cofradías hacían estación ante su fachada. El regreso se hacía por la calle de la Cárcel, San Jerónimo a López Argüeta. Dicho itinerario se volverá a cambiar al año siguiente para acceder a la Carrera Oficial por la Gran Vía, Isabel la Católica y San Matías, en lugar de por la calle de Ganivet. 

En San Jerónimo se le asignó a la hermandad una amplia capilla, la primera junto al crucero del templo en el lado izquierdo de la nave, según se ingresa en dicho templo. Perteneció a la familia del caballero don Ginés de Carranza, de la Orden de Santiago, y en la que tiene su enterramiento. La capilla se presenta decorada con pinturas al temple, representando en la pared frontal unos cortinajes sostenidos por querubines. En el testero derecho hay un fresco, representando a Santiago Matamoros,  luchando con los sarracenos, y, en el izquierdo, la Huida a Egipto de la Sagrada Familia.

Capilla de la Hermandad en San Jerónimo. A. Padial

En 1979, el hermano mayor, señor Salmerón Fernández, realiza una remodelación de escasa entidad de la Directiva, entrando como Secretario don Nicolás Crespo Tortosa y como Vice-Secretario, don Ángel Perea Rodríguez, que dos años después fundará una de las nuevas cofradías de aquella época, la de Jesús Cautivo y María Stma. de la Encarnación en el monasterio de este título, cercano al de San Jerónimo.

Ese año la Semana Santa se presentó lluviosa y en la tarde del Viernes Santo se deslucieron por ello algunas cofradías, como la de los Favores que se tuvo que refugiar en la Catedral, y otras, como la Soledad, que suspendió su salida para trasladarla al Sábado Santo. Era año, llevaron el paso los costaleros de nueva cofradía albaicinera de María Santísima de la Concepción, "La Concha" (53).
 
Los costaleros profesionales habían sido una causa más de la crisis que se empezaba a remontar en esos años; el alto coste que representaban para las cofradías, que, además, estaban sometidas a cierto chantaje por las cuadrillas contratadas, exigiendo, algunas veces, una subida de honorarios durante las estaciones de penitencia, para continuar procesionando los pasos. La reacción a este problema en 1978 y años sucesivos fue la creación cuadrillas de costaleros entre la juventud apegada a las cofradías, que realizaban su  labor sin exigir contrapartida o ésta era de escasa entidad, para cubrir costes. 

La Hermandad de la Soledad se unió a esa corriente de de movimiento costalero en la sesión de la Junta Directiva de 11 de abril de 1980, presidida por el señor Salmerón Fernández, en la que se acordó crear el Cuerpo de Cofrades Costaleros de Nuestra Señora de la Soledad  y nombrar un directivo, vocal en la Junta de Gobierno para la relación con los costaleros, cargo que recayó en Tomás López Lucena. Antes de la Semana Santa de 1981 se eligió como capataz de los costaleros a Francisco José Delgado, a cuyo mando la cuadrilla sacó ese año el paso de la Virgen, al que para este fin se le ampliaron los costeros del canasto.  

Quizá la primera innovación importante en el paso del Cristo del Descendimiento que se realizaría a lo largo de su historia se produjo ese año 1981 cuando se le suprimen sus históricas angarillas, llevadas por las figuras vivientes (Arimatea, Nicodemo y San Juan), para procesionarlo en un pequeño paso, aunque no se suprimieron los personajes de las Tres Marías. El paso en el que se procesionó el Cristo fue el que la Virgen de la Soledad había procesionado desde 1946, que se había desechado en 1972, cuando se le realizó el paso de orfebrería de los Hermanos Moreno. Ese primitivo paso, fabricado por el escultor González Mesa en talla de madera con volutas barrocas plateadas fue adaptado, lógicamente, para su nueva misión, colocándose cuatro hachones de cera blanca en las esquinas y fue llevado sobre ruedas. Solo tres años se procesionó el Cristo en ese paso, pues en 1984 se vuelve a su forma tradicional de las angarillas.

1981-1983 Cristo Yacente en el paso antiguo de la Soledad. Foto A. Padial

 También, ese año, los nazarenos dejaron de llevar los típicos y personales farolillos de cristal morado, para hacerlo con cirios. Con ello, parecía que la cofradía deseaba ir dejando atrás las peculiaridades que le habían dado carácter para abrirse a las influencias de otras latitudes de Andalucía. En el espíritu de la cofradía se apreciará una pugna entre el deseo de  mantener sus parámetros tradicionales o, al menos, muchos de ellos, y la necesidad de abrirse a las formas modernas o actuales. Numerosas veces, personas ajenas a la ciudad comentan el impacto positivo y singular que les produce la contemplación la estación de penitencia de esta cofradía, que en muchos de sus elementos nos transporta a siglos pretéritos, presenciando algo distinto, personal y con carácter, que no se aprecia en el resto de hermandades y lugares.

Asimismo, la Virgen se elevará, en estos primeros años de la década de los ochenta, sobre una hermosa peana de orfebrería que le conferirá mayor visibilidad y aprecio de la belleza de su rostro y manos y de los valiosos bordados de su saya y manto decimonónicos. 

También, los costaleros realizarán una revista con  el nombre de Chía en una época en la que comienza la proliferación en las cofradías de este tipo de publicaciones sobre las actividades e historia de las hermandades.

Los cuerpos de costaleros no profesionales, que habían venido, en muchos aspectos, a salvar una Semana Santa decadente, sin apoyos y sin recursos económicos y de todo tipo, no dejaron de constituir, también, un semillero de conflictos y problemas para las juntas directivas de muchas cofradías. La conciencia de saberse importantemente necesarios, llevaba a muchas cuadrillas a intentar imponer sus criterios a las juntas de gobierno de las cofradías y, lógicamente, el conflicto estaba servido.

Pronto, este problema surgió en la Hermandad de la Soledad, como le venía sucediendo a otras cofradías. Ello ocurrió en 1982 y parece que el origen del conflicto fue, que en la Semana Santa de 1982 los costaleros dirigentes, sin autorización de la Directiva, desmontaron el paso de la Virgen y trasladaron la parihuela, lo que fue motivo de  que la Junta Directiva los destituyera, aunque después no fueron expulsados y se les encomendó otras funciones. No obstante, al contraguía, tras sus disculpas, se le repuso en el cargo, nombrándose nuevo capataz a Juan Ubago. 

Como era costumbre en algunas cofradías granadinas, especialmente en las de barrio (Consuelo, Aurora, Escolapios o Salesianos), al regreso al templo se homenajeaba a las Imágenes Titulares con encendido de bengalas y otros artificios de fuego. En el caso de la Soledad se realizaba en el extenso compás o jardines del Monasterio de San Jerónimo, aunque, pocos años después, la Directiva comprendió que esa parafernalia de fuegos artificiales no era lo más adecuado para un día como el Viernes Santo y se suprimieron dichos fuegos de artificio.

Un año, éste de 1982, en el que la imagen del Cristo del Descendimiento fue restaurada por el escultor granadino don Aurelio López Azaustre, sin que tengamos noticia de que antes su hubiera restaurado, al menos, de una forma profunda y por manos expertas.

Para la Semana Santa de 1883, siguiendo las indicaciones del Delegado Diocesano de Arte, se le suprime al paso de la Soledad la candelería de cirios situada delante de la imagen, quedando su adorno de esa zona solamente con el calvario de flores blancas  y los candelabros guardabrisas de las esquinas. La decisión, seguramente vino avalada por la necesidad de minorar el riesgo de incendio y, también, darle visibilidad a la Virgen, suprimiendo el bosque de velas. La salida de la Virgen sin los cirios ante ella se prolongará algunos años (hasta 1996), aunque  en tiempos anteriores hubo periodos en los que se suprimieron.  

Ese año de 1983 la cofradía, que salió a las seis de la tarde, experimentó un recorrido novedoso, pues accedió al centro de la ciudad por las calles de Gran Capitán, Carril del Picón y Puentezuelas.


Los problemas entre costaleros y la Directiva de la cofradía no habían terminado por resolverse, de forma que en la última sesión de la Junta de 16 de diciembre de 1983 se acordó disolver el Cuerpo de Costaleros de la Soledad (54). Sin  embargo, no por ello finalizaron los problemas, tratándose en 1984 de suavizar el conflicto, decidiéndose, de acuerdo con las monjas, y dada la inminencia de la Semana Santa, que la cuadrilla de costaleros procesionara ese año la imagen de la Virgen, con determinadas condiciones.  No obstante,  el Viernes Santo se produjeron algunos incidentes entre el capataz y determinados costaleros, que llenaron de inquietud a las monjas jerónimas. 

Ese año, nuevamente, volvió a salir la imagen del Cristo Yacente o del Descendimiento sobre su tradicional angarilla, llevada por los personas vestidas de Santos Varones Nicodemo, Arimatea y San Juan, más las Tres Marías, desechándose el paso antiguo de la Virgen sobre el que se había procesionado los tres últimos años.

Cartel Oficial de la Semana Santa de 1984. Autor:José Romero

También, presentó su dimisión el Hermano Mayor, señor Salmerón Fernández, debido a motivos de salud, desempeñando el señor Pineda sus funciones hasta la celebración de nuevas elecciones. En ellas, celebradas en 1985, se le eligirá para el cargo de Hermano Mayor. El retraso de un año fue debido a la exigencia de la autoridad eclesiástica de que no se celebraran elecciones, hasta que no se aprobaran nuevas reglas adaptadas al Estatuto Marco. Antes, la cofradía había estrenado nueva casa de hermandad en la calle Niños Luchando 12, dejando la anterior de Darro del Boquerón, ambas en el mismo barrio.

Cristo Yacente 1984. Vuelve al estilo procesional tradicional. A. Padial

No se había diluido el malestar entre la Directiva y los costaleros al acercarse la Semana Santa de 1985. Trás una reunión en el monasterio, en la que participaron las monjas, se llegó a un principio de acuerdo de nombrar como capataz de la cuadrilla a Nicolás Gutiérrez, sin que cuatro de los costaleros que más se habían significado en el conflicto, se les permitiera llevar el paso de la Virgen, aunque sí participar en la procesión vestidos de nazarenos. Los costaleros de la Aurora que estaban preparados para sacar el paso en caso de necesidad, no tuvieron que intervenir, a pesar de lo exaltado de los ánimos. No obstante, el Martes Santo las monjas habían comunicado su determinación de que el Cuerpo de Costaleros al completo, sin excepción de ninguna persona, debía de sacar a la Virgen y, de lo contrario, como propietarias de la imagen, ésta no saldría a procesionar (55).  

En esta situación, y ya ratificado por la autoridad eclesiástica en el cargo de Hermano Mayor el señor Pineda, éste procedió a nombrar la nueva Junta de Gobierno en la que fue Vice-Hermano Mayor, don José Ubago Corpas; Secretario, don Antonio Lupiáñez Pino; Tesorero, don Manuel Ruiz Sáchez; Vice-Tesorero, don José A. Romero Cotelo; Albacea, don Enrique Pérez González; Fiscal de Pasos, don Juan Ubago Corpas; Vocal de Cultos, Eduardo Granados Torralbo; Vocales: José A. Fernández Hidalgo, Sebastián Segura González, Miguel Jiménez Gutiérrez, Antonio Roldán Ortiz, Tomás y José A. López Lucena, José Pretel Moral, Rafael Martín Morales, Rafael Doña Porcel, Dña. Rosario Montilla Guerrero y don Santiago Jiménez Gutiérrez. Consiliario, don Eduardo Martín Ramírez.

En estos años se instaura la realización de un vía crucis, que se celebrará por la iglesia y el claustro del monasterio, estacionando en sus capillas y altares. Uno de ellos era el que ocupaba la imagen de Jesús de la Humildad; aquella que fue procesionada en la procesión general del Viernes Santo a finales del siglo XIX. En tiempos pretéritos fue el altar donde estuvo situado  escultórico del Santo Entierro,  atribuido a Jacopo Florentino El Indaco, realizado para la tumba del Gran Capitán. Esta imagen de Jesús preso, procede del Monasterio de Santa Paula y, tal vez, del Convento del Carmen.

En Vía Crucis de Cuaresma


Al año siguiente de 1986, con el objeto de evitar en lo posible algún tipo de altercado durante la estación de penitencia, dado que los ánimos no parecía que se hubiesen calmado totalmente, se dispuso que los costaleros llevaran a la Virgen con varales externos, que se le añadieron al "trono", y vistiendo traje oscuro y corbata, en lugar de hábito y  antifaz, cosa que imprimiría más solemnidad y no favorecería el anonimato.

1986 Soledad con costaleros y varales externos

Por esos años ochenta la cofradía trataba de acercar a determinados organismos y personas para acercarlas a restar su apoyo a la corporación, otorgándoles la distinción de Hermanos Mayores Honorarios. Esta distinción fue otorgada a los Delegados de las Consejerías de Trabajo, Cultura, al Director del Hospital Militar, a la empresa Aguas de Lanjarón o del Colegio de A.T.S.,  a los que se les impuso la medalla de la hermandad en 1987.

También, se observó una preocupación por mejorar las insignias y elementos procesionales con la compra de ciriales a la empresa sevillana Orfebrería Andaluza y la realización de un Simpecado, cuyo diseño realizó el cofrade granadino, Jesús García Ligero, y realizado por la camarera Matilde Martín Muñoz, aunque no se estrenó hasta la Semana Santa de 1988. Asimismo, se reformó o restauró la corona de la Virgen, con la que fue coronada en 1884 y se estrenaron dos faroles guía y el libro de venias.

Los problemas con los costaleros aún no se habían resuelto en 1987, determinándose que la Virgen no llevara ese año cuadrilla de costaleros. Para procesionarla se recuperó la antigua carroza de ruedas, empujada por algunos hombres. También, hubo una disminución de participantes en filas, especialmente de mantillas y no se contrataron bandas de música, marchando en silencio ambos pasos, decisión que fue repetida en la estación de penitencia de 1988. A veces, no se suelen valorar en su gravedad las consecuencias negativas de los conflictos en nuestras cofradías, que las conducen a años de postración y de dificultosa recuperación. No obstante, una hermandad con la antigüedad y solera como la de Nuestra Señora de la Soledad, en la que han permanecido fieles a la devoción a sus Titulares muchas familias desde sus ancestros, mantiene un poso de fidelidad, que le hace superar determinados conflictos personales y colectivos, que la mantienen a flote a pesar de las dificultades. 

En el mes de mayo de 1987, con motivo del Año Santo Mariano, procesionó la Hermandad de Ntra. Sra. de la Aurora, desde  el Albaicín al Monasterio de San Jerónimo, donde fue recibida por la Hermandad de Ntra. Sra. de la Soledad. Ello sería la base de un hermanamiento entre ambas cofradías, que se realizaría en una jornada celebrada el 11 de febrero de 1989 en el salón de actos de la Caja General de Ahorros de Granada. También se llevó a efecto el hermanamiento con la Cofradía Universitaria de Jesús de la Meditación.

1987. Aurora en San Jerónimo

Al inicio de 1988 se celebraron unos cultos organizados por las Damas Auxiliares de Sanidad, en la capilla del Hospital Militar del Campo del Príncipe, que habían recibido de la cofradía un título honorífico. Asimismo, en el orden cultural salió a la luz otra revista de la cofradía, llamada Descendimiento (la anterior revista Chía la realizaban los costaleros), que fue presentada por el señor González de la Oliva, y cuyo primer número fue el de la primavera de 1989. La publicación sería dirigida por don Armando López-Murcia Romero.

Primer número de la revista Descendimiento.1989.


Aquella Semana Santa de 1989 la Virgen volvió a realizar la procesión sin banda de música, solamente los costaleros, dirigidos por don Juan Ubago Corpas, anduvieron al compás de unos tambores para marcar el paso. La lluvia impediría realizar la estación de penitencia del Viernes Santo del año siguiente (1990), que fue trasladada al Sábado Santo, en la que volvió a salir la hermandad con una banda de música, pero situada en la cabecera de la procesión, iniciando la misma. 

Como resultado de una visita de la cofradía a Roma, donde fue recibida en su peregrinación por S.S. el Papa Juan Pablo II el 3 de enero de 1990, se acordó insertar en el Guion  de la hermandad el escudo de este Papa, realizado en bordado, situándolo debajo del de la cofradía. No obstante, el carácter de "Pontificia" en el título oficial de la hermandad no se añade hasta 1992, aunque recientemente la hermandad lo ha suprimido. Ese año también realiza el señor Pineda una remodelación de la Directiva en la que se suprimen las vice- secretaria y vice-tesorería y se crean vocalías formadas por varias personas, para atender a cada uno de los pasos de la hermandad, y otras a relaciones públicas y publicaciones.

Como se ha anticipado, volvió a repetirse la lluvia en el Viernes Santo de 1990. Varias cofradías tuvieron que regresar a sus templos por esa causa y la de la Soledad, que ese año volvía a querer recuperar elementos del pasado como los "armados", mediante una escuadra de soldados romanos con el paso del Descendimiento, el mal tiempo hizo que se trasladara la estación de penitencia al Sábado. También se recuperó la  banda de música tras el paso de la Virgen, contratándose la de la localidad de Lanjarón. Ese año la procesión se dirigió en su itinerario de ida a la Plaza de los Lobos y calle Fábrica Vieja por estar la de Duquesa en obras.

A las siete de la mañana del día 9 de junio de 1991 se celebró una procesión extraordinaria del Rorario de la Aurora con la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, que llegó hasta la iglesia albaicinera de San Miguel Bajo, sede de la cofradía de Nuestra Señora dela Aurora; era, en cierto modo, la devolución de aquella visita que esa hermandad había realizado a San Jerónimo en 1987, dentro del hermanamiento suscrito por ambas cofradías. La Virgen de la Soledad fue vestida con manto azul y saya blanca, de forma tan inusual a como se la viste en sus salidas procesionales, y azules eran los faldones del paso y el adorno floral consistió en azucenas blancas con claveles y gladiolos del mismo color. No llevó los candelabros delanteros, sino solo los traseros, y la iluminación delantera de la imagen consistió en un bosque de cirios, también, poco usual en sus salidas procesionales.

En la iglesia de San Miguel Bajo se celebró una Eucaristía y diversos actos, regresando la procesión a San Jerónimo por la tarde por las calles de San José, Grifos de San José, San Gregorio, Calderería, Elvira, Azacayas, Boquerón, Arandas, San Jerónimo y Rector López Argüeta. La ida la había realizado por San Juan de Dios, Triunfo, Cuesta de la Alhacaba y Carril de la Lona.

1991. Salida hacia San Miguel Bajo por Año Mariano

El Hermano Mayor, señor Pineda López, será a partir de 1992, Presidente de la Real Federación de Hermandades y Cofradías de Granada. Sería la segunda vez que la hermandad lograría tener un hermano mayor al frente de dicha Federación; la vez primera fue en 1927 con  don José Casinello Núñez, de lo que ya habían transcurrido sesenta y cinco años. El señor Pineda, que ejercería dicho cargo hasta 1996, había ostentado el de Secretario de dicho organismo cofrade en el mandato del anterior presidente, don Miguel López Escribano (56). Uno de los hechos religiosos más destacados que acordó la Real Federación durante el mandato del señor Pineda fue la institución del Vía Crucis de Cuaresma de las hermandades granadinas, realizándose cada año dentro de la Catedral con una imagen titular de las cofradías, que ese primer en que se realizó (1993) le correspondió a Nuestro Padre Jesús del  Rescate.

En la cofradía, don José Antonio Pineda, volvió a realizar una remodelación de la Directiva a principios de 1992, cuyo aspecto más destacado fue el nombramiento de nuevo Vice-Hermano Mayor en la persona de don Rafael Doña Porcel, para sustituir a don José Ubago Corpas, constituyendo esa nueva Directiva, con cerca de treinta miembros, una de las más numerosas entre las hermandades granadinas. No obstante, el señor Doña Porcel no durará en su cargo nada más que un año, pues en enero de 1993 presenta una carta de dimisión, siendo sustituido por don Eduardo Granados, que, a su vez, dimite en abril de 1995, sucediéndole de forma interina doña María del Carmen Peña Ruano, que será la primera mujer que desempeñará tal cargo en la hermandad.

Respecto a los cultos, se seguía realizando con solemnidad el vía crucis claustral y el triduo a los Titulares, sin que hubiera importantes innovaciones  en la estación de penitencia, salvo que ésta se realizaba en su salida a hora cada vez más temprana, siendo las siete de la tarde el horario de salida del Viernes Santo de 1994. Muy lejos quedaban aquellas salidas procesionales en las que la hermandad comenzaba su estación de penitencia las diez o diez y media de la noche, siendo la última y la que cerraba los desfiles procesionales de la Semana Santa granadina. 

También, la sede de la hermandad, el Real Monasterio de San Jerónimo, fue el marco en el que fue celebrado el Pregón de la Semana Santa de Granada de 1994, abandonándose para ello el lugar tradicional de su celebración, como era y actualmente sigue siéndolo:  el Teatro de "Isabel la Católica".

1993. Ntra. Sra. de la Soledad en su capilla. Antonio Padial

Cristo de la "Sábana" o Yacente. Fot. A. Guzmán Úbeda

La recuperación de la escuadra de "armados romanos", que se venía proyectando desde 1990, tuvo su realidad en 1994, en cuya estación de penitencia acompañaron al Cristo Yacente con tambores para marcar el paso y picas. Los doce trajes o uniformes fueron realizados en la localidad cordobesa de Lucena por el artesano Manuel Molero, estrenándose también ese año un escudo de la cofradía en plata de ley para el Guion de la hermandad y vara de orfebrería para el mismo, todo ello realizado por la orfebrería Mallol de Sevilla. También, se le confeccionó a la Virgen una nueva vestimenta de capilla, utilizando bordados antiguos sobre terciopelo, que fueron realizados en el taller de bordados de "Jesús Nazareno".

La hermandad estaba renovando muchos de sus otros enseres, como la vara del Senatus y un juego de faroles de mano, muy tradicionales en la Semana Santa granadina, así como un escudo en plata para el faldón delantero del paso de la Virgen, realizado todo ello en Motril por el artesano Eleuterio Aragón, Se realizaron  cuatro ciriales y otras tantas bocinas, con sus respectivos paños bordados, según diseño de Jesús García-Ligero Puerta, que costeó la firma Hipercor. Era pretensión de estrenar todas estas novedades en la Semana Santa de 1995 en la que la Virgen de la Soledad, que en estos años dirigían su paso procesional don José Antonio Alemán  Caballero y don Manuel Leyva Baena, fue bellamente adornada por el candor de las orquídeas. 

En esa estación de penitencia un candelabro de guardabrisas se rompió, quedando sin luz la imagen al regreso a su templo, aunque fue iluminada su entrada en San Jerónimo por la luz de las bengalas, que se encendieron, como antaño. Ese encendido se realizaría de forma excepcional y por última vez, ya que la severidad con la que se le deseaba dotar contrastaba con ese hecho lúdico. 

1994. Escuadra de romanos. Fot. A. Padial 


Con la revitalización del día de la Invención de la Santa Cruz (3 de mayo) en Granada, muchas cofradías granadinas levantaban artísticos altares callejeros, visitados por numerosos ciudadanos en una tarde de fiesta para toda la ciudad. La hermandad construía el suyo en estos años en la plaza situada detrás del ábside del Monasterio de San Jerónimo en la calle del Gran Capitán, utilizando la estética del bello pilar de agua que existe en el lugar. Allí estaba en esos años la casa de hermandad, aunque volverá a cambiarse en 2001, para trasladarla a calle Darro del Boquerón.  

En el proyecto de renovación de enseres para mejorar la estética de la procesión del Viernes Santo en 1996 se restaura el ya antiguo estandarte de la cofradía, de autor anónimo, que presenta un óvalo pintado al óleo de los Sagrados Titulares, con bordados circundantes de tipo floral, y que data de 1926. Los restauradores (Luis A. Carretero, Fátima Blanca, Miguel Díaz y Pilar Aragón) realizaron un informe sobre el estado de la pieza y unas recomendaciones para su conservación, una vez restaurada. De excelente se puede valorar el resultado del trabajo que ha devuelto a la obra su apariencia inicial (57)

Óvalo del antiguo estandarte restaurado



No obstante, esas novedades no se pudieron ver en la Semana Santa de 1996, con un Viernes Santo lluvioso que hizo suspender la estación de penitencia a esta hermandad, y las cofradías que se atrevieron a salir se hubieron de volver a sus templos o refugiarse en la Catedral. El mismo episodio meteorológico se presentaría el Viernes Santo de 1997, que hizo regresar a la hermandad a su templo.

Desaparecidas las causas que llevaron a la hermandad a añadir unos varales o trabajaderas externas para los costaleros (horquilleros) en el paso de la Virgen, se suprimen dichos varales en 1996 para portar a la imagen con trabajaderas internas, como ya se hacía, desde hacía décadas, en la mayor parte de los pasos granadinos. La Virgen de la Soledad se había portado con varales externos, al menos, durante diez años; desde los conflictos costaleros de mediados de los años ochenta.

La cofradía en esa disquisición que mantenía entre el empleo o no de candelería delante de la imagen de la Virgen, sobre exponerla o resguardarla del posible deterioro de los valiosos bordados se su manto y saya por las posibles salpicadura de la cera de los cirios, se decidió a encargar en 1996 una candelería a la orfebrería de Eleuterio Aragón de la ciudad de Motril, para estrenarla entre ese año y el siguiente. Aunque poco tiempo se utilizaría dicha candelería, para volver a reponer los candelabros delanteros de guardabrisas, que le realizara Manuel de los Ríos de Sevilla

Virgen de la Soledad con candelería. Fot. Armando López- Murcia. Golgota 1998

Ese año el hermano mayor, señor Pineda, presentó su dimisión como Presidente de la Real Federación de Hermandades, que no fue aceptada, por el Arzobispo. Mons. Méndez Asensio, aunque pocos meses después la acepta y nombra una Comisión Gestora del organismo cofrade. También, Pineda presentó su dimisión como Hermano Mayor de la Cofradía de la Soledad, convocándose elecciones para el día 27 de febrero de 1997, en las que resultó elegido don Miguel Leyva Baena, como noveno Hermano Mayor de la cofradía, a contar  desde la fecha de su reorganización.

La nueva Directiva estaba formada por don Armando López-Murcia Romero, como Vice-Hermano Mayor; doña Mercedes López, de Secretaria, pronto sustituida por Francisco J. Molina Carballo: don Antonio Lupiáñez  de Albacea; don José M. Martín Salinas de Tesorero; don Enrique Crespo Muñoz, como Mayordomo Mayor de Gobierno en colaboración de don Jesús García-Ligero, complementada la Junta con varias vocalías.

Como en 1997, en la Semana Santa de 1998, las procesiones padecieron en algunos días el deslucimiento debido a la lluvia; la Soledad hubo de regresar a San Jerónimo por dicha causa. Era  el año en el que accedió a la Diócesis de Granada el Arzobispo don Antonio Cañizares Llovera, que mostró desde los comienzos de su pontificado una sintonía con las hermandades granadinas, visitando a muchas de ellas durante aquella Semana Santa. Aunque la cofradía regresara a su templo por la lluvia, muchos granadinos pudieron contemplar a la Virgen, quizá por primera vez con un exorno floral color granate bajo los cirios de la candelería con las esquinas de paso rosas de color asalmonado. Era una de las raras excepciones en la que cambiaría su tradicional flor blanca.

Ese año, la hermandad estrenaba los paños de bocinas, bordadas en el taller granadino de Ángel Perea, que había sido directivo de la Hermandad de la Soledad y fundador de la Hermandad del Cautivo. 

La Cofradía, por fin, volvía a tener casa de hermandad, al haber sido cedida por la monjas jerónimas una edificación anexa al convento, en la parte trasera del mismo, junto al ábside del templo, en la que se forma una plazuela, donde hemos anticipado que se montaba el altar de la Cruz de Mayo.

En una segunda ocasión se eligió como Cartel Oficial de la Semana Santa de Granada de 1999 una fotografía de Nuestra Señora de la Soledad del fotógrafo cofrade Fernando López Rodríguez. El tema fotografiado fue el paso de la Virgen en el interior del Monasterio de San Jerónimo ante el famoso retablo mayor, cuya imaginería la podríamos considerar como el cánon de la escultura manierista andaluza.


 Dentro de ya extenso número de personas e instituciones que a lo largo del siglo XX habían obtenido el título de Hermano Mayor Honorario de la cofradía, en 1999, se nombra con este galardón al MADOC, en la persona del General de Brigada de Infantería, don  Alfonso López García. También, se hace igual nombramiento ese año a la Policía Municipal. Las cofradías a lo largo de su historia en el siglo XX han solido realizar este tipo de nombramientos al objeto de añadirle determinada distinción a la corporación y por colaboración, ayudas o influencias de diversa índole. Todo ello, a veces, se ha conseguido durante determinado tiempo, para ir decayendo sistemáticamente; de forma que se puede decir, que la presencia de algunos de esos cargos honoríficos está ligada a la cofradía, salvo pocas excepciones, solo por determinados años o épocas. Las corporaciones nombradas hermanos mayores honorarios dedicarán cada año en la Cuaresma una solemne Eucaristía a las imágenes de  la hermandad, seguida de un sencillo ágape.


8. Los comienzos del Siglo XXI 

Con casi 450 años de existencia de la devoción a Nuestra Señora de la Soledad su hermandad comienza el siglo XXI con el camino abonado para experimentar un nuevo esplendor durante las dos décadas transcurridas de ese siglo; la nueva savia que aporta la juventud cofrade y las ilusiones y nuevas ideas aportadas ha llevado perfilar grandes proyectos de futuro, que solo se ven lastrados por la sempiterna escasez de recursos económicos, aunque no de brillantes ideas, que veremos ir plasmándose en lo sucesivo.

El año 2000, con el que finaliza el siglo, se va a conmemorar el 75 Aniversario de la reorganización de la hermandad (1925-2000) y lo va a celebrar con cierta modestia, comenzando con un concierto de música sacra en el mes de marzo en el Monasterio de San Jerónimo, interpretándose el Miserere por la Coral Ciudad de la Alhambra y Accichorus, monumento que también acogerá una exposición de enseres y material fotográfico sobre la historia de la hermandad. Asimismo, se presentó un libro de poemas a los Titulares de la Cofradía del periodista Juan de Dios Jerónimo Fernández. En los cultos de Cuaresma se recuperará el histórico septenario y solemne función principal del Viernes de Dolores, en la que se estrenó la pieza musical Soledad de Granada, compuesta por Germán Tejerizo Linares, e interpretada por la Banda Municipal de Granada y Accichorus.

En el Auditorio Manuel de Falla, durante la entrega de tapas del Pregón de la Semana Santa de Granada, el famoso director y compositor, don Abel Moreno, estrenó la marcha Soledad en Granada, interpretada bajo su dirección por la Banda del Regimiento nº1 de la Inmemorial del Rey. Otras piezas musicales se habían compuesto, como Soledad y Descendimiento, dedicada a los dos Titulares de la hermandad, que compuso el Maestro Francisco Higuero, en 1994, así como Soledad de Granada, poema sinfónico del granadino Germán Tejerizo Linares para orquesta y coro masculino, que fue estrenado en el Monasterio de San Jerónimo el día de la Función Principal del Viernes de Dolores por la Banda Municipal y el grupo vocal Accichorus, situado en la gradas del templo, junto con las chías.  Dicha  banda de música, dirigida por el Maestro Sánchez Ruzafa, seguirá cada Viernes de Dolores realizando un concierto de Semana Santa en el Monasterio de San Jerónimo.


La celebración del Aniversario coincidió con una Semana Santa especial, como fue la del año 2000, porque el Arzobispo don Antonio Cañizares dio su  autorización para la entrada de todas las hermandades de penitencia a hacer estación ante la capilla mayor de la Catedral Metropolitana de Granada. Dichas estaciones fueron realizadas con la presencia y dirección devocional del propio Prelado, ganándose por las hermandades el Jubileo del nuevo siglo. Por fin, había sido oída por la autoridad eclesiástica una reclamación que las hermandades venían  planteando, al menos, desde 1940, para recuperar una práctica de la cofradías de penitencia que había desaparecido seguramente a principios del siglo XIX.

En el mes de junio se celebró una magna Exposición en la Catedral con el título de Jesucristo y el Emperador Cristiano, en conmemoración del V Centenario del nacimiento del Emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano-Germánico, en la que se expusieron diversas obras de arte pictórico y escultórico del ámbito artístico que conserva la ciudad y provincia, estando incluida en la exposición la imagen del Cristo Yacente o Descendimiento, titular de la hermandad. Previamente, la imagen fue trasladada en devota comitiva a la Santa Iglesia Catedral. 

La Hermandad de la Soledad entrando en la Catedral precedida de las cuatro chías. Foto Antonio Padial

Señor Yacente de la Sábana o Descendimiento. Foto Fernando López

Dentro de los proyectos del 75 Aniversario estaba el de la restauración de la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, trabajo que fue encargado al restaurador Francisco Marín Cruces, iniciándolo en el verano del año 2000, para finalizarlo el 10 de noviembre de ese año. El proceso de restauración fue expuesto con todo detalle por su autor en una conferencia impartida en la Fundación Euroárabe, celebrada en día 1 de diciembre de dicho año. La imagen, después de unos días en la clausura del convento, para que cercanamente las monjas le expresaran su devoción, volvió a su capilla, donde se le dedicó una pública Función Religiosa y quedar expuesta a la devoción y besamanos de los fieles.

En el otoño de ese año se convocaron elecciones para el cargo de Hermano Mayor, resultado elegido el hasta entonces Vice-Hermano Mayor, don Armando López-Murcia Romero. El Hermano Mayor saliente, don Miguel Leyva Baena, es nombrado Vice-Hermano Mayor; Secretario, don Pablo Córdoba Salmerón, siendo Vice-Secretaria doña María Henares Rubio; Tesorero, don José Manuel Martín Salinas, siendo Vice-Tesorera doña María del Carmen Peña Ruano; Albacea, don Antonio Lupiañez Pino; Mayordomo Mayor, don Enrique Crespo Muñoz. Diversas vocalías las cubrieron don Miguel Córdoba Salmerón, don Miguel A. Martín Pineda, don Isidro Barranco, don Rafael Doña, don José Antonio Alemán, doña Mª Rosario Montilla, doña Trinidad Montero, don Jesús Doña, doña Ana Guijarro y don Manuel Mesa.

Dos importantes novedades presentará la cofradía en la estación de penitencia de 2001: el paso de la Virgen se había reformado, calándose la orfebrería de su respiradero y realizando tres capillas para cobijar las imágenes de la Patrona de Granada, la Virgen de las Angustias, y de los santos patrones de la orden jerónima, Santa Paula y San Jerónimo, realizadas por Miguel A. Moliné (58). Asimismo, toda la base o filo del respiradero se adornó con orfebrería, reproduciendo adornos vegetales. También estrenó la Virgen una peana de orfebrería,  realizada por Eleuterio Aragón (Motril), que realzaba la imagen para su mejor contemplación por el público; en dicha peana se colocaron en sus esquinas dos bellos querubines. Ese año, vuelve a procesionar la Virgen sin los cirios en su candelería delantera, que los había llevado desde 1996. Este cambio de los cirios delanteros no sería la última que se realizaría.


Con peana y con respiradero reformado. Foto A. Padial 2002

También, se llevó a efecto una nueva transformación estética en el Señor Yacente, suprimiéndole la sábana blanca, para hacerlo posar sobre sobre realzaba la imagen por su clara policromía, con lo que parecía no tener y sentido el apelativo popular de Señor de la Sábana, con el que desde principios del siglo XX los granadinos identificaban a la imagen. Quizá, así lo comprendió la cofradía, que de forma casi inmediata volvió en 2004 a procesionarlo sobre la tradicional sábana blanca por acuerdo mayoritario de los miembros de la Junta de Gobierno. 

Paso del Descendimiento con figuras vivientes del Nuevo Testamento
2002

Normal y con la severidad acostumbrada marchó en 2003 el cortejo procesional-penitencial de la hermandad de la Soledad con su antigua cruz de guía, recientemente restaurada por el restaurador de la Virgen, Sr. Marín Cruces, y cuyo coste había sido sufragado por el Corte Inglés. Ese Viernes Santo la cofradía tuvo la relativa suerte de que empezara a llover cuando iba ya de regreso a su templo por la calle de San Jerónimo. Se aceleró el paso de su comitiva y se cubrieron las imágenes con los oportunos plásticos y en orden fue ingresando en el monasterio. 
José Antonio Alemán Caballero venía siendo en estos años el capataz del paso de la Virgen  e intervenía en la dirección de la procesión el Mayordomo Mayor de Gobierno, Enrique Crespo Muñoz, con la colaboración de Miguel Córdoba Salmerón. Una nueva marcha  procesional, Reina de San Jerónimo, le dedicó a la Virgen el compositor Barrós Jódar.


Cruz de Guia antes de restaurar. Foto año 1984, Antonio Padial

Por las relaciones con la Policía Municipal de Granada, Hermano Mayor Honorario, se decide en 2004 realizar un banderín, que costearía el hermano mayor, señor López-Murcia, así como, el asta de dicha insignia, que costearía el señor Córdoba Alba. Después de los actos y cultos tradicionales de Cuaresma, entre ellos el vía crucis por el claustro del monasterio, para el que se levantaron unos altares, la estación de penitencia del Viernes Santo no pudo celebrarse por causa de la lluvia. Tanto el Arzobispo, como el Alcalde y el Presidente de la Real Federación, visitaron a la hermandad en el templo para expresarle su apoyo y participar en un vía crucis sustitutivo de la estación de penitencia. Después, se abrió la iglesia para que el público visitara a las Imágenes Titulares.

Se iba a cumplir a finales de año el periodo de vigencia del mandato del Hermano Mayor, señor López-Murcia, intentándose realizar la convocatoria de elecciones, que se vieron frustradas antes ciertos enfrentamientos en el seno de la Junta de Gobierno, que condujeron a que la autoridad eclesiástica tuviera que nombrar un Comisario Episcopal para regir la Hermandad e intentar su pacificación. Fue elegido para dicha misión don Rafael Doña Porcel, que  había sido vocal de la Directiva disuelta.

Este Comisariado del Sr. Doña fue el que se encargó de realizar los cultos de Cuaresma y procesión penitencial de 2005 con toda normalidad y finalizaría su labor en junio de dicho año con la convocatoria de elecciones para el día 4 de dicho mes, en el que resultó elegido Hermano Mayor, don José Antonio Alemán Caballero, que había sido miembro de la Directiva y capataz del Paso de la Soledad. Su Junta Directiva estuvo formada por Miguel A. Pineda Martín, como Vice-Hermano Mayor; Miguel Córdoba Salmerón, como Secretario; Miguel Córdoba Alba, como Tesorero-Ecónomo;  Pablo Córdoba Salmerón, como Albacea; Enrique Crespo Muñoz, como Mayordomo Mayor de Gobierno y Manifestaciones Religiosas; Antonio Almagro Jiménez, como Fiscal, más una serie de vocales responsables de las distintas actividades de la hermandad.

La estación de penitencia de 2005 Nuestra Señora de la Soledad estrenó unos nuevos clavos de plata, que sostiene entre sus manos entrelazadas, regalo de los hermanos costaleros. Fue vestida  por José Manuel Quesada, aunque en diciembre de ese año, para el besamanos y en la estación de penitencia de 2006, la vestirá de forma exquisita por Francisco Garví. Este vestidor ha respetado y realzado el peto granadino de la Virgen de extraordinarios bordados, comenzando así una nueva etapa en el vestir de esta extraordinaria y granadinísima Dolorosa, que resaltará su valía artística.

Ntra. Sra. de la Soledad 2006. Tocado F. Garví. Fot. Fernando López R.

Detalle foto de Fernando López Rodríguez

Ese año 2006 será el inicio de una nueva etapa en la que el paso de la Virgen volverá a llevar la candelería con cirios delante de la imagen, un asunto que variaba y lo seguirá haciendo, según la opinión y decisión de cada Junta de Gobierno que accedía a la dirección de la hermandad. Fue ese año un Viernes Santo lluvioso en el que algunas cofradías se refugiaron en la Catedral y las del Santo Entierro y la Soledad suspendieron sus procesiones. Ésta última, según los documentos fotográficos, puso el paso de la Virgen en el dintel de la iglesia de San Jerónimo, para ser contemplada la imagen por los fieles.

Una Semana Santa con algunos días lluviosos también fue la siguiente de 2007, pero el Viernes Santo apareció más despejado, aunque planeaba la incertidumbre, y permitió la salida de casi todas las procesiones. El, paso de la Soledad se presentó adornado de rosas blancas, al igual que el año anterior, recibiendo la imagen el perfume de los nuevos incensarios y navetas realizadas ese año por Manuel de los Ríos de Sevilla. La hermandad continuaba renovando enseres y añadiendo otros nuevos. Ese año se restauraron los ciriales.

En diciembre de 2007, fue la primera vez que a la Soledad se le vistió de hebrea con manto y saya color negro, con la elegancia y sobriedad que la imagen requiere, y  coronándola con aro de estrellas, que fue realizado todo ello en la ciudad de Córdoba por José María Navarro. También, ese año se restauró la antigua peana de la Virgen que le realizó en los años veinte el escultor, José Navas Parejo, y se renueva el equipo de la comitiva litúrgica, dirigida por el pertiguero.

2007. La Soledad por  vez primera de hebrea


Por fin, una Semana Santa de 2008 se presentó espléndida en cuanto al tiempo se refiere, aunque de temperatura fría. En la procesión figuraron las representaciones del MADOC y de la Policía Municipal, como venía siendo usual en estos años, y la Virgen fue adornada con capullos de rosa blanca y cuatro pináculos de dicha flor, dos a cada lado del manto. La Banda de Música de Cúllar Vega, asidua estos años en el acompañamiento a la cofradía, iba con la Virgen, mientras el Señor Yacente, por primera vez desde los años cincuenta, se vio precedido de una capilla de música, la del Santo Rostro de Jaén (en los años cuarenta solía actuar la del Maestro Vidal).

Ntra. Sra. de la Soledad en 2008. Fot. Antonio Padial


La Semana Santa de 2009, tuvo un carácter especial conmemorativo del Centenario de la creación de la procesión magna del Santo Entierro Antológico (1909-2009). Muchas hermandades salieron dos veces aquella Semana Santa: en su día normal de salida penitencial y el Sábado Santo en dicha procesión conmemorativa, que se denominó Passio Granatensis, con el paso de Cristo respectivo, aunque seleccionando algunos de ellos para no repetir la misma escena pasionista. También, salieron en la Passio algunos pasos de Virgen, que constituían un Misterio de la Pasión, como las Angustias de la Alhambra, que representa el momento posterior al Descendimiento, la Soledad del Calvario en el que María está sola bajo la cruz, así como, la Soledad de San Jerónimo, representando el momento de máxima Soledad de la Virgen, en el que ni la cruz del martirio de su Hijo esta presente, es decir, en el se hace más íntima su Soledad.

El Viernes Santo la Soledad procesionó como usualmente lo hacía: con sus dos pasos (Yacente y Virgen), aunque tuvo que refugiarse  en la Catedral por causa de la lluvia, entrando en dicho templo cubierta con plásticos y sin corona. También, la del Santo Entierro se refugió en San Matías y la Soledad del Calvario en las Carmelitas Descalzas.

El Sábado Santo el centro de la ciudad efervescía lleno de gentes venidas de todas las provincias de Andalucía, para presenciar la magna procesión que saldría de la Catedral, adonde se habían trasladado los pasos en la mañana de ese día. La Soledad y el Cristo del Descendimiento, debido a la circunstancia de la lluvia de día anterior, ya estaban en la Catedral. Fue esta hermandad, junto con la del Sepulcro las únicas que participaron con sus dos pasos por la circunstancia de que representaban, como se ha dicho, momentos pasionistas distintos, siendo la Soledad de San Jerónimo la que cerró la procesión con la Banda Municipal detrás de ella, interpretando la marcha Passio Granatensis de López Carreño. Delante del Santo Sepulcro iba el Cristo Yacente del Descendimiento, como escena del Traslado al Sepulcro, acompañado de una capilla de música. Las Tres Marías, vestidas de riguroso luto, junto con Nicodemo, Arimatea y San Juan, con vestimentas de de época, formaban las llamadas figuras vivientes de este paso.

Revista Descendimiento. Octubre 2011




No contribuyó el tiempo a la magnificencia de la Passio Granatensis; una molesta llovizna hizo presencia en diversos momentos de la tarde y las imágenes tuvieron que ser protegidas por plásticos, que se retiraban, cada vez que la lluvia cesaba. Por esta inoportuna meteorología el Santísimo Cristo de la Misericordia, el Silencio, no salió a la calle por decisión de la Junta de Gobierno de su hermandad, para preservar tan valiosa imagen de su posible deterioro, quedando en la puerta de la Catedral para que se contemplara por el público. 

En la Semana Santa de 2010 el paso de la Virgen se verá complementado con la realización de seis jarras de orfebrería labradas en el taller cordobés de José Navarro, orfebre que trabajará estos años para la hermandad. Dichas jarras se colocan en los costeros del paso, tres a cada lado, y se adornaron en forma de pináculo con rosas blancas, como se venía haciendo en aquellos años.

Soledad 2010. Foto A. Padial

La Junta de la Hermandad había aprobado que ese año de 2010 se daría la libertad a un preso en la estación de penitencia del Viernes Santo. La historia de la cofradía recordaba que en los años veinte, concretamente en 1928, se obtuvo la conmutación de la pena de muerte por cadena perpetua de un preso, como se ha relatado al tratar de los años de la reorganización de la cofradía y en 2010 se intentó repetir el hecho un preso, para su liberarlo en la Puerta del Perdón de la Catedral. Sin embargo, después de realizar los trámites pertinentes para excarcelar a un detenido por delitos contra la salud, la liberación no pudo realizarse, parece ser que por reincidencia del reo. 

Después de un protocolo de liberación muy elaborado se repitieron los trámites para realizar el indulto para la Semana Santa de 2011 con otro preso, pero las inclemencias meteorológicas imponen sus normas sin contar con los proyectos de los hombres, y el Viernes Santo, puesto en marcha el protocolo, éste se vio frustrado y deslucido por la lluvia, suspendiéndose la estación de penitencia. 

2011 era el año en el que la hermandad conmemoraba el 450 Aniversario de la Fundación primitiva (1561-2011), aunque hoy sabemos que se fundó algunos años antes, en 1548 (59), si bien, en 1561 se le añadiría su carácter penitencial. El Aniversario, celebrado en el segundo mandato del señor Alemán Caballero, se  conmemoró con diversos actos, entre ellos, con una Convivencia de Hermandades de la Soledad españolas, celebrada en el fin de semana del 22 al 23 de octubre. El primer día, sábado, se inició con una ponencia sobre la historia de la Semana Santa de Granada y la de la Hermandad de la Soledad, impartida el autor de este artículo, seguida de una visita por el centro de la ciudad y por el Albaicín.

A las seis de tarde de ese día se realizó la salida extraordinaria de la Virgen de la Soledad, aunque otra vez la lluvia deshizo las ilusiones y expectativas de los hermanos, granadinos y hermandades invitadas. La Virgen de la Soledad y toda su comitiva de hermandades y bandas de música asistentes quedó preparada en el templo de San Jerónimo, procediéndose como paliativo a procesionar la imagen en su paso por el interior de la iglesia, llegando a la puerta para que los fieles y público pudieran contemplarla. 
 

22 de  octubre de 2011. Procesión frustrada del 450 Aniversario. Fotos A. Padial



450 Aniversario. Foto A. Padial
 
450 Aniversario. Foto A. Padial


Al día siguiente, se desarrollaron diversos actos de la Convivencia, como proyección de video de Granada y su Semana Santa y una ponencia sobre las hermandades de la Soledad a cargo de don Manuel Amezcua, archivero diocesano y párroco de Nuestra Señora de Gracia, seguida de una solemne Eucaristía con coro polifónico, celebrada por el Arzobispo de Granada, don Francisco Javier Martínez, finalizándose los actos con un almuerzo de confraternidad en el hotel "Camino de Granada" (60)
En el mes de noviembre se establece un Quinario al Cristo Yacente o del Descendimiento, que concluye en el día de la festividad de Cristo Rey. Esta festividad comenzaba en estos años a hacerse popular entre las cofradías; muchas de ellas le ofrecen ese día a sus imágenes Titulares de Cristo funciones y besapies.

El Aniversario se cerrará con una Eucaristía de Acción de Gracias celebrada el 25 de febrero de 2012, en la que se impusieron medallas a los nuevos Hermanos Mayores Honorarios nombrados, que fueron: las Instituciones Penitenciarias y la Audiencia Provincial. En ese año, también se nombraron con dicho título honorífico a los Duques de San Pedro de Galatino, que acudieron a recibir el pergamino correspondiente. Quizá, la Directiva  de la Hermandad no contaba con los antecedentes de que en 1927 el Duque de aquella época ya había sido nombrado con dicho título o quisiera renovar el nombramiento en sus descendientes.

Ese  año 2012, otra vez la meteorología se mostró adversa en el Viernes Santo, retrasando la hermandad su salida por ese motivo más de media hora. Finalmente, hizo su salida cuando parecía que se despejaban las nubes, pero transitando la cofradía por la calle de Mesones para dirigirse a la Catedral, comenzó a llover intensamente, por lo que tuvo que acelerar la marcha para refugiarse en ella, esperando que cesara y continuar hasta su templo. 

Ese año, se volvió a indultar a un preso (en esta ocasión a una mujer), cuya liberación se hizo en la intimidad del Monasterio de San Jerónimo, participando la presa liberada con vela en la estación de penitencia en el máximo anonimato posible.

Ese año y el anterior, la hermandad había incluido en el itinerario de ida el paso por el Corral del Carbón y calle de Mariana Pineda, donde antiguamente estaba el templo de Carmelitas Calzados, sede de la hermandad en pasados siglos, efectuando este cambio de itinerario con motivo del 450 Aniversario de la fundación de la hermandad o, si queremos, de su carácter penitencial. Lugares modernamente inéditos para su estación de penitencia, que posteriormente desechó, quizá porque alargaba bastante su recorrido, pero nos privó de ver a la hermandad pasar por su antigua sede y por la Alhóndiga Gidida (Corral del Carbón), edificio nazarí del siglo XIV, un Caraván Saray tan relevante en la historia de la ciudad.

2012. Soledad por la Alhóndiga Gidida (Corral del Carbón) S. XIV

2012. Foto. A. Padial

2013, será un año de crisis en el gobierno de la hermandad, dejando de ser hermano mayor José Antonio Alemán Caballero y sucedido en el puesto, en funciones, por el Vice-Hermano Mayor, Miguel Martín Pineda, hasta la celebración de elecciones en las que fue elegido para el cargo Enrique Crespo Muñoz, veterano en la hermandad desde su juventud, que, entre otros cargos, había ostentado bastantes años el de Mayordomo Mayor de Gobierno.

Ese año, la Virgen de la Soledad se adornó floralmente con sus ya clásicas rosas blancas, en una exquisita colocación en esquinas, jarritas y jarras en forma de pináculos, que le prestaban suma elegancia y severidad. Pero no pudimos verla en la calle por la intensa lluvia, que, a veces, en esos años nos visitaba en el Viernes Santo. Habría que esperar a 2014, en el que se presentó un tiempo extraordinario, a excepción del Domingo de Resurrección.

2014, fue el año en el que se amplió la carrera oficial, incorporando a ella la calle de Alhóndiga, que más amplia que la de Mesones, por la que antes discurría, permitía mayor lucimiento de las cofradías y aumentaba el número de palcos, muy demandados. Ya en 2011, se había suprimido la antigua carrera oficial, con tribuna en Plaza del Carmen, para instalarla en la calle de Ángel Ganivet.

Pero la Hermandad de la Soledad también presentaba ese año 2014 una importante novedad que habría estudiado la nueva Directiva concienzudamente. Se trataba de una modificación importante en la presentación del paso del Cristo Yacente del Descendimiento: la supresión de las angarillas con las figuras evangélicas que fueron protagonistas (Nicodemos, Arimatea y San Juan) del traslado del cuerpo de Jesús para darle sepultura. Ello, constituía un romper con una tradición, que venía de tiempos anteriores a la refundación de la hermandad en 1925 (al menos ya se había procesionado con los personajes vivientes en la procesión del Santo Entierro Antológico y, posiblemente, fuera la forma en la que se hacía desde la  realización de la imagen). Solo en 1981-1983 el Cristo se procesionó en el paso antiguo de la Virgen, como relatamos en su momento. 

Esa nueva concepción procesional del Cristo Yacente se asemeja más a los conceptos castellanos que a los granadinos, aunque sí recuperó este paso la campana de órdenes del capataz, muy tradicional en los pasos granadinos, pero ya perdida, en lugar del martillo, más propio de Andalucía Oriental.

También, se suprimió la capilla de música, que en aquellos últimos años había acompañado al Cristo, y se sustituyó por un nazareno con tambor de son destemplado, que lo precedía, con igual vestimenta que los costaleros del Cristo. 



Tambor delante de paso del Descendimiento


En esa nueva concepción del paso se presenta a la imagen del Cristo Yacente algo inclinada para su mejor contemplación, y elevada sobre unas pequeñas parihuelas con dos varales o trabajaderas, que llevan a hombros costaleros vestidos  con la túnica negra y con los rostros tapados por un verdugo de igual color. En las esquinas van cuatro hachones color tiniebla, colocados sobre candelero oscuro, que  completaban un conjunto adornado de centros de grandes flores moradas. 

Con más o menos variaciones se mantendrá esa estética en los años siguientes, sin que sepamos cuál será en el futuro la decisión que se adoptará, teniendo en cuenta, que hace décadas que la hermandad se debate en la disyuntiva de conservar o no la forma tradicional de procesionar al Cristo, es decir, en angarillas y con las figuras vivientes. Por lo pronto, se ha aprobado un proyecto, para los años más o menos inmediatos, de realizar un paso en el que figurarán imágenes de bulto y de vestir, representando a los personajes que acompañan el traslado al Sepulcro, lo que aleja la vuelta a la forma tradicional, pero todo dependerá de las decisiones de las directivas futuras y de los hermanos de la cofradía.

Para 2015, la hermandad consigue tener una casa de hermandad de cierta amplitud dentro del recinto monacal de San Jerónimo. La nueva casa ha sido debida a la cesión por las monjas jerónimas de una edificación en la parte derecha del compás del monasterio, que da al jardín de Fuentenueva y al aparcamiento de coches allí situado. Ello puede suponer el fin de su deambular por distintas casas del Barrio del Boquerón, donde la hermandad llevaba casi doscientos años. Ante los gastos que ello suponía, los recursos de 2015 se van a emplear en gran parte para acondicionar dicha casa. Un bello azulejo con los Titulares embellece su entrada.

Nueva Casa de Hermandad de la Soledad con la torre del Monasterio de San Jerónimo. Foto A. Padial


Azulejo de la Casa de Hermandad. Foto A. Padial


En 2016, la hermandad aprobará también la realización de un nuevo paso para la Virgen, según el diseño realizado por Patricio Carmona, que supondrá, en el caso de que en el futuro la hermandad no cambie de planes, un revolucionario cambio de estética con respecto al que hoy procesiona. Se suprimirían los respiraderos de orfebrería para realizarlos en madera tallada y barnizada, añadiéndole canasto y una peana de la misma talla y barnizado; se realizarían cuatro faroles globulares y tallados para las esquinas; no llevaría candelería de orfebrería y el respiradero contará con capillas labradas para santos, más unas cartelas. Unas tulipas en el canasto de formas originales completarán la iluminación. Finalmente, los faldones negros llevarán estolas bordadas con el escudo de la hermandad centrándolos y unas orlas, también bordadas.



La procesión iba adquiriendo estos años mayor severidad, desechándose el tambor destemplado y se vuelve a recuperar la capilla de música, acompañando al Cristo Yacente o Descendimiento. A la Virgen de la Soledad se le volverá, una vez más, a suprimir la candelería de cirios para llevar como iluminación cuatro faroles de orfebrería en las esquinas del paso, más las tulipas en la parte delantera de los costeros, suprimiéndole los cuatro candelabros guardabrisas de las esquinas, que realizara Angulo de Lucena en los años setenta. También, se le suprimieron las jarras con los pináculos de rosas y el adorno floral se presenta con un calvario de orquídeas y un friso de la misma flor alrededor del paso.

Otra vez se imponía en la Directiva el criterio de evitar peligros de quema y suciedad de los humos de la cera de los cirios y dejar la imagen lo más exenta posible para potenciar su visibilidad y severidad; sin embargo, se le resta con ello luminosidad al conjunto del paso y la pomposidad o grandielocuencia que le dá la cera de las candelerías.

2016. La Soledad por San Matías con los nuevos faroles y sin la candelería

Desde el siglo XVI, la insignia principal de las hermandades ha sido el estandarte, que en siglos pasados tenía la consideración de "paso", que abría la estación de penitencia y anunciaba a los fieles el paso de la hermandad, que en aquellos siglos era escoltado por una sección de hermanos con hachas. Actualmente, se le denomina guion o en lenguaje coloquial "bacalá", ocupando en la comitiva procesional el lugar de última insignia. Un nuevo y magnífico guion estrenó la Hermandad de la Soledad en 2018; había sido diseñado por Álvaro Abril y bordado en realce por Jesús Arco, conservando del antiguo el medallón en plata con el escudo de la cofradía. En el nuevo guion se reproducen bordados inspirados en el manto de la Virgen, especialmente en su cenefa.


En la parte inferior del guion aparece una pintura al óleo sobre lienzo con las imágenes de San Elías y San Jerónimo, realizada por el artista granadino Juan Díaz Losada. En la pintura se trata de recordar a los dos santos de las órdenes carmelita y jerónima, que han alojado en sus conventos a la hermandad durante la existencia de la misma.


Detalle  del  guion con la pintura de Juan Díaz Losada

Después de un Viernes Santo, el de 2018, en el que no se habían presentado óptimas condiciones meteorológicas, la cofradía salió a la calle y pudo realizar su itinerario completo, volviendo la Virgen de la Soledad a lucir un tocado sencillo que no afectaba a valioso peto granadino de ricos bordados del siglo XIX. Después del experimento del año anterior de adornar el paso con orquídeas, ese año se recuperó la rosa blanca, ya tradicional en este paso. 

Viernes Santo de 2018





El día 4 del mes noviembre de dicho año 2018 se celebró una solemne Eucaristía con motivo del reconocimiento por parte del Arzobispado granadino de la tradicional devoción a lo largo de los siglos a la imagen de Nuestra Señora de la Soledad; devoción que ha estado presente desde la fundación de la hermandad, aunque con respecto a esta imagen en concreto, lo fue a partir del último cuarto del siglo XVII. Desde entonces, siempre ha estado presente en la Semana Santa granadina, salvo periodos de penuria y de conflictos políticos.

Entre los actos programados que precedieron a ese acontecimiento estuvo la presentación de un cartel con tema fotográfico de Carlos Choín y una serie de conferencias sobre la Soledad, su devoción y su relación con la Orden del Carmen. Todo ello, fue seguido de  un triduo extraordinario, celebrado del 31 de octubre al 2 de noviembre por el director espiritual y cofrade de la hermandad, el jesuita don Miguel Córdoba Salmerón.

Para todos estos actos y cultos se montó un altar con baldaquino, presidido por la Virgen de la Soledad, colocada en la escalinata de acceso a la capilla mayor de San Jerónimo y ante su extraordinario retablo renacentista. La Virgen llevaba vestimenta negra bordada en hilo oro con un rostrillo de estilo antiguo. Todo ello, realizado por su vestidor, Francisco Garví.


La víspera, día 3 de noviembre, se celebró un concierto por la Schola Gregoriana Illíberis y las monjas jerónimas interpretando el oficio de la fiesta de los Dolores de la Virgen, compuesto por el monje jerónimo Fray Hernando de Talavera, primer arzobispo de Granada, tras su reconquista por los Reyes Católicos.

La ceremonia eucarística fue concelebrada por el Vicario Territorial del Arzobispado, don Francisco Tejerizo Linares, el párroco de Santos Justo y Pastor, consiliarios y Padres Carmelitas, con la asistencia musical del Coro del Milleniúm, dirigido por Algis Zaboras.

La celebración culminó con una salida procesional extraordinaria y vespertina de Nuestra Señora de la Soledad en un Santo Rosario por las calles del barrio, haciendo estación en los establecimientos religiosos, como San Juan de Dios, Clínica de San Rafael, Monasterio de Santa Paula, su anterior sede, Monasterio de la Encarnación, iglesia parroquial de Santos Justo y Pastor, a cuya jurisdicción pertenece el Monasterio de San Jerónimo, e iglesia del  Perpetuo Socorro o San Felipe Neri. La Virgen iba con candelería, ataviada con el rostrillo, saya y manto de capilla bordados  y  acompañada de la capilla de música Cristo de la Paz.



La pandemia de Covid-19, declarada en España en 2020, hizo que se suprimieran por las hermandades las estaciones de penitencia de ese año y del siguiente, aunque pudieron celebrarse determinados actos de culto interno con las precauciones exigidas por las autoridades sanitarias. 

En ese periodo de crisis sanitaria venció el mandato del hermano mayor, señor Crespo Muñoz, determinándose por la autoridad eclesiástica a principios de mayo de 2021 la prórroga excepcional de su mandato. La razón de dicha prórroga se debió a estar inmersa la hermandad en el proceso de reconocimiento canónico de la Coronación de la imagen de la Virgen de la Soledad.

Controlada suficientemente la pandemia, se pudieron celebrar las estaciones penitenciales en la Semana Santa de 2022. La Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad procesionó sus imágenes en la noche del Viernes Santo de ese año en la que presentó su severidad acostumbrada.



Otro proyecto importante que se trata de  efectuar en años venideros, que ya estuvo presente en los planes de la cofradía en los años veinte del pasado siglo sin que llegara a materializarse, es la realización del paso nuevo para representar el Descendimiento del Señor. También dicho proyecto ha sido diseñado por el hermano de la cofradía, don Patricio Carmona Luque. El proyecto del nuevo paso se  diseña sobre la base de imágenes de bulto (se suprimen las "figuras vivientes"), representando el traslado del cuerpo yacente del Redentor por las imágenes de Nicodemo, Arimatea y San Juan, para representar el Traslado al Sepulcro, una vez que fue descendido de la cruz. Dicha cruz figurará exenta del Crucificado y colgando de sus brazos los paños y la escalera para el Descendimiento. Asimismo, se añaden elementos simbólicos, como la Muerte, su guadaña y el Pecado vencidos y atravesados por un sable. Un Ángel ofrece con su mano al Cordero de Dios que redime de pecado a la Humanidad, y al pie de la cruz, un soldado romano apesadumbrado mantiene la corona de espinas en su mano. 


Constituye uno de los grandes proyectos de futuro que la Directiva de la hermandad que la ha regido hasta este momento y que esperemos no queden frustrados por imperativo de futuras circunstancias.

Como etapa más inmediata, la hermandad se halla inmersa en los actos de celebración del reconocimiento canónico de la Coronación de Nuestra Señora de la Soledad por el Consejo Episcopal de la Diócesis, en base a los antecedentes de ese hecho de coronación litúrgica ocurrido en 1885. Asimismo, y dentro de los citados acontecimientos, el Ayuntamiento de Granada en mayo de 2022 ha concedido a la imagen la Medalla de Oro de la ciudad, que le será impuesta a Nuestra Señora de la Soledad en la Plaza del Carmen el día 29 de octubre de 2022 en el itinerario que seguirá su procesión extraordinaria hasta la Catedral con motivo del Reconocimiento Canónico de su antigua Coronación en 1885.  

Asimismo, la hermandad ha modificado la medalla y el escudo de la corporación en el que se han suprimido los símbolos pontificios, que se añadieron en 1992, por no haber sido encontrado documento que confirme dicho carácter por parte de la Curia Eclesiástica granadina. El diseño aprobado de esta modificación de insignias se debe al hermano de la cofradía, don Patricio Carmona,  y en el que se orla con la Corona Real y capa de armiño el título de la hermandad que circunda  una cruz plana con las escaleras del Descendimiento y la corona de espinas con los tres clavos de la Crucifixión; a los pies de la cruz figura la corona antigua de la Virgen con la que fue coronada en 1885 y todo el conjunto se eleva sobre una estrella, la azucena, símbolo de la pureza de la Virgen, y el León de San Jerónimo, sustancial en su iconografía.




En el momento en que se escribe este trabajo, ha transcurrido casi un siglo de la reorganización de esta antigua Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad y 474 años de su fundación, con lo que atesora una muy larga historia, entrelazada e inmersa en la de esta ciudad milenaria de Granada, de su sociología y devociones. Todo ello, mereció darlo a conocer en una publicación de la historia de esta corporación nazarena, que se publicó a finales de 2021. Dicha obra de historia con el título Soledad y Descendimiento. Viernes Santo en Granada ha sido elaborada por una colaboración de diversos eruditos de la historia cofrade de la ciudad (Francisco J. Crespo Muñoz, Miguel L. López-Guadalupe Muñoz, Antonio Padial Bailón, Cecilio Cabello Velasco y Miguel Córdoba Salmerón). Libro éste que, asimismo, se ha servido de consulta para este trabajo.

Libro sobre la historia de la Hermandad de la Soledad publicado en 2021








Sedes de la Hermandad

1548-1553?             Convento de la Trinidad
Entre1553 y 1560   Carmelitas de Gomérez 1º establecimiento
1561-1572              Carmelitas de Gomérez 2º establecimiento
1573-1836              Convento de Ntra. Sra. de la Cabeza (El Carmen)
1837-1978              Convento de Jerónimas de Santa Paula
1978 hasta hoy       Monasterio de San Jerónimo


Hermanos Mayores desde 1925

Francisco Vázquez Casas                      1924-1925
José Casinello Núñez                            1925-1928
Miguel Serrano López                          1928-1930
Luis Fernández Fígares                         1930-1932
(Sin Junta de Gobierno)                        1932-1935
Francisco Salmerón Polo                     1935-1946    
Narciso de la Fuente Ruiz                     1946-1970
Marcelo Salmerón Fernández               1970-1985 
José Antonio Pineda López                   1985-1997
Miguel Leyva Baena                             1997-2000
Armando López-Murcia Romero          2000-2004
Comisión Gestora 
(Rafael Doña  Porcel)                            2004-2005
José Antonio Alemán Caballero            2005-2013
Miguel A. Martín Pineda (en funciones)      2013
Enrique Crespo Muñoz                         2014- 
    


 

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1. Antonio Padial Bailón, “Pervivencia y decadencia de las cofradías penitenciales y de la vía sacra de Granada. Del Protobarroco a la Ilustración”, p. 80. II Simposio de historia de la Semana Santa de Granada, febrero 2019.  “Asistieron en procesión, las cofradías de Caridad, Corpus Christi, Veracruz, de la Concepción, San Antonio, San Ildefonso, de la Asunción de Nuestra Señora y San Sebastián, llevando todas ellas sus cruces y crucifijos. Las mujeres, enlutadas, llevando grandes cirios teñidos de negro, formaban en número 3.000. Los hombres asistieron a la ceremonia enlutados y con capirotes negros”.

2. Francisco Bermúdez de Pedraza, Historia Eclesiástica de Granada, 227. UGR, serie "Archivum", ed. facsímil, 1989. 

3. Miguel L. López-Guadalupe Muñoz, Francisco J. Crespo Muñoz y Antonio Vertunni, "Nuestra Señora de la Soledad: origen, esplendor y ocaso de una devoción granadina en el antiguo Régimen" en Soledad y Descendimiento. Viernes Santo en Granada, Cap. I, 16-17. (Impresiones Nazarí. Granada 2021). Francisco J. Crespo Muñoz y Soledad Crespo Guijarro, "Nuevos datos históricos sobre la Cofradía de la Soledad y Descendimiento del Señor de Granada en el siglo XVI", Chronica Nova, 42. 2016, 197-216.


4. Miguel Rodríguez Carretero, Epytome historial de los carmelitas de Andalucía... (Biblioteca Nacional, Manuscritos, 18. 113 y 118). Ed. de Ismael Martínez Carretero, en Sevilla, 2000. Antonio Padial Bailón "Los dos históricos Santos Entierros de Granada", revista "Jesús Despojado", 1998, 15-20. 

5. Antonio Padial Bailón,"Antigua hermandad de la Humildad de Nuestro Señor Jesucristo del convento de la Victoria", 30-31, revista "Gólgota", nº49, junio 2011, y en op. cit., “Pervivencia y decadencia de las cofradías penitenciales y de la vía sacra..."

6. Archivo Histórico Diocesano de Granada, legajo 30 f, pieza 9.

7. Ismael Martínez Carretero, Los Carmelitas en Granada, 1552-2014, 231, 359-361. Ediciones de la Provincia Bética. Granada 2015.

8. Antonio Padial Bailón, "II. Las imágenes de las antiguas hermandades penitenciales de Granada: La Soledad y Entierro de Nuestro Señor Jesucristo", revista "Gólgota", nº 35, 21-23, junio 2007. Ed. Federación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de Granada.  

9. Francisco J. Crespo Muñoz, Miguel L. López-Guadalupe Muñoz y Antonio Verturnni, "Nuestra Señora de la Soledad origen, esplendor y ocaso de una devoción granadina en el Antiguo Régimen",  en Soledad y Descendimiento. Viernes Santo en Granada, 37-39, varios autores. Granada 2021. Ed. Federación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de Granada.  

10. Lázaro Gila Medina, "Las cofradías y su labor de mecenazgo artístico en el Seiscientos: estudio de alguns documentos significativos", en La Semana Santa Granadina a través de la escultura procesional,70. Federación de hermandades y cofradías de Granada. 2002.

11. Francisco de la Chica Benavides, Gazetilla Curiosa o Semanero Granadino... Papel IX 1764 y Antonio Padial Bailón, http://apaibailon.blogspot.com/2014/10/hermanad-de-ntra-sra-de-la-soledad-y.html.

12. Archivo de la Real Chancillería de Granada, auto de 26 de marzo de 1777, caja 4.430, pieza 28, y Antonio Padial Bailón, http://apaibailon.blogspot.com/2014/10/hermanad-de-ntra-sra-de-la-soledad-y.html. y Archivo Histórico Diocesano de Granada, legajo 17 f, piezas 39 y 71.

13. Archivo de la Real Chancillería de Granada, caja 4377, pieza 8.

14. Archivo Histórico Diocesano de Granada, legajo 17 f, pieza 41.

15. Boletín Oficial de la Provincia de Granada (B.O.P) de 9 de Junio de 1935.

16. B,O,P de 4 de abril de 1836.

17. Archivo Histórico Diocesano de Granada, legajo 81 R, pieza sin número, y Soledad y Descendimiento. Viernes Santo en Granada, 71-72, varios autores. Granada 2021. 

18. B.O.P de 1 de abril de 1840.

19. Periódico La Campana de la Vela de 2 de abril de 1844 y Antonio Padial Bailón, Soledad y Descendimiento. Viernes Santo en Granada, cap. 2, 73-74. Granada 2021.

20. Periódico La Alhambra de 6 de marzo de 1858 y de 16 y 24 de abril de 1859 y Antonio Padial Bailón, Soledad y Descendimiento..., cap. 276-77. 

21. Antonio Padial Bailón, Soledad y Descendimiento...,79-82. 

22. Periódico El Defensor de Granada de 31 de marzo de 1881. Antonio Padial Bailón, Soledad y Descendimiento..., cap. 282-83. 

23. Periódico El Defensor de Granada de 4 de abril de 1884.

24. Antonio Padial Bailón, Soledad y Descendimiento...,87-89. 

25. Archivo Histórico Diocesano de Granada, legajo 694 f, y Antonio Padial Bailón, Soledad y Descendimiento..., cap. 292-93. 

26.  Periódico El Defensor de Granada de 30 de marzo de 1907.

27. Ibídem 27 de marzo de 1891.

28. Ibídem de 16 de abril de 1892.

29. Antonio Padial Bailón, "Granada también tuvo su tumulto en Semana Santa", revista "Gólgota" nº          14, 65-66, año 2000.

30. Periódico El Defensor de Granada de 27 de marzo de 1894.

31. Ibídem de 5 y 6 de abril de 1897.

32. Ibídem de 5 de marzo de 1898.

33.Antonio Padial Bailón, "Las ermitas del Pretorio y del Santo Sepulcro, principio y fin de una vía sacra granadina", revista Gólgota nº 17, junio 2001, 85-88, y "Pervivencia y decadencia de las cofradías penitenciales y de vía sacra de Granada. Del Protobarroco a la Ilustración", en Semana Santa de Granada: devoción y arte, 136-137, II Simposio de historia de la Semana Santa de Granada. 2019.

34. El Defensor de Granada de 3,4,8 y 11 de abril de 1908.

35. Ibidem de 4 y 27 de marzo de 1910.

36. Gaceta del Sur de 20 de abril de 1919.

37. El Defensor de Granada de 18 y 22 de marzo de 1925.

38. Diario Patria de 4 de marzo de 1954.

39. El Noticiero Granadino de 1 de abril de 1926.

40. El Defensor de Granada de 19 de marzo de 1927.

41.Revista Granada Gráfica, número de abril de 1929.

42. Antonio Padial Bailón, La Semana Santa de Granada a través de la Federación de Cofradías, 146.  Real Federación de Hermandades y Cofradías de Granada, 2002.

43.  Antonio Padial Bailón, La Semana Santa de Granada a través..., 145-146. 

44. Periódico Ideal de Granada de 16 de abril de 1943.

45. Ibídem de 20 de abril de 1946 y libro de actas nº 3 de la hermandad .

46. Diario Patria e Ideal de Granada de 24 de marzo de 1951.

47. Ideal de Granada de 4 de abril de 1953.

48. Miguel Córdoba Salmerón, Soledad y Descendimiento...,201-202, Cap.5.

49. Antonio Padial Bailón, La Semana Santa de Granada a través..., 222-223 e Ideal de Granada de 6 de abril de 1958.

50.  La Semana Santa de Granada a través..., 244.

51. La Semana Santa de Granada a través...,249-250.

52. La Semana Santa de Granada a través...,258-260.

53. Periódico Patria de 11 de abril de 1979. 

54. Acta de la Junta de Gobierno de la Hermandad de 16 de diciembre de 1983.

55. Acta de la Junta de Gobierno del Libro de Actas, nº 5, 80-84-85.

56. La Semana Santa de Granada a través..., 365-367.

57. Revista "Descendimiento, 98", 83-86.

58. Revista Jesús Despojado 2002, 74. 

59. Desde hace unos años se sabe que la hermandad se fundó en el convento de la Santísima Trinidad asociada a la advocación de Nuestra Señora de la Cabeza hacia 1548. Recientemente, la profesora doña María Luisa García Valverde ha encontrado documentación en la que se confirma esa fecha de fundación.

60. Revista Descendimiento de octubre de 2011.